Hay un fumadero extraoficial saliendo del palacio del Congreso a la derecha. Allí, en ese recodo del patio, se juntan espontáneamente los diputados que no resisten las sesiones sin darle unas caladitas al cigarro. Por cómo aspiran la nicotina se puede interpretar el grado de ansiedad o la tranquilidad con que se toman las cosas. Si alguien les ha tocado mucho las narices o si le acaban de dar un buen repaso al contrario, ahí está el tabaco para consolar o paladear la efímera victoria. José Luis Ábalos siempre ha sido de los que se toma su tiempo para expulsar el humo. Incluso ahora que tiene a Pedro Sánchez que fuma en pipa, me lo imagino decidiendo cada paso que dar con el pitillo en los labios, como un Bogart de barrio, tremendamente tocado.
A su alrededor siempre ha habido una nube de humo, un run run, una duda, que cuando ese presidente para el que había logrado tantos apoyos en los tiempos duros le soltó hace dos años y medio “hasta aquí ha llegado el camino” como despedida, casi se le traga. De la noche a la mañana dejó de ser ministro, pero sobre todo, dejó de ser secretario de Organización del partido. Un cese que internamente le abocaba al ostracismo. Quienes le rodeaban y reían sus chascarrillos en el rincón de fumar se evaporaron como bocanadas. Los anillos que se formaban a su alrededor adelgazaron hasta dejarle solo. Pero él siguió saliendo a fumar, cabizbajo y ensimismado. Hasta que en la actual legislatura se le nombra presidente de la Comisión de Interior y vuelven algunos compañeros a compartir el vicio en el patio del Congreso. Era una señal, un conato de recuperar cierto estatus, que ha durado menos de lo que se tarda en apurar el piti.
¿Qué había hecho Ábalos para merecer aquello? Pregunté entonces a colegas ministros del defenestrado, a altos cargos de su ámbito y a compañeros de partido. Rumores, insinuaciones, pero ningún hecho claro. “Ya sabes cómo es él”, decían unos y otros. Pero no, no lo sabía. Así que me senté con la fuente y se explicó. Estos días han vuelto los interrogantes. ¿Controla un ministro todo lo que hacen los cargos de confianza? Diversos exministros aseguran que es imposible, de hecho quien más quien menos se ha molestado alguna vez por decisiones que no habrían compartido de haberlas conocido de antemano. Cuando se llega al poder, sólo unos pocos tienen la llave de acceso al personaje del Ejecutivo. Debe producir una sensación orgásmica en cuanto se prueba. Se les ve en la cara. No todos lo usan para darse importancia pero hay quienes se enganchan al subidón de adrenalina y cada vez van a más. No hablamos de prevaricar, simplemente de creerse más poderoso que el jefe y comenzar a dar órdenes jugando al equívoco de que se hace en su nombre.
Quienes le rodeaban y reían sus chascarrillos en el rincón de fumar, se evaporaron como bocanadas. Los anillos que se formaban a su alrededor adelgazaron hasta dejarle solo
Ya hemos visto el vacío que rodea a los políticos cuestionados. Sorogoyen lo borda en El Reino. “He estado a punto de enviarle un whatsapp para darle apoyo en lo personal”, comenta un ex alto cargo. A punto… pero mejor que no quede constancia. Hay compañeros, de la etapa en la que sobraban dedos de la mano para contar los apoyos a Sánchez en el partido y en el Congreso, que sí le han escrito. Constatan que está devastado y, también, que recibió la orden de contratar a Koldo. Incluso los que aún le apoyan, consideran que pasarse al grupo mixto ha sido un fallo.
Ayer, miércoles de sesión de control, había diputados populares que aseguraban que Ábalos les daba pena. Para la oposición ya no es un objetivo. Cuca Gamarra señalaba en el pasillo a Armengol, a Santos Cerdán y al presidente Sánchez, mientras anunciaba denuncias ante la Fiscalía de la Unión Europea sin concretar en concepto de qué. Los fondos europeos aún no existían en los tiempos de la pandemia. El objetivo entonces era conseguir mascarillas porque de eso dependía no contagiarse, por ponerlo en contexto. El PSOE ha propuesto la creación de una comisión en el Congreso para investigar la compra de material sanitario por las administraciones públicas durante la pandemia. Isabel Díaz Ayuso ha cargado contra su constitución. Feijóo aún no se ha pronunciado. Se avecina la guerra de las mascarillas. Esto no ha hecho más que empezar.
Hay un fumadero extraoficial saliendo del palacio del Congreso a la derecha. Allí, en ese recodo del patio, se juntan espontáneamente los diputados que no resisten las sesiones sin darle unas caladitas al cigarro. Por cómo aspiran la nicotina se puede interpretar el grado de ansiedad o la tranquilidad con que se toman las cosas. Si alguien les ha tocado mucho las narices o si le acaban de dar un buen repaso al contrario, ahí está el tabaco para consolar o paladear la efímera victoria. José Luis Ábalos siempre ha sido de los que se toma su tiempo para expulsar el humo. Incluso ahora que tiene a Pedro Sánchez que fuma en pipa, me lo imagino decidiendo cada paso que dar con el pitillo en los labios, como un Bogart de barrio, tremendamente tocado.