Hace unos meses escribí aquí sobre los orgasmos cerebrales, los ASMR: estimulaciones sensoriales que se provocan a través de una serie de imágenes y sonidos muy concretos y que ayudan a relajar y a conciliar el sueño. Ya avisaba entonces que los psicólogos eran bastante escépticos con esta técnica y que en su opinión no había ninguna base científica en todo aquello, que no hay una causa-efecto entre ver de forma repetitiva una serie de vídeos o escuchar una serie de sonidos para poder entrar en esa fase de relajación idónea y lograr así dormir de forma profunda. Prometí contar cómo me habían funcionado y siento decir que no lo logré. No entré en esa comunidad de ASRM en la que se pasan vídeos estimulantes y que comparten experiencias de orgasmos cerebrales. Fue un pequeño fracaso.
Pero los insomnes no nos rendimos nunca, aunque tengamos la tentación de acabar asumiendo que no dormir es lo normal y que al fin y al cabo, descansar menos de 5 horas seguidas no es tan malo. Ni siquiera en vacaciones logramos, al menos yo, estabilizar las horas de sueño. Y dormir a ratos cortitos acaba siendo nuestra rutina. Si son 4 horas seguidas te sientes afortunada y si no te has desvelado más de dos veces durante la noche, te despiertas feliz porque esa noche sí que realmente has descansado (o es lo que quieres creer). Te engañas y lo sabes, pero hay que convivir con este fiel compañero de viaje que se resiste a abandonarnos. Lo peor del insomnio es desvelarse dos horas antes de que suene el despertador porque sabes que entonces la noche se ha acabado y el día va a ser muy largo. Ratos larguísimos en los que no dejas que la cabeza pare, repasas las tareas pendientes, los temas de los artículos que vas a tratar esa semana (sí, ustedes también han entrado en ese selecto club que me quita el sueño), piensas en el curso que vas a dar, el trabajo que no has entregado todavía del máster que estás estudiando. Sí. Tu cabeza no para y lo peor de todo es que lo que piensas en esas horas de oscuridad te parecen auténticas genialidades, crees que estás siendo especialmente brillante y haces un esfuerzo por que todas esas ideas no se te escapen y las puedas recordar al día siguiente. Y no, la mayoría las olvidas completamente, por mucho que te esfuerces en seguir el trayecto mental que te llevó hasta ellas. Se esfuman y odias más aún las horas de sueño que te han robado. Me resisto a dejarme una libreta en la mesilla para apuntarlas, primero porque encender la lámpara y ponerte a escribir despierta a la persona que tienes al lado y, al menos, que uno de los dos duerma (envidio profundamente su capacidad para dormirse y no desvelarse en toda la noche). Y segundo porque creo que eso me desvelará aún más.
Pero no, los insomnes no nos rendimos y acabamos devorando todo lo que se publica sobre sueño o cómo dormir de forma rápida y profunda. Y lo último que ha caído en mis manos es la técnica que utilizan los soldados de élite del Ejército de Estados Unidos. Ellos saben que el estrés y el insomnio son sus peores enemigos, los que les hacen cometer los peores errores de estrategia. Lo llaman la demencia del soldado, secuelas que empezaron a detectar en los que combatieron en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Así que, después de muchos estudios, la escuela de prevuelo de la Marina de Estados Unidos desarrolló un método "científico" para dormirse de día o de noche, en cualquier situación, en menos de dos minutos. ¡¿Se imaginan?! Poder decidir donde sea y cuando sea que hay que dormirse y lograrlo ¡en dos minutos! Una locura. Yo sólo pienso en las horas que he perdido dando vueltas en la cama buscando el sueño que he perdido y siento que he tirado demasiado tiempo a la basura. Pero lo mejor de este método, atentos, es que aseguran que tiene un éxito del 96%. Sólo te piden que lo sigas a rajatabla durante 6 semanas. Tras ese entrenamiento militar, nunca mejor dicho, te prometen que te podrás dormir en cualquier situación, da igual el ruido que haya, como si están cayendo bombas (y esto es literal para ellos, claro).
El método lo dividen en cuatro etapas: lo primero es prestar atención a nuestra cara. Muchas veces no nos damos cuenta pero nos metemos a la cama en tensión (sobre todo cuando temes que esa noche va a ser larga, porque los vecinos están metiendo ruido, porque los niños están enfermos y van a despertarte más de una vez o porque al día siguiente hay algo que te tiene preocupado y por tanto te quita el sueño, literal). Así que te piden que te concentres en tu rostro y logres relajarlo: el ceño, la lengua, dejar de tener los ojos apretados. La segunda etapa centra su atención en nuestro cuerpo, en el torso, los brazos, las manos, los hombros. Es un poco parecido a la relajación con la que se termina una clase de yoga, el savásana. Tener conciencia de tu cuerpo y lograr relajarlo de una forma consciente. La tercera fase te pide que intentes controlar tu propia respiración: que inhales y exhales aire de forma consciente y relajada, intentando bajar el ritmo de tu respiración. Y centrando tu atención en las piernas y en los pies, la última parte de tu cuerpo que te piden ir soltando poco a poco. La última fase es la más complicada, al menos para mi: te piden que durante unos 10 segundos relajes tu mente. No que no pienses en nada, porque es imposible. Te piden que dejes de pensar en lo que te preocupa y te concentres en una serie de imágenes que te proporcionan una sensación de relajación (esta parte me ha recordado un poco a la de los orgasmos cerebrales). Te proponen incluso qué visualizar para lograr calmar la mente: un lago y una canoa, una hamaca de terciopelo negra en una habitación a oscuras o tumbados bajo un cielo azul. Durante esos 10 segundos sólo tienes que repetirte “no pienses, no pienses, no pienses”. Según el método, todo esto requiere de mucha disciplina, al fin y al cabo estamos hablando del ejército y te aseguran que si repites todo este proceso durante 6 semanas, mes y medio aproximadamente, logras adoptar una serie de hábitos con los que conseguirás en un futuro dormirte cuando quieras, donde quieras, en menos de dos minutos.
Ya que estamos arrancando el año y ya que este 2019 promete traer muchos momentos intensos, de esos que te desvelan por la noche, voy a empezar a practicarlo para lograr mi rutina en 6 semanas (aunque me temo que voy a necesitar algo más). ¡Felices sueños para este 2019¡
Hace unos meses escribí aquí sobre los orgasmos cerebrales, los ASMR: estimulaciones sensoriales que se provocan a través de una serie de imágenes y sonidos muy concretos y que ayudan a relajar y a conciliar el sueño. Ya avisaba entonces que los psicólogos eran bastante escépticos con esta técnica y que en su opinión no había ninguna base científica en todo aquello, que no hay una causa-efecto entre ver de forma repetitiva una serie de vídeos o escuchar una serie de sonidos para poder entrar en esa fase de relajación idónea y lograr así dormir de forma profunda. Prometí contar cómo me habían funcionado y siento decir que no lo logré. No entré en esa comunidad de ASRM en la que se pasan vídeos estimulantes y que comparten experiencias de orgasmos cerebrales. Fue un pequeño fracaso.