Feminismo: mucho camino avanzado y mucho más por recorrer

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El pasado 8 de marzo muchas cosas cambiaron en este país. Al calor del movimiento de artistas estadounidenses #MeToo, y con el escándalo de La Manada como telón de fondo, la movilización que las mujeres protagonizaron en la primera huelga feminista convocada en nuestro país sorprendió a las propias organizadoras.

Días antes del 8 de marzo, las redes empezaron a echar humo, se multiplicaron los colectivos de mujeres que, inspiradas por las periodistas, nos sumamos al "Paramos" – científicas, profesoras, mujeres del movimiento ecologista, mujeres inmigrantes, redes de ganaderas , etc-. Una tupida red de diversas procedencias se estaba tejiendo. Hoy empezamos a tener datos de hasta dónde han llegado el cambio. Algunos son muy significativos.

En el mundo de la opinión pública es especialmente interesante esta encuesta elaborada por 40Db, con la socióloga Belén Barreiro al frente, en la que se indica que el 82% de la ciudadanía cree que hay desigualdad entre hombres y mujeres en todos los derechos. Esto indica que existe ya la percepción del problema, y que en la agenda pública ocupa un puesto destacado.

El segundo gran efecto que parece confirmarse es que la sociedad española le ha perdido el miedo a la palabra feminismo. Algo impensable hace una década, cuando los 8 de marzo eran encuentros de amigas y conocidas manteniendo la llama encendida pero con muchas dificultades para ampliar su perímetro. Hoy, según 40Db, el 58% de las mujeres y el 46% de los hombres se declaran feministas, y aunque tienen mayor adhesión aquellos que votan a partidos de izquierdas, entre los votantes de derechas existe también una amplia simpatía que hace que no puedan obviar el problema, y les plantea no pocas contradicciones. La reacción de algunos de los líderes populares ante las declaraciones más machistas de Pablo Casado responden a esto, sin olvidar la crítica que el líder conservador cosechó, entre otras, de la responsable de igualdad en Galicia por su propuesta de abolir la actual ley del aborto y volver a la de supuestos de 1985.

Es esta transversalidad la que explica que encontremos cada vez más signos en la vida pública que responden a esta sensibilidad: se multiplican las listas de mujeres expertas que quieren visibilizar su trabajo, es difícil seguir el ritmo de novedades editoriales que se publican sobre feminismo en forma de ensayos, novelas, cómics o unidades didácticas, y no hay evento que se precie que no tenga en cuenta que en toda conferencia, panel o mesa redonda, obviar la presencia de mujeres es arriesgarse a ser objeto de duras críticas.

Todo esto ha tenido su correlato en el ámbito legislativo. El Real Decreto-Ley de medidas urgentes para garantizar la igualdad entre mujeres y hombres en el empleo, en el que se incluye la ampliación del permiso por paternidad de forma progresiva hasta alcanzar las 16 en 2021, es un ejemplo de ello.

Recapitulando: la desigualdad de género -en todas sus facetas- se ha introducido en la agenda pública ocupando un lugar destacado, el feminismo ha dejado de ser un concepto extraño y ajeno y ha conseguido despertar simpatías y adhesiones en un amplio sector de la población. Tanto, que se ven cada día más símbolos en la escena pública al respecto, y se está avanzando notablemente en el ámbito legislativo. Sin duda, avances para celebrar y poner en valor.

¿Suficiente? En absoluto. El conjunto de la sociedad tenemos mucho trabajo por hacer. La brecha salarial se sitúa en algunos sectores en torno al 23%, las mujeres seguimos teniendo dificultades a la hora de acceder a los puestos de máximo poder tanto en el sector público como en el privado, los cuidados siguen siendo mayoritariamente una responsabilidad exclusiva de ellas, y ya se acercan a 1.000 la cifra de mujeres asesinadas por violencia machista desde que hay registros.

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El movimiento feminista tiene ante sí un gran reto: reconocer y valorar lo conseguido, y al mismo tiempo ampliar su base social. Para ello, es fundamental saber mantener la pluralidad de feminismos de forma que se sea capaz de dar respuesta a la diversidad de situaciones, enfoques y planteamientos ideológicos de las mujeres como protagonistas y de hombres conscientes de la necesidad de cambio. El objetivo debe ser permear el conjunto de estructuras sociales de forma que ningún ámbito quede ajeno a la denuncia de las desigualdades. Y hacerlo desterrando miedos.

Es bien sabido que la extrema derecha postfranquista tiene en el feminismo uno de sus principales puntos de ataque. Saben que el cambio profundo que la igualdad supone genera en muchos hombres y no en pocas mujeres miedo y zozobra. Justo el material del que se nutren para llegar a esos sectores de la sociedad. Las nuevas masculinidades que describe Monica Zgustova en este artículo lo demuestran: hombres fuertes, autoritarios, capaces de "poner orden", como me explicaba hace poco una votante de Vox. El movimiento feminista, si es consciente de ello, tendrá que articular una estrategia para evitar ser utilizado de esta manera.

Ahora que estamos ya inmersas en una intensa campaña electoral que durará meses, es un momento excepcional para plantear desde la transversalidad a todos los partidos políticos que el feminismo ha venido para quedarse. Quien quede al margen de la lucha por la igualdad de la mitad de la población, estará quedando fuera también de la democracia. Sí, ya sé que hay quien ya está allí. La pregunta es si algún otro partido le querrá acompañar.

El pasado 8 de marzo muchas cosas cambiaron en este país. Al calor del movimiento de artistas estadounidenses #MeToo, y con el escándalo de La Manada como telón de fondo, la movilización que las mujeres protagonizaron en la primera huelga feminista convocada en nuestro país sorprendió a las propias organizadoras.

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