Desde la tramoya
Bono al alquiler
En 2007, cuando desde el Ministerio de Vivienda que dirigía Carme Chacón pusimos en marcha la Renta Básica de Emancipación, una ayuda directa de 220 euros a los jóvenes trabajadores para el pago de su alquiler, la vivienda estaba entre los principales problemas del país. La tasa de desempleo juvenil era aún relativamente baja (cerca del 20%, aunque pronto empezaría a escalar escandalosamente),pero los españoles estaban a la cola en edad de emancipación en relación a otros países de nuestro entorno. Por lo demás, el porcentaje de españoles que alquilaban era casi la mitad que ahora, y aún había una obsesión por comprar vivienda (ese capitalismo ciudadano muy de Thatcher emulado por Aznar consistente en hacer un país de pequeños propietarios), que no existía en Alemania, en Francia o en los países nórdicos.
Hasta tal punto llegaba ese contraste con los conservadores, que justo cuando nosotros estábamos preparando nuestros números y nuestras propuestas, el PP organizó una convención sobre Vivienda, en la que, para contrastar con nosotros –los del alquiler– se plantearon propuestas de incentivo de la compra. Pobre “alquiler”, siempre el hermano pobre del mercado inmobiliario en la tradición española.
Ahora la situación del mercado es sensiblemente distinta. El alquiler se ha duplicado como opción frente a la compra; y la oferta ha aumentado, en gran parte gracias a la labor hecha por los inversores inmobiliarios, que han visto que en el alquiler también hay rentabilidad, aunque sea a medio plazo. También porque ahora un impago se resuelve antes en el juzgado y porque las opciones de compartir piso o vivir en 25 metros se han normalizado entre los jóvenes.
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Sin conocer aún los detalles del nuevo bono para el alquiler que el Gobierno ha anunciado –250 euros al mes para jóvenes con nómina, muy similar a aquella “renta básica” de hace 14 años– ya se ha precipitado Pablo Casado a decir que la medida es innecesaria y que Rajoy hizo mucho más por ayudar a los jóvenes que los socialistas. Escucharle le deja a uno anonadado, porque lo que cuenta tuerce tanto la realidad que resulta disparatado. Mientras España salía de la crisis, en paralelo a la recuperación del resto de países europeos a partir de 2013, y la tasa de desempleo juvenil bajaba, Rajoy no hizo absolutamente nada en la materia. Ni una ley de Vivienda, ni una regulación del suelo, ni menos aún ayudas directas como las que ahora se proponen. El cheque vivienda, como también se le llamó, desapareció como tantas otras ayudas directas y jamás fue recuperado. Hasta ahora.
Hace bien el Gobierno en fijar su atención en los jóvenes. Es completamente cierto que quizá por primera vez en un siglo las generaciones nuevas vivirán peor que las de sus padres, sufriendo las consecuencias de esa crisis sistémica del capitalismo que el mundo entero sufrió en 2008; y también las consecuencias de una pandemia que trastocó temporalmente sus esperanzas. Es una cuestión de principios. Esos chicos que hoy tienen 25 años están sufriendo las durísimas consecuencias de los pecados nuestros, de los excesos de sus mayores: un capitalismo de casino desbocado desde hace décadas, un consumismo desaforado que deja al planeta maltrecho, unas cuentas públicas que quizá no puedan garantizarles un retiro digno.
Esa generación de jóvenes, que aun con tan poca esperanza económica mantiene una conciencia social como no se había visto desde los años 60, merece el esfuerzo más contundente de las autoridades. El Gobierno acierta al ayudarles, y la derecha se equivoca cuestionando la ayuda. Pablo Casado sabrá por qué lo hace, pero desde luego va a tener que explicarlo mucho mejor. Rajoy era un señor mayor registrador de la propiedad, pero Casado (y Díaz Ayuso, por cierto) deberían ser más sensibles hacia las penurias de quienes vienen detrás, al menos por pura coincidencia generacional.