Entre misil y misil

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Pues este jueves estábamos en el fuego cruzado de dos misiles. El que lanzó Víctor de Aldama, desde la cárcel, al gobierno. Un misil a la mismísima línea de flotación del equipo de Pedro Sánchez, señalando a varios ministros, Ábalos y Angel Víctor Torres, su mujer, Begoña Gómez, su secretario general, Santos Cerdán. Y el que lanzó Rusia contra Ucrania y que puso los pelos de punta a muchas cancillerías europeas.

Del primero, de Aldama. Habló de reuniones, de comisiones, de pagos en negro y en sobres (el imaginario con esto es terrible, los sobres nunca más traerán buenas noticias a los partidos políticos) y de reuniones frecuentes con miembros del gobierno. Aldama dejó una frase: “No soy en el Banco de España” que, según su declaración, demostraría que el equipo de Ábalos y en concreto su asesor, Koldo, empezaron a cogerle gusto a esto de recibir dinero para sus cosas. Pagos con muchos ceros detrás. Pagos de casas, pagos de sus relaciones extramatrimoniales...

Habló también de su famosa foto con Sánchez, “una más de las muchas que el presidente se hace con gente en los mítines”, nos dijeron en su momento desde Moncloa. Pues bien, Víctor de Aldama dijo que esa foto no era una más, que esa foto fue buscada por el propio presidente del Gobierno, por Pedro Sánchez, porque quería “agradecerle todo lo que estaba haciendo en México”. El empresario tenía varios negocios en ese país y había facilitado varios encuentros.

Todo esto tiene un detalle, pequeño, insignificante, menor: Víctor de Aldama está en la cárcel y ha pedido declarar voluntariamente. Sus motivos son claros, quiere buscar un acuerdo, seguramente, a cambio de dar información. Y es curioso porque por lo que está Aldama en prisión es por otro caso, por la trama del fraude de los hidrocarburos. Su declaración busca rebajar su pena. Pero ha decidido cantar sobre otra, sobre el caso mascarillas que ya es el caso Ábalos y que amenaza con acabar siendo algo más.

El PSOE anunciaba acciones legales contra Aldama, negaba haber recibido dinero, negaba reuniones, incluso alguno pedía geolocalizar sus móviles para demostrar que nunca habían coincidido.

Víctor de Aldama está en la cárcel y ha pedido declarar voluntariamente. Sus motivos son claros, quiere buscar un acuerdo, seguramente, a cambio de dar información.

Veremos en qué queda ese misil que Aldama quiso lanzar ayer desde la cárcel. Veremos cuántos daños colaterales genera más allá de Ábalos.

Más complicado va a ser limitar los daños que quiere hacer Rusia. El del miedo ya lo ha logrado. Este jueves, sin ningún tipo de rubor, señalaba objetivos a los que atacar fuera del territorio ucraniano: una base militar de Estados Unidos en Polonia, una base inaugurada hace pocos días. Horas antes, había lanzado su primer misil balístico intercontinental. Traducido: que cayó en Dnipro porque así lo decidieron pero que podía haber caído en cualquier parte del mundo.

Polonia ha movilizado a su Ejército, en Europa se toman en serio esta peligrosa escalada de la guerra en Ucrania. El final de la etapa de Biden al frente de la Casa Blanca puede precipitarlo todo. Y no precisamente hacia la paz.

Pues este jueves estábamos en el fuego cruzado de dos misiles. El que lanzó Víctor de Aldama, desde la cárcel, al gobierno. Un misil a la mismísima línea de flotación del equipo de Pedro Sánchez, señalando a varios ministros, Ábalos y Angel Víctor Torres, su mujer, Begoña Gómez, su secretario general, Santos Cerdán. Y el que lanzó Rusia contra Ucrania y que puso los pelos de punta a muchas cancillerías europeas.

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