La pandemia ha sido una dura prueba para muchos de los cambios sociales que estaban en marcha antes de su aparición. Algunas cosas como la revolución digital, la preocupación y las políticas ambientales, la transición ecológica o el cuestionamiento del modelo de globalización vigente han sido aceleradas como parte de respuesta al shock que ha producido el covid-19. Hay otras, sin embargo, que han sido aniquiladas. No me atrevo a decir si la marcha atrás en la incorporación de la perspectiva de género a todos los espacios públicos está entre las primeras o entre las segundas, pero su desaparición de las conversaciones, los debates y los discursos resulta tan evidente como abrumadora.
Basta echar un vistazo a los programas de los miles de webinars, talleres, conferencias y foros, tanto virtuales como presenciales, que se han celebrado estos meses para constatar que aquel esfuerzo que se hizo a fin de alcanzar, como criterio general, la paridad en este tipo de eventos, se ha esfumado. Cada vez son más las convocatorias que en lugar de celebrar un "panel" celebran un "man-el", sin ninguna mujer entre los participantes, o si acaso, por aquello de guardar las formas, tan sólo con la moderadora. El último escándalo ha surgido con el Foro La Toja, donde de 48 panelistas tan sólo había 4 mujeres, pero no es el único.
Hace unos años muchos hombres del mundo de la cultura, de la academia, de la creación, habituales conferenciantes y asiduos al análisis en público, se adhirieron a la iniciativa #NoSinMujeres, en virtud de la cual se comprometían a no participar en evento alguno que no contara con mujeres entre las personas expertas. Me consta que algunos mantienen vivo el compromiso, porque a mí misma me han preguntado por el resto de compañeros y compañeras cuando les he convocado a un debate. Algunos.
Coincidiendo en el tiempo surgieron iniciativas como @hayexpertas, @mujerconciencia, @RedPolitologas, @mujereseneco, y hasta la oficina del Parlamento Europeo en España lanzó la iniciativa #DóndeEstánEllas?, con el objetivo de visibilizar la presencia de mujeres expertas en el espacio público. Todos estos esfuerzos estaban dedicados a invalidar la excusa de "Este es un sector muy masculinizado y no encontramos mujeres". Claro que hay expertas: buenas, regulares y cuestionables, al igual que los expertos.
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¿Tan importante es que haya expertas mujeres referentes en los debates y espacios públicos? Por supuesto, y no sólo por visibilidad, representatividad y justicia. La incorporación de la perspectiva de género es vital. En el artículo Covid-19: los impactos del brote en el género, publicado en la revista científica The Lancet, Clare Wenham, Julia Smith y Rosemary Morgan piden que se pongan en marcha políticas de intervención que eviten el incremento de la brecha de género, para lo que es indispensable incorporar el enfoque de género a estas políticas y asegurar que se cuenta con mujeres en los equipos científicos. En la misma línea se pronuncia este estudio de ISGlobal, elaborado por Sheila Fernández-Luis, Elena Marbán Castro, Leire Pajín Iraola, Belén Saavedra Cervera y Sara M. Soto González, que destaca la escasa presencia de mujeres expertas referentes en los medios "Según datos de febrero de 2020 publicados por Women in Global Health, por cada tres hombres citados en todo el mundo durante la cobertura mediática del coronavirus, solo se cita a una mujer."
Todo esto se produce en un momento en el que están empezando a ver la luz informes de distintas instituciones y centros de investigación que muestran cómo la pandemia ha agravado las desigualdades de género y está afectando de forma especial a las mujeres. El fondo para la población de NNUU lo cuenta aquí, donde destaca que el 70% de los puestos sanitarios y de cuidados lo ocupan mujeres, estando expuestas a un mayor peligro, y que el riesgo de violencia contra ellas aumenta en situaciones de tensión como estas.
No es ninguna broma, frivolidad o ansias de protagonismo reivindicar el papel de las mujeres en la vida pública, a todos los niveles. El esfuerzo que se hizo hace unos años, al calor del éxito desbordante del #8M, no puede relajarse. Y menos ahora, en plena pandemia, donde nos jugamos la vida. Nosotras también.
La pandemia ha sido una dura prueba para muchos de los cambios sociales que estaban en marcha antes de su aparición. Algunas cosas como la revolución digital, la preocupación y las políticas ambientales, la transición ecológica o el cuestionamiento del modelo de globalización vigente han sido aceleradas como parte de respuesta al shock que ha producido el covid-19. Hay otras, sin embargo, que han sido aniquiladas. No me atrevo a decir si la marcha atrás en la incorporación de la perspectiva de género a todos los espacios públicos está entre las primeras o entre las segundas, pero su desaparición de las conversaciones, los debates y los discursos resulta tan evidente como abrumadora.