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Galletas y limpiezas étnicas

Cuando uno tiene a su padre en la UVI, pongamos por caso, se obsesiona con las galletas que se come o deja de comer, hoy dos, ayer una, tres cucharadas de sopa seguro que le sientan bien, la compota de manzana parece que le ha gustado, y mientras tanto el cáncer o la medicación hacen su vida paralela, y seguimos mirando fijamente a los ojos del gotero sin que nos devuelva la mirada, ni un mísero side eye. Sirva el símil para la limpieza étnica en marcha en Palestina no desde octubre sino desde hace un siglo, y no es acusación, sino descripción de un tipo de colonialismo anglosajón allí practicado que busca desplazar o eliminar al colonizado.

Un ejercicio de distracción utilizado con generosidad consiste en convertir un conflicto político, la violación del derecho internacional, crímenes de guerra, asesinatos colectivos y ejecuciones extrajudiciales en un problema humanitario, que lo es, pero como consecuencia.

Discutimos y nos preocupamos por la entrada o no de camiones por Ráfah, por el lanzamiento de raciones desde el aire (con decenas de muertos), por las rutas humanitarias marítimas desde Chipre, por la construcción o no de un dique, y así andamos entretenidos hasta sumar 33.000 muertos a día quince del mes de abril del año dos mil y veinte y cuatro.

El asesinato premeditado por el ejército israelí de siete cooperantes de nacionalidades occidentales de una ONG pilotada por un cocinero español de gran inteligencia mediática en EEUU ha contribuido a asentar el contenido humanitario secundario sobre todos los demás. Además ha añadido cercanía a quien no sintiera el asunto como cercano; y ha roto la costumbre mediática de únicamente mostrar muertos palestinos, nunca israelíes (en torno a 600 militares fallecidos desde octubre), europeos o norteamericanos.

Qué más dará el grado de delgadez de un niño palestino si en diez minutos le puede caer un misil teledirigido o una bomba menos inteligente a su edificio o a su hospital o a su abuelo con el que viajaba en un coche.

Hemos descubierto además distintos tipos de alto el fuego, derivados en pausa humanitaria, solicitud de mejora de puntería, precaución con víctimas civiles (¿quién establece la diferencia combatiente-civil?), siempre con condiciones imposibles de cumplir. Además, ¿y después de la pausa qué espera?

Ni la ayuda humanitaria ni las operaciones militares internacionales de interposición o imposición de la paz acaban con ningún conflicto armado, sino que en el mejor de los casos dan tiempo para su negociación política.

La operación de cascos azules de la ONU -600 españoles- en el sur del Líbano tiene una letra P en su acrónimo español de provisional, que es una I en inglés y francés de interinidad, y así han transcurrido 46 años de provisionalidad.

La agencia de la ONU para los refugiados palestinos UNRWA– tiene distinta categoría al común de las ONG, porque pertenece al sistema de Naciones Unidas, porque es responsable de asistencia humanitaria, pero también de la educación y sanidad de seis millones de palestinos en Cisjordania, Gaza, Líbano, Jordania y Siria; porque nos recuerda todos los días con su trabajo a las víctimas de un conflicto político y de una ocupación colonial. Su importancia explica su consideración como objetivo militar y la gravedad de la retirada de fondos –no por España– a una Agencia que contrata por miles personal local.

Algún responsable político militar israelí mencionó en octubre de 2023 el plazo temporal de ocho meses para realizar la operación que sea y desconocemos.

Ya han pasado más de seis y podría quedar lo peor, en matanzas, terrorismo no estatal, respuesta de algún vecino a las provocaciones constantes, expulsión de un millón de palestinos al Sinaí egipcio.

Sigamos mirando entretanto la galleta o el paracaídas, entretenidos con la logística humanitaria, y observando al tiempo cómo el gotero de legitimidad moral del que Israel ha disfrutado durante tres cuartos de siglo por los crímenes recibidos en el pasado pues se va acabando, y no habrá enfermero o enfermera que la sustituya por uno nuevo en el futuro.

Cuando uno tiene a su padre en la UVI, pongamos por caso, se obsesiona con las galletas que se come o deja de comer, hoy dos, ayer una, tres cucharadas de sopa seguro que le sientan bien, la compota de manzana parece que le ha gustado, y mientras tanto el cáncer o la medicación hacen su vida paralela, y seguimos mirando fijamente a los ojos del gotero sin que nos devuelva la mirada, ni un mísero side eye. Sirva el símil para la limpieza étnica en marcha en Palestina no desde octubre sino desde hace un siglo, y no es acusación, sino descripción de un tipo de colonialismo anglosajón allí practicado que busca desplazar o eliminar al colonizado.

Un ejercicio de distracción utilizado con generosidad consiste en convertir un conflicto político, la violación del derecho internacional, crímenes de guerra, asesinatos colectivos y ejecuciones extrajudiciales en un problema humanitario, que lo es, pero como consecuencia.

Publicado el
17 de abril de 2024 - 21:16 h
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