Iraq, Libia, Siria, Afganistán… ¿por qué siempre fallamos al exportar la democracia?

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Nuestras tropas y aviones de combate, y con ellas una buena partida de gasto público, siempre despegan hacia un mismo objetivo declarado: llevar la democracia y la libertad a otros países.

La doctrina de la justificación altruista

Así lo explicó Aznar tras la detención de Sadam Hussein en 2003, y lo repitió un año después ante el Congreso de los Estados Unidos, cuando rindió homenaje a los militares “que han entregado su vida para devolver al pueblo iraquí su libertad y consolidar su democracia" luego negó que España participara en aquella guerra, y hasta tendrá su cuota de razón, porque todo es subjetivo, los hechos no existen, son discursivamente construidos, ¿aún no lo sabías? pero en fin, dejemos eso para otro día.

La misma hipótesis altruista esgrimió también Zapatero en 2010, tras desplazar las tropas españolas a Afganistán, siguiendo la nueva agenda del Tío Sam. Fue también durante el homenaje a los caídos, porque, a la hora de hablar a sus compañeros y familiares, siempre es bueno resaltar los nobles ideales de democracia y libertad que motivan una intervención, no vaya a ser que el rollo de asegurar recursos estratégicos no se entienda del todo bien.

¿Y cuando la OTAN bombardeó Siria o Libia? Mismo discurso altruista, fue también declaradamente en pro de la democracia y la libertad, porque eran intolerables las dictaduras de Assad y Gadafi. Mucho más que autocracias similares a las que vendemos armamento, claro está. De hecho eran buenos socios, poco antes. ¿Y cómo están hoy Siria, Libia o Iraq? ¿Avanzan por fin hacia la democracia y la libertad?

A nivel massmediático, no se sabe. Desaparecieron de los titulares poco después de ser demonizadas y bombardeadas. Ya no ocupan portadas ni telediarios, misión cumplida, nada que ver, circulen de nuevo. Indagando un poco, veremos que no, que las situaciones son de violencia sectaria, pobreza extrema en ausencia de Estado, guerra cronificada con millones de muertos civiles y el esclavismo campando a sus anchas. En palabras de una trabajadora nigeriana, “Libia no es un país. No tienes derechos, ni libertad, ni dignidad.” El retorno de Afganistán a manos talibanes no es más que el último episodio. Lo “normal” en esas misiones humanitarias es que fallen.

Suspenso en exportación de democracias

Pero ¿por qué nunca funciona? ¿Cómo es posible que se nos dé tan mal exportar libertad y democracia, si lo hacemos tanto? Deberíamos, tal vez, hacer autocrítica y sacar denominador común, aprender de esos errores, la próxima vez que decidamos malgastar fondos y vidas en acompañar a EE.UU. en su próxima “guerra humanitaria”.

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Tapujos aparte, dejémonos de candideces: la realidad es que las operaciones no salieron tan mal. La motivación nunca fue la preocupación por los derechos humanos, ni las dictaduras. Los objetivos eran otros. El denominador común de los países bombardeados es amenazar los intereses geoestratégicos de EE.UU., las dictaduras que sí respetan esos intereses no tienen problemas por más que vulneren los derechos humanos, como es el caso del régimen saudí, o qatarí. Incluso son excelentes socios.

En realidad, esas operaciones fueron todo un éxito, según el objetivo declarado por James Baker, Secretario de Estado norteamericano: el objetivo era «devolver a Iraq a la Edad de Piedra». El Gobierno de Israel fue algo más comprensivo con Palestina, habló de devolverla solamente a la Edad Media. Arrasar las infraestructuras del pueblo díscolo y sumirlo en el caos del sectarismo religioso, para eliminar su soberanía y convertirlo en una potencia inocua, dependiente, a costa de millones de vidas truncadas. Truncar todo proyecto panarabista o soberanista (en eso andaban Iraq, Palestina, Siria y Libia antes de caer las bombas). A posteriori, Biden ha reconocido que el objetivo real “nunca fue construir una nación en Afganistán”, sino proteger la seguridad de EE.UU. Es lo contrario de lo que dijo el Secretario de Estado Colin Powell al comienzo de la guerra: “Los EEUU están comprometidos con la construcción de una democracia estable en Afganistán”.

Es sólo un ejemplo más de la llamada ‘doctrina altruista’ para justificar las intervenciones en Oriente Medio. Por eso la decepción de toda Europa en estos días, ¿cómo podemos abandonarles así? ¿Para qué han servido estos veinte años de guerra y tantas vidas entregadas? Si un familiar hubiera muerto en esas guerras humanitarias, me sentiría doblemente humillado: por las justificaciones mentirosas y por los intereses foráneos que realmente se estaban defendiendo.

Nuestras tropas y aviones de combate, y con ellas una buena partida de gasto público, siempre despegan hacia un mismo objetivo declarado: llevar la democracia y la libertad a otros países.

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