El blog del Foro Milicia y Democracia quiere ser un blog colectivo donde se planteen los temas de seguridad y defensa desde distintas perspectivas y abrirlos así a la participación y debate de los lectores. Está coordinado por Miguel López.
Catatumbo, implosión de la política de paz
La región colombiana del Catatumbo, zona fronteriza con Venezuela del Departamento Norte de Santander, se ha visto sobresaltada en los últimos días por la crudeza de las luchas de grupos armados ilegales, que se disputan el control del territorio. En este área neurálgica están radicados grupos del crimen organizado de distinta naturaleza a ambos lados de la frontera, debido a la confluencia de negocios ilícitos. Las condiciones creadas en la zona han madurado hasta producir un estallido de violencia, consecuencia del ataque de una fracción del ELN al Frente 33 de las disidencias de las FARC, en el que los primeros informes hablaban ya de decenas de muertos y secuestrados, y de miles de desplazados.
El ataque guerrillero, preparado desde el lado venezolano con concentración de efectivos, ha hecho escalar rápidamente el incidente armado. El Gobierno colombiano declaró el estado de emergencia para enviar refuerzos militares a la zona y atender la crisis humanitaria de los desplazados, que desborda las previsiones locales al unirse también los refugiados y migrantes que ya estaban establecidos precariamente en el área. La activación del conflicto armado en Catatumbo se une a otros focos de actividad en distintos departamentos de los diversos Grupos Armados Organizados (GAO), denominación que agrupa a los grupos guerrilleros supervivientes —ELN y disidencias FARC, EPL— y a las bandas de narcotraficantes, especialmente el Clan del Golfo y el Tren de Aragua.
La explosión de violencia en Catatumbo supone el regreso a los peores momentos del conflicto armado interno, con la exhibición de las masacres, los asesinatos selectivos de interlocutores sociales y el desplazamiento masivo de la población. La opinión pública, acostumbrada a la dinámica acción-represión de otras épocas, se mantiene expectante ante la reproducción del fenómeno. La política de seguridad del presidente Petro, diseñada en torno al concepto “paz total”, recibe tal vez el golpe definitivo, tanto por la gravedad intrínseca de los hechos como por el momento en que se producen. Bogotá ha anunciado la suspensión de las conversaciones, pero de facto llevaban ya meses sin producirse.
La crisis del Catatumbo llega en un momento especialmente delicado de las relaciones entre Colombia y Venezuela, tras la renovación fraudulenta del cargo del presidente Maduro
El ELN, principal actor guerrillero superviviente, ha experimentado una clara evolución en la última década, acentuada en el periodo de diálogo abierto por el Gobierno colombiano. El grupo, con sus actividades ilícitas de extorsión, tráfico y minería, resulta indistinguible de cualquier otra banda criminal. La guerrilla guevarista ha perdido cohesión política, deslizándose desde su doctrina de toma del poder en Colombia a una difusa ideología continental de revolución bolivariana, conectada con la defensa del Sur Global. La dirección mantiene residencia estable en Venezuela por las facilidades dadas por el régimen de Maduro, con el que se ha coordinado para expulsar a otros grupos delincuenciales competidores. La tolerancia, incluso la eventual colaboración con las fuerzas armadas (FANB), es un hecho perceptible en muchos indicadores operativos.
La crisis del Catatumbo llega en un momento especialmente delicado de las relaciones entre Colombia y Venezuela, tras la renovación fraudulenta del cargo del presidente Maduro por fundamentadas sospechas de amaño en las elecciones. En estas circunstancias, en las que están en juego poderosas razones de orden humanitario, comerciales y de seguridad en la frontera, el presidente Petro, aunque se ha unido a la mayoría de la comunidad internacional para denunciar la falta de legitimidad democrática del régimen de Maduro, no ha llegado a dar el paso de la ruptura de relaciones diplomáticas. La violencia desatada en la zona aconseja mantener el canal de comunicación entre gobiernos y rebajar una escalada verbal que dificulta el manejo responsable del conflicto.
Visto en perspectiva, el horizonte de las elecciones de 2026 también ha influido en la ansiedad del gobierno y de los equipos de apoyo internacional en buscar los acuerdos de paz. La realidad es que la política de apaciguamiento e interlocución con los grupos armados no ha funcionado como se esperaba y, además, puede haber contribuido a la progresiva atomización, división en la dirigencia y luchas intestinas por el dominio delincuencial en las zonas locales. Así, el gobierno se ve compelido a volver a primar el recurso militar que había sido previamente desarticulado para reforzar su posición negociadora, lo que contradice las bases de su programa de paz, basado en el diálogo, la desmovilización y la inversión pública para la transformación social.
Con esta ruptura de hostilidades, la política de paz del gobierno Petro parece haber implosionado definitivamente. Los planes pasaban por lograr un acuerdo integral de desmovilización del ELN en las conversaciones de La Habana, que sería presentado a la sociedad colombiana para su ratificación antes del proceso electoral. Sin embargo, el tiempo ha ido alejando el objetivo con la fragmentación del grupo guerrillero, la división interna, la injerencia venezolana y el rearme de la estructura criminal derivado de los negocios ilegales. La pérdida de esta oportunidad, unida a la bunkerización de Caracas y a un escenario internacional de primacía del realismo de los intereses frente a la mediación, se han aliado para desacreditar un necesario proceso de paz.