No cabe otro arcoíris. Las ententes más despiadadas del capitalismo postindustrial han retapizado sus logotipos en pro de la causa elegétebeí. «No hay cosa en el cielo o en la tierra, Horacio, de la que no podamos sacar tajada». Enfrentándose a esta pérfida maniobra mercadotécnica, el partido de la unidad de destino en lo universal se afana descolgando banderas arcoíris. Su vocero nacional ha interrumpido momentáneamente sus labores como personaje de Bruguera para gruñir un argumentario aleccionador: somos tan machos que la mera visión de un paño coloreado nos puede abocar a la sodomía. ¡Hábil maniobra globalista! La agenda veintetreinta es un enemigo astuto, pero gracias a Dios hay un partido nacionalcatólico comandado por divorciados y adúlteros dispuestos a dar la batalla por Occidente y las almas.
Gran contribución al debate político nacional. Uno de julio y todavía no ha empezado la campaña electoral. ¡Quién lo diría! Nuestros líderes de sorbe y sopla le han cogido el gustillo a la entrevista. Les vale cualquiera: Wyoming, Pablo Motos o unas hormigas de felpa. Pedro soy el presidente del gobierno Sánchez lleva semanas perfeccionando el arte de endilgar una mismísima cantinela. Querrá ganar alguna apuesta. Una guerra, una pandemia y una erupción volcánica entran en un bar. Duelo de titanes en El Hormiguero, ese ágora. Nos han parido una nueva teoría de la conspiración: a Pedro Sánchez le fue bien porque los socialistas se habían infiltrado entre el público. Con Pablo Motos de por medio, no imputaría a la maldad lo que se puede atribuir a la estupidez. Entre Alsina (al que la semana pasada poseyó el espíritu de Quintero) y el marionetero de Trancas y Barrancas, la precampaña se nos ha puesto filosófica. Por veinticinco pesetas, diferencias entre mentir y cambiar de opinión. Metafísico estáis, amigo Sancho.
Tras predicar moderación a las sombrillas de un polideportivo, el portavoz popular de campaña se sinceró ante el pueblo soberano: fue un error no apoyar la reforma laboral. Camarada Casero, ¡presente!
Suma y sigue. Al día siguiente, don Alberto, que a duras penas distingue Plasencia de Granollers, logró llegar al plató. Dijo que los políticos no tienen que meterse en lo de la eutanasia y que por eso él va a recurrir la ley. O lo uno, o lo otro, querido. Es curioso lo que se parecen un liberal y uno del Opus. En unos años veremos a Maroto pidiendo el matarile con Rajoy de invitado y se cerrará el círculo. ¡Últimas noticias! Hay que derogar el sanchismo, que nos hace votar en vacaciones. Un mes y todavía con el racarraca: lo mismo Borja Sémper no era tan ingenioso como pensaban. Tras predicar moderación a las sombrillas de un polideportivo, el portavoz popular de campaña se sinceró ante el pueblo soberano: fue un error no apoyar la reforma laboral. Camarada Casero, ¡presente!
Yolanda fue a ese programa de La Sexta que finge ser un informativo. El de los tirantes le preguntó (otra vez) por el veto irenemontesco. "Eso no es lo que importa a la gente", dijo, sonriente. Qué manera de sondear los espíritus, carajo. Para conocer tan finamente al personal, mucho está tardando la dictadura del proletariado.
Suena un teletipo: en Extremadura las derechas han hecho manitas. Gran hito: otra comunidad sin violencia de género. En Irán tampoco hay homosexuales: todos son adúlteros; y claro, hay que matarlos. Verás cómo Macarena Olona sale a chupar cámara a cuenta del Orgullo. Ojalá le pida consejos a Arrimadas, que ella sabe cómo hacerse querer en esas manifestaciones.
No cabe otro arcoíris. Las ententes más despiadadas del capitalismo postindustrial han retapizado sus logotipos en pro de la causa elegétebeí. «No hay cosa en el cielo o en la tierra, Horacio, de la que no podamos sacar tajada». Enfrentándose a esta pérfida maniobra mercadotécnica, el partido de la unidad de destino en lo universal se afana descolgando banderas arcoíris. Su vocero nacional ha interrumpido momentáneamente sus labores como personaje de Bruguera para gruñir un argumentario aleccionador: somos tan machos que la mera visión de un paño coloreado nos puede abocar a la sodomía. ¡Hábil maniobra globalista! La agenda veintetreinta es un enemigo astuto, pero gracias a Dios hay un partido nacionalcatólico comandado por divorciados y adúlteros dispuestos a dar la batalla por Occidente y las almas.