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¡A la escucha!

Optimistas comprometidos

Helena Resano nueva.

Ni Pilar Rubio juega al fútbol, ni Edurne tampoco. Las dos tienen sus carreras, que se las han currado a pulso, Pilar con micrófono en mano cuando arrancaba La Sexta y ella era reportera del programa Sé lo que hicisteis,y Edurne, con su música, su talento y su trabajo. Las dos pelean por seguir trabajando cada día, al margen de con quién estén o quién sea el padre de sus hijos.

Pero eso da igual cuando estamos hablando de fútbol y lo mezclamos bien con la ponzoña que hay en las redes. Si Sergio Ramos no rinde, no está al nivel deseado, no es convocado con la selección o su equipo pierde la Liga, la culpa para una legión de indocumentados y odiadores profesionales es de Pilar Rubio.

Y lo mismo pasó la noche del miércoles: si el Manchester pierde la Europa League en la tanda de penaltis y encima es por culpa de un penalti que falló como tirador el portero De Gea, pues nada, a machacar a su pareja en las redes y a insultarla hasta que se agote la lista.

Ellas desdibujadas tras los nombres de ellos. Y así, una y otra vez. Le ocurrió a Sara Sálamo hace un tiempo y me temo que Pilar y Edurne no serán las últimas. ¡Y hay tantas y tantas mujeres que brillan por ellas mismas y que hay que poner en valor!

Sin Photoshop, gracias

Sin Photoshop, gracias

Hace unos días me pidieron que participara en la gala de entrega de premios de la revista Anoche tuve un sueño. Si el nombre de la publicación les parece sugerente, el de los galardones les va a entusiasmar: Optimistas comprometidos. Ocho categorías en las que se premiaba a todos aquellos que, en su faceta profesional, habían apostado por no retirar la mirada en un momento tan complicado: se habían remangado para aportar lo mejor de ellos. Profesionales que con su compromiso se habían empeñado en mejorar, aportando su granito de arena, esta sociedad que a veces parece realmente agotada y enferma y no sólo por un virus. Científicos que llevan años metidos en un laboratorio empeñados en encontrar cómo hacernos la vida más fácil y que cuando son reconocidos por ese esfuerzo, casi piden perdón.

Ahí va un nombre: Ana María Cuervo, para la inmensa mayoría una completa desconocida. Una mujer menuda, “pequeña” como se definió ella misma, pero un gigante en talento y en compromiso. Su currículum es apabullante: es la codirectora del Instituto Einstein para la investigación del envejecimiento de Nueva York. Ocupa la cátedra Robert and Renée Belfer para el estudio de enfermedades neurodegenerativas en la Universidad Yeshiva, también de Nueva York. Su trabajo no consiste en parar el envejecimiento, envejecer decía ella al recoger el premio debería ser una alegría porque nos hace más sabios (ojalá, ojalá). De lo que se trata es de que lleguemos a esa etapa de nuestra vida con la mejor salud posible, en plenas facultades. Que el cuerpo acompañe a la mente. Su investigación nos puede cambiar la vida, su trabajo es apasionante, y la noche del martes casi pidió perdón por no saber comunicar, contar, transmitir lo que está haciendo. Me entraron ganas de subir al escenario y abrazar a ese cuerpo menudo, decirle que la admiración que sentíamos todos desde el patio de butacas era enorme. Y que sus palabras habían inspirado a más de uno aquella noche. Al menos a mí, madre de una futura investigadora y madre preocupada por no saber qué futuro va a tener.

Ana María animó a todas las chicas que habían elegido ese camino y sentí pena de que todos los que están a punto de dar ese paso, de elegir su carrera, no pudieran escucharla. La semana que viene es la temida EBAU, miles de chicos y chicas decidirán qué quieren estudiar, por dónde quieren tirar. Hagan lo que hagan, sean lo que sean, sólo les pido, especialmente a ellas, que no se dejen tapar por nadie, que brillen, que sea quien sea su pareja, su marido, el padre de sus hijos, nadie les desdibuje. Que ellas, y también ellos, sean optimistas comprometidos. Los necesitamos, ahora más que nunca.

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