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Entre la sombrilla y la hamaca: la humanidad se va de vacaciones

Miguel López (FMD)

Llevamos un tiempo de celebraciones deportivas: la Roja en la Eurocopa, Alcaraz en el tenis en Roland Garros y Wimbledon cuando aún resuena el gran triunfo mundial de nuestro equipo femenino de fútbol el año pasado (algo desdibujado por el asunto Rubiales) y ahora nuestras medallas en los Juegos Olímpicos. Alborozo, festejos y alegría por doquier que siguen a los pintorescos sanfermines y empalma con las escapadas a la playa, la montaña o el pueblo para desconectar de la rutina o para participar en las múltiples fiestas patronales de nuestros pueblos y ciudades. 

Es decir, caemos un año más en la modorra estival durante la cual el sopor de la calorina nos aleja, o eso queremos, de los feos asuntos con los que cada día nos bombardean los medios de comunicación y las redes sociales. A la vuelta de las vacaciones nos encontraremos depurados, con las pilas cargadas y el ánimo suficiente para encarar el inicio del curso, sea este cual sea.

El que venga detrás que arree o que me quiten lo bailao: qué rico es el refranero español.

 Mientras, el terrorismo machista en este país sigue su senda, imparable. Los terroristas de ETA asesinaron menos que estos machirulos patrios. No son abertzales vascos, ni indepes, sino casi siempre muy españoles y mucho españoles que viven entre nosotros, codo con codo en la cervecería del barrio o en el el partido del domingo. Terroristas indetectables pero no menos letales.

Pero, oye, qué pasada de paisaje, eh? Qué a gusto se está en este valle, fresquitos.

 Mientras, Biden, aconsejado por sus próximos, se retira de la carrera presidencial causando un gran alivio en las filas de los demócratas americanos que daban ya por perdidas las elecciones. Ahora queda todo por hacer en vista de que Kamala Harris no ilusiona como debiera a un electorado progresista dividido por cuestiones climáticas, migratorias y sobre todo por la cuestión palestina.

Ah, qué rica brisa marina sopla en este chiringuito playero y, mira, el mar está como una balsa. Esto es vida.

 Mientras, el asesino Netanyahu sigue arrancando de cuajo la vida de los habitantes de la franja de Gaza (sí, ahí enfrente mismo de nuestras playas levantinas, unos kilómetros más allá) y arrasando las pocas infraestructuras que van quedando en una tierra donde, aunque mañana mismo acabara la ofensiva, ya no sería posible vivir. Poco importa que en noviembre gane Harris o Trump (ellos no mandan realmente en esa “democracia” deforme, sino los de siempre, la imparable oligarquía militar-industrial), las bombas van a seguir transportándose desde Estados Unidos a Israel con destino final las cabezas de mujeres y niños gazatíes.

Mira, mira qué golazo le hemos colado al inglés por toda la esquina. Qué partidazo, colega.

 Mientras, la niñez y la juventud, y con ellas la esperanza y la vida, se les está escapando de las manos a millones de criaturas del Sur de Sudán, víctimas de la guerra, de la falta de agua, de alimentos y de atenciones sanitarias básicas. O a los miles de niños también atrapados en la guerra en el Este del Congo a quienes han robado su infancia mediante violaciones, reclutamientos forzosos en las guerrillas, trabajos forzados en régimen de esclavitud, desplazamientos forzosos o pobreza extrema.

Guau, tío, qué exquisita estaba la paella. ¿Y qué me dices del postre? Venga, pago yo esta vez.

 Mientras, otro criminal de guerra llamado Vladimir, aspirante a zar-faraón, sigue en su afán de reconquistar todas las Rusias (y de paso el régimen soviético o zarista, que tanto da para el pueblo), mediante el machaque cotidiano de esta ciudad, esta escuela o este hospital de la vecina Ucrania para que a sus habitantes se les quite la tontería esa de integrarse en el corrupto club occidental.

Hoy tenemos muchísimas Kim Phuc en la franja de Gaza abrasadas por el fósforo blanco, muertas o mutiladas y sus fotos y vídeos tienen millones de visualizaciones

 ¿Qué hará falta para que la opinión pública mundial, y en especial la estadounidense, despierte, se desperece y se movilice para detener esta barbarie? ¿Cuántas barbaridades tenemos que ver aún para que haya una toma de conciencia colectiva que exija a nuestros gobiernos que pare los pies al gobierno asesino de Israel? En los años 70 una simple imagen, la de la niña Kim Phuc abrasada por el napalm, fue el revulsivo para que la sociedad americana tomara conciencia de lo que su gobierno estaba perpetrando en Vietnam y a partir de ahí comenzó la cuenta atrás para el fin de aquella guerra. Hoy tenemos muchísimas Kim Phuc en la franja de Gaza abrasadas por el fósforo blanco, muertas o mutiladas y sus fotos y vídeos tienen millones de visualizaciones. ¿Qué nos ha cambiado como sociedad? 

No estamos en los años 30 del siglo pasado, cuando la opinión pública no estaba al corriente verdaderamente, al menos al principio, de lo que estaba haciendo el régimen nazi en Alemania. Los más informados sí lo sabían pero miraban para otro lado. La manipulación informativa goebeliana era perfecta y no tenía contrapartida ni fact-cheking alguno. 

Hoy, en las sociedades modernas, gracias principalmente a las redes sociales, ya nadie puede ignorar lo que está pasando en Gaza, y si alguien no lo sabe es porque ha tomado libremente la decisión de no querer saberlo. Es una opción personal, legítima, sí, pero también cobarde e insolidaria. Y lo peor de todo esto es que nos estamos acostumbrando como sociedad mientras nuestro silencio es más estruendoso que las explosiones cotidianas en Jan Yunis o en Rafah. Ese es el crimen más odioso, el silencio.

Nos vamos a la montaña, a la costa, al pueblo, o nos quedamos en casa, agazapados bajo el techo y la penumbra para soportar la canícula, pero nuestra conciencia no puede desconectar de la masacre diaria que están cometiendo gobernantes sin escrúpulos ni moral con la complicidad directa de nuestros políticos e indirecta de quienes los hemos elegido. 

Yo también disfruto de la brisa, de la buena sombra, de la buena mesa cuando las circunstancias lo permiten, pero siempre con el susurro de mi conciencia bordoneando mis tímpanos, intentando insertar en mis retinas en filigrana las imágenes de criaturas inocentes sin padres, sin piernas, sin futuro, que los medios han olvidado publicar en sus cabeceras. No me siento limpio, por mucho que me duche o me perfume.

Como decía el gran Forges “Pero no te olvides de...”

Llevamos un tiempo de celebraciones deportivas: la Roja en la Eurocopa, Alcaraz en el tenis en Roland Garros y Wimbledon cuando aún resuena el gran triunfo mundial de nuestro equipo femenino de fútbol el año pasado (algo desdibujado por el asunto Rubiales) y ahora nuestras medallas en los Juegos Olímpicos. Alborozo, festejos y alegría por doquier que siguen a los pintorescos sanfermines y empalma con las escapadas a la playa, la montaña o el pueblo para desconectar de la rutina o para participar en las múltiples fiestas patronales de nuestros pueblos y ciudades. 

Es decir, caemos un año más en la modorra estival durante la cual el sopor de la calorina nos aleja, o eso queremos, de los feos asuntos con los que cada día nos bombardean los medios de comunicación y las redes sociales. A la vuelta de las vacaciones nos encontraremos depurados, con las pilas cargadas y el ánimo suficiente para encarar el inicio del curso, sea este cual sea.

Publicado el
2 de agosto de 2024 - 20:41 h
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