¿Periodismo crítico? ¿Periodismo comprometido? Estudiantes de la madrileña Universidad Rey Juan Carlos me han invitado a participar esta semana en los debates que han organizado en torno a esas fórmulas. He aceptado, por supuesto, y comprendo perfectamente a qué hacen alusión mis anfitriones y por qué lo formulan así. Resulta triste, no obstante, tener que adjetivar la palabra “periodismo”, todos deberíamos ver una redundancia en expresiones como “periodismo comprometido” y “periodismo crítico”. Por definición, el periodismo está comprometido con la verdad -aquella que puede sacar a la luz con sus modestos medios- y con la ciudadanía. Por su propia naturaleza, el periodismo es crítico con aquellos, generalmente los poderosos, que intentan ocultar las muchas verdades que pueden incomodarles.
Pero sé que las nuevas generaciones de periodistas –como los chavales y chavalas con los que conversaré esta semana en la Rey Juan Carlos, y aquellos con los que estuve la pasada en la Facultad de Periodismo de la Universidad de Málaga- han crecido padeciendo un periodismo, si es que se le puede llamar así, acomodaticio, conformista y hasta mudo con los grandes poderes empresariales y financieros. Han crecido viendo cómo a los políticos profesionales se les puede zurrar –sale relativamente gratis, sobre todo si son de partidos opositores de izquierdas-, pero, por tu propio bien, no vayas más allá, forastero. Han constatado que los políticos y las folklóricas son los muñecos de feria situados en el circo mediático español para encajar los pelotazos -merecídisimos en muchas ocasiones- de la opinión pública. Para que ésta concentre en ellos su indignación por tanto atropello y así los verdaderos amos del cotarro, que suelen serlo también de los grandes medios, queden ocultos tras tan tupidas cortinas.
Entre mi encuentro de la pasada semana con los compañeros estudiantes de periodismo de Málaga y el de esta semana con los de la Rey Juan Carlos, he vivido otra estupenda experiencia relacionada con nuestro oficio: una visita a la sede parisina de Mediapart y largas conversaciones con su director, Edwy Plenel, el reportero que levantó el affaire Cahuzac, Fabrice Arfi, y la responsable en ese diario digital del área en castellano, Laurence Rizet. Me brindaron una hospitalidad fraternal y, cabe añadir, gozosa.
El día -el pasado jueves- que pasé en París lucía un sol primaveral, de esos que realzan la belleza de la ciudad y sacan a la gente a las terrazas de cafeterías y restaurantes con amplias sonrisas en las bocas. Pues bien, el ambiente en la redacción de Mediapart era aún de mayor contento. Hacía poco, el ministro socialista de Finanzas, Jérome Cahuzac, había dimitido y, luego, confesado en televisión que mintió como un bellaco cuando rechazó como “injurias delirantes” las informaciones publicadas por Mediapart según las cuales tuvo una cuenta secreta en Suiza con un mínimo de 600.000 euros, cuenta que luego trasladó a Singapur.
Desde The New York Times a L´Express, pasando por El País, los grandes medios tradicionales del planeta hablan ahora del “nuevo periodismo” que encarna Mediapart, socio editorial de infoLibre. Pues bien, con nuestros amigos de allí convine en que de “nuevo” nada. Periodismo de siempre, el buen viejo periodismo, el que no necesita adjetivos, el que defendía Pulitzer y el que alentaba a los reporteros, el director y la dueña del Washington Post en el caso Watergate.
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¿Que ahora se hace en soporte digital en vez de en papel? Tanto mejor: Internet permite a grupos de periodistas, como el dirigido por Plenel, emanciparse de las grandes empresas y los grandes bancos y dirigirse directamente a la ciudadanía. A través del hipertexto, posibilita asimismo dar más profundidad a sus informaciones, y, vía la participación, interactuar con sus lectores. Pero, aún así, lo que hacen en Mediapart, el buen vino que transmiten a través de los nuevos odres digitales, es periodismo puro y duro. No entretenimiento en búsqueda desesperada de la audiencia, ni tampoco compadreo con la clase política y los que están detrás o encima de ella.
Algunos gurús, determinados soportes y formatos, ciertos medios mastodónticos y no pocas empresas aventureras están ahora en crisis, ciertamente. Pero el periodismo, que es otra cosa, algo anterior y posterior a todo eso, algo de otra dimensión, tiene por delante una nueva edad de oro. Los amigos de Mediapart han puesto manos a esa obra; otros, también en España, hacen lo mismo. ¿De pago? Por supuesto. El periodismo de verdad siempre lo ha sido.
De todo esto hablaremos esta semana en la Universidad Rey Juan Carlos (twitter: @congresoURJC), y a todo esto dedicaremos algunas páginas en el próximo número de tintaLibre.
¿Periodismo crítico? ¿Periodismo comprometido? Estudiantes de la madrileña Universidad Rey Juan Carlos me han invitado a participar esta semana en los debates que han organizado en torno a esas fórmulas. He aceptado, por supuesto, y comprendo perfectamente a qué hacen alusión mis anfitriones y por qué lo formulan así. Resulta triste, no obstante, tener que adjetivar la palabra “periodismo”, todos deberíamos ver una redundancia en expresiones como “periodismo comprometido” y “periodismo crítico”. Por definición, el periodismo está comprometido con la verdad -aquella que puede sacar a la luz con sus modestos medios- y con la ciudadanía. Por su propia naturaleza, el periodismo es crítico con aquellos, generalmente los poderosos, que intentan ocultar las muchas verdades que pueden incomodarles.