Elecciones de segunda, perversión de primera

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Año 2023: tres convocatorias electorales en un contexto de incertidumbre y convulsión internacional hacen de este año un momento especial. Apasionante para quienes nos dedicamos a analizar la realidad socio-política, quizá excesivo para quienes lo ven desde la distancia. Directores de campaña afinan su estrategia, los partidos presentan los rostros más relevantes; las incógnitas comienzan a despejarse. Pero en el fondo, subyaciendo a cada gesto, emerge una perversión de la lógica democrática.

La repetición electoral de las legislativas del año 2019 ha provocado que este año se vayan a abrir tres urnas: cronológicamente, las dos primeras se pondrán en todos los municipios y en doce comunidades autónomas; las terceras, para elegir a congresistas y senadores. Cada una de ellas debe responder a una pregunta distinta: ¿quién quiere usted que gobierne los próximos años su ciudad, su comunidad autónoma, y este país?

La lógica del sistema, sin embargo, está operando en otra dirección. Absorbidos cada vez más por los vericuetos de la política nacional, toda la estrategia electoral está orientada a lo que se considera la gran cita: las elecciones legislativas previstas para fin de año, cuando elegiremos diputados, diputadas, senadores y senadoras; quienes a su vez elegirán al presidente o presidenta del Gobierno de España. Tanto es así, que en no pocas ocasiones se alude a las municipales y autonómicas como la “meta volante” o la “primera vuelta” de las generales. En definitiva, elecciones de segunda frente a la gran cita, las legislativas.

¿Por qué ocurre esto? En primer lugar, es sabido que el resultado de las municipales orienta mucho el de las generales, por lo que la noche del 28 de mayo, en vista de lo que las urnas digan, se realizarán sin duda alguna proyecciones sobre los resultados de las legislativas. Esto supone asumir que se votará a los candidatos y candidatas a las alcaldías o comunidades autónomas en función de la simpatía por las siglas del partido y no por quienes ocupan las listas o por cómo se valora su gestión en los últimos años. Aunque la evidencia empírica de más de cuatro décadas de democracia matiza mucho esta afirmación, es posible que esta vez sea así, pero ¿por qué?

La política nacional gana en repercusión mediática y social a cualquier otra. La personalización de la política, la verticalización de los partidos y su adaptación a la lógica de la “democracia de audiencia”, en la que cada vez el líder tiene más peso en detrimento de la organización, son algunas de las causas. Se asume así que en la decisión del voto no pesará sólo la valoración y propuestas de los candidatos locales, sino también el deseo de apoyar o castigar a Pedro Sánchez, Alberto Nuñez Feijóo o sus homólogos de otras formaciones. A esto coadyuva la pérdida de peso e influencia de la prensa local en beneficio de los medios de ámbito nacional —especialmente los que tienen en Madrid su sede central y su acción informativa y editorial—, así como la pujanza de las redes sociales, que paradójicamente responden a una lógica más nacional que global o local.

Se asume así que en la decisión del voto no pesará sólo la valoración y propuestas de los candidatos locales, sino también el deseo de apoyar o castigar a Pedro Sánchez, Alberto Nuñez Feijóo o sus homólogos de otras formaciones

Que los hechos discurran por esta vía es algo que debería preocupar al conjunto de las fuerzas políticas. Cada vez que se instalan las urnas en un municipio o una comunidad autónoma se requiere hacer un ejercicio de rendición de cuentas de la gestión realizada y de valoración de las propuestas de futuro. La pregunta que ha de contestar la ciudadanía está clara: ¿Quiere volver a dar su confianza a quien ha gobernado la ciudad o la comunidad autónoma por los aciertos que ha tenido o, por contra, cree que su gestión no será la mejor para los próximos cuatro años y prefiere optar por otras fuerzas? Negar, por la vía de la comunicación, esta lógica, supone pervertir el sentido de cada elección. Las tres arenas, los tres terrenos de juego electorales —municipal, autonómico y nacional—, se confunden y se contaminan.

Si finalmente, cuando se abran las urnas de Congreso y Senado, se confirma que esto ha sido así, será una constatación de cómo estos tiempos van haciendo mutar la realidad sociopolítica y nos traen, por la vía de los hechos, toda una perversión de nuestra lógica democrática.

Mientras tanto, un poco de respeto hacia quienes han gestionado o aspiran a gestionar municipios y comunidades autónomas. Sí, esos que se encargan de garantizar el abastecimiento de agua y vertidos, el modelo urbanístico, el transporte público, las guarderías, las residencias de mayores, los mercados municipales, la educación, la sanidad, los servicios sociales, el desarrollo territorial, el estado de las carreteras…

Año 2023: tres convocatorias electorales en un contexto de incertidumbre y convulsión internacional hacen de este año un momento especial. Apasionante para quienes nos dedicamos a analizar la realidad socio-política, quizá excesivo para quienes lo ven desde la distancia. Directores de campaña afinan su estrategia, los partidos presentan los rostros más relevantes; las incógnitas comienzan a despejarse. Pero en el fondo, subyaciendo a cada gesto, emerge una perversión de la lógica democrática.

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