“Verás lo que nos vamos a reír con el spin off del caso Koldo”, decía hace dos semanas un diputado popular. Las caras largas han sustituido ahora a las sonrisas de entonces. De Feijóo dando doctrina sobre la corrupción en los pasillos del Congreso hemos pasado a no querer pararse con los periodistas porque la cosa ha perdido la guasa tras conocerse la investigación al novio de Ayuso. Las mascarillas han volado como cuchillos en la sesión de control de esta semana. Lo que se preveía como una derivada de la versión original puede acabar convertido en una saga más prolífica que la de Star Wars. Hasta se podría empezar a hablar ya de franquiciar la corrupción mascaril porque sería un éxito seguro.
Visto desde la tribuna de prensa de la Cámara Baja pierde un poco la gracia. Te sientes como un guionista al que le están dictando las palabras. Según quien se suba al estrado, las bancadas se van transformando en la guarida de Alí Babá. Unas veces es la del PP, la de Vox o la del PSOE. Y piensas en la conclusión que sacará la ciudadanía de las acusaciones cruzadas para las que no se precisa sentencia judicial. Es mucho más rentable, de hecho, que no la haya porque así es más fácil acusar a quienes no se está investigado. El deterioro de las instituciones que se traslada será difícil de reparar. La falsedad va ganando terreno. Cuando el partido de Abascal entró por primera vez en el Congreso, eran los propios funcionarios quienes alertaban de cómo la ultraderecha intentaba dinamitar la democracia desde dentro.
El deterioro de las instituciones que se traslada será difícil de reparar. Cuando Vox entró por primera vez en el Congreso, eran los propios funcionarios quienes alertaban de cómo la ultraderecha intentaba dinamitar la democracia desde dentro
El PP se les adhirió rápido, por aquello de "si no puedes con tu enemigo, únete a él". Hay que felicitarle por superar al maestro. La presidenta de la Comunidad de Madrid ha salido enseguida a señalar a los poderes del Estado como muñidores de una conspiración contra su pareja. No olvidemos que esos poderes a los que acusa Ayuso son el Legislativo, Ejecutivo y Judicial. No se ha dejado a ninguno, retratándoles como la Orden Sith, el lado oscuro de la Fuerza. Como dijo Cristóbal Montoro en 2010, cuando estaba en la oposición, a la diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas: “Que caiga España, que ya la levantaremos nosotros”. Una estrategia que implica hundir al país para lograr el poder y presentarse como salvadores de una patria minada por ellos mismos. Convertido ahora en coro de plañideras permanente en la UE, el PP se está especializando en el desprestigio internacional de la bandera que cuelga de su muñeca. Menos lágrimas se derraman cuando la corrupción viene de serie o es distintivo familiar. En estos casos, una corriente de comprensión se extiende desde la cúpula hasta el último militante.
La creación de la comisión de las mascarillas, que se votará el próximo jueves 21 de marzo en el Pleno del Congreso y que el PSOE está seguro de que se aprobará, contará con el rechazo del PP. Elías Bendodo insiste en los pasillos del Congreso que solo la apoyarían si dimite la presidenta de la Cámara, Francina Armengol, a la que señalan como implicada en la trama de Koldo. Poco se está hablando de la que se puede desatar a lo Kill Bill en esa comisión. Ya no es solo que las sesiones se desarrollen a mascarillazo limpio, sino que raro será que haya comunidad autónoma que se libre de convertirse en caso clínico. Lo dicho, dará para una saga. El nombre extraoficial por el que se la ha bautizado es un título perfecto: la comisión de las mascarillas. Los políticos van a dejar sin trabajo a los profesionales del cine. Entre la soltura con la que interpretan sus papeles y las tramas que provocan, el año que viene se llevan todos los Goya, si es que sobreviven al año que tenemos por delante.
“Verás lo que nos vamos a reír con el spin off del caso Koldo”, decía hace dos semanas un diputado popular. Las caras largas han sustituido ahora a las sonrisas de entonces. De Feijóo dando doctrina sobre la corrupción en los pasillos del Congreso hemos pasado a no querer pararse con los periodistas porque la cosa ha perdido la guasa tras conocerse la investigación al novio de Ayuso. Las mascarillas han volado como cuchillos en la sesión de control de esta semana. Lo que se preveía como una derivada de la versión original puede acabar convertido en una saga más prolífica que la de Star Wars. Hasta se podría empezar a hablar ya de franquiciar la corrupción mascaril porque sería un éxito seguro.