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Desde la tramoya

Fracaso y éxito de Iglesias

Fracaso

Lo que desalojó al Partido Popular del Gobierno en 2004 no fue la Guerra de Irak. Menos aún el atentado del 11 de marzo, tres días antes de la elección. De hecho, la intención de voto al PP aumentó de manera inmediata después del brutal golpe terrorista, como suele suceder, gracias a ese efecto que llamamos "cierre de filas". Tras un atentado, una agresión exterior, un desastre natural o una catástrofe de otro tipo, tiende a subir el nivel de aprobación de quien gobierna. Si el gobierno de entonces, y el candidato oficialista, Mariano Rajoy, hubieran hecho los deberes con propiedad, Rajoy habría sido presidente en 2004.

Fue la arrogancia lo que se llevó por delante al presidente Aznar y a quien él había designado como candidato. La arrogancia que ya se había observado con el desastre del Prestige, con el accidente del Yakolev, con el desprecio del 90 por ciento de la opinión pública que rechazaba la Guerra y, ya en plena decadencia, con la boda estilo Imperio que se organizó para la hija del presidente.

Es la arrogancia lo que pierde a Pablo Iglesias. No lo puede evitar. Como Aznar —otro macho alfa que, por lo que sea, por su asertividad o su chulería, consigue convertirse en jefe de la manada —, Pablo Iglesias constata de manera recurrente su dominio, su endiosamiento, el sentimiento ególatra de creerse en posesión de la verdad.

Por eso, puede permitirse el lujo de decirle a Albert Rivera que "no sirve para nada en política". O de decretar, muy democráticamente, que el tiempo de Rajoy se ha terminado.

Podríamos creer que Iglesias es como tantos líderes de la izquierda española. Gente que, bienintencionada y noble, cree que cualquier bien nacido debería estar por principio del lado de los débiles y que, a partir de ahí, defiende las políticas públicas que protegen a los vulnerables y los menesterosos. Yo ahí, en ese grupo, podría colocar sin temor a equivocarme a Gaspar Llamazares, a Cándido Méndez o a José Luis Rodríguez Zapatero. El problema es que Pablo Iglesias no da señales de estar en esa categoría. De estarlo, no insultaría, no torcería el gesto en actitud de matón y no iría por ahí perdonando la vida. A esos supuestos principios de la izquierda, él superpone su propia ambición personal. Y eso el espectador medio lo nota. Por eso, en cierto modo, su apuesta fue un fracaso. A Iglesias no le sale ser, ni siquiera de manera impostada, buena persona.

Éxito

El objetivo de Iglesias con esta moción de censura no era convertirse en presidente del Gobierno. Eso era imposible desde el principio porque no tenía los apoyos necesarios. El objetivo de Iglesias era convertirse en líder de la oposición. Y eso era relativamente fácil porque Sánchez no es diputado, porque el PSOE está descompuesto y porque el Reglamento del Congreso da un amplio margen a quien se presenta como candidato alternativo en las mociones.

Tan clara era la estrategia de Iglesias, que la ha declarado decenas de veces. Obligar al PSOE a cabalgar sus contradicciones. Poner al PSOE en la decisión de apoyar al PP o apoyar a Podemos, etc... Y tan clara es que se la recordó el mismísimo portavoz del PSOE, José Luis Ábalos, ¡para inmediatamente tirarse a los brazos del candidato proponiendo un entendimiento de la izquierda! Yo no sé qué les han dado a algunos socialistas que creen que Iglesias apoyaría un gobierno presidido por un socialista. Eso jamás sucederá, mientras Podemos tenga un apoyo sociológico similar al del PSOE.

Iglesias fracasó en su moción por chulo, arrogante y demagogo, pero acertó en su camino por asaltar el cielo de la izquierda. El cielo socialdemócrata, el mayor espacio electoral de España, del que se ha empeñado en desalojar a los socialistas.

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DISCULPAS

Memorando para el presidente Maduro

Nada puede justificar que en este artículo yo me tomara la licencia de llamar al líder de Podemos "chulo", "arrogante" y "demagogo". Con esos insultos yo mismo me comporté como tal.

Le pido disculpas a él en primer lugar. Y se las pido también a los lectores de infoLibre y a sus editores.

[Nota de disculpas añadida por el autor horas después de la publicación del artículo].

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