Las movilizaciones del transporte son un ejemplo de la crisis de intermediación

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Como describía este domingo Angel Munárriz en este trabajo, corren tiempos de descontento y movilizaciones que conviene entender y analizar en profundidad. Por mucho que la música de fondo suene reaccionaria, sería demasiado fácil ver en la extrema derecha y en quienes ansían la caída de este Gobierno la mano que agita las revueltas; lo cual no significa que esa oposición ultraconservadora no utilice a favor de sus objetivos cualquier signo de malestar social.

Llevamos una década hablando de crisis de representación y generalmente lo hacemos respecto a los políticos. Se nos olvida a menudo que esa crisis, que de forma tan clara expresaron los indignados del 15M, no se circunscribía al Congreso de los Diputados, parlamentos autonómicos y grandes ayuntamientos. Extendía su crítica al conjunto del establishment, incluyendo también a organizaciones sociales, sindicales o patronales, que habían perdido en buena medida la confianza de quienes decían representar.

Este fenómeno está operando con fuerza en las movilizaciones del transporte, y en cierta medida, en las del campo y otras que vendrán. La primera es la más llamativa. A quien se haya perdido en los detalles del conflicto le recomiendo echar una ojeada a este artículo de Joan Coscubiela, dirigente sindical ya retirado de la primera línea, donde repasa los pormenores. Tras un acuerdo entre el Gobierno y el Comité Nacional de Transporte por Carretera, plasmado en el Real Decreto-ley 3/2022, de 1 de marzo, de medidas para la mejora de la sostenibilidad del transporte de mercancías por carretera y del funcionamiento de la cadena logística, las movilizaciones convocadas por la Plataforma Nacional para la Defensa del Transporte suman ya dos semanas sin que el último acuerdo alcanzando consiga detenerlas, al menos de momento.

Más allá de las reivindicaciones, que han sido ampliamente expuestas y debatidas en otros artículos, me interesa fijar la atención en lo que este conflicto refleja de crisis de representatividad. El Gobierno, acudiendo a los cauces establecidos, ha dirigido las conversaciones a través del Comité Nacional de Transporte por Carretera, órgano de participación integrada del sector, regulado por la Ley de Ordenación de los Transportes Terrestres (art. 58) y su Reglamento, y constituido por representantes de las asociaciones profesionales del transporte. Para formar parte del CNTC, es necesario que tales asociaciones profesionales acrediten su representatividad ante la Dirección General de Transporte Terrestre. La designación de los miembros del Comité Nacional se realiza democráticamente por las mismas organizaciones. En definitiva, desde un punto de vista formal, es el espacio donde los transportistas pueden hacer oír su voz y encauzar el diálogo y la negociación.

Las causas de tan desconcertante fenómeno son múltiples, pero se pueden resumir en la pérdida de confianza en las estructuras tradicionales, con dificultades para entender los cambios que se suceden a ritmo vertiginoso fruto de novedades tecnológicas

Sin embargo, pese al acuerdo alcanzado en este ámbito, una plataforma –impulsada por líderes de evidente filiación ultraderechista–, que surgió hace más de una década a través de las redes sociales al margen de los espacios formales de negociación y participación, ha sido capaz de lanzar la movilización y sostenerla durante más de dos semanas, aun habiendo obtenido ya el sector notables beneficios del diálogo entre las asociaciones reconocidas y la Administración. En efecto, se trata de un claro ejemplo de crisis de representación, en este caso de las organizaciones patronales que forman parte del Comité.

Las causas de tan desconcertante fenómeno son múltiples, pero se pueden resumir en la pérdida de confianza en las estructuras tradicionales, cada vez con más dificultades para entender los cambios que se suceden a ritmo vertiginoso fruto de novedades tecnológicas, que a su vez provocan importantes transformaciones culturales. Lo explica de forma magistral Ignacio Sánchez Cuenca en su último libro, El desorden político. Democracias sin intermediación (Catarata): “Hay en marcha un proceso global de desintermediación, con múltiples manifestaciones. Las transformaciones asociadas a la digitalización de numerosas actividades, sumado a los valores individualistas de nuestra época, crean las condiciones para un cuestionamiento generalizado de la intermediación”. Lo que provoca, en este caso, que el Gobierno esté llegando a acuerdos con quien no convoca las movilizaciones.

El asunto de las crisis de las intermediaciones da para mucho y traerá a la actualidad no pocos debates, que generarán reacciones adversas. Desde la aparición de plataformas como la de los transportistas impugnando a las organizaciones formalmente representadas en el Comité Nacional del Transporte por Carretera, hasta el reciente interés por las comunidades energéticas que buscan democratizar el modelo más allá de las grandes compañías eléctricas, en todos estos movimientos subyace una crisis de las estructuras de intermediación, aunque la forma de afrontarla sea en cada caso radicalmente distinta. No nos conformemos con trazos gruesos; urge afinar el análisis.

Como describía este domingo Angel Munárriz en este trabajo, corren tiempos de descontento y movilizaciones que conviene entender y analizar en profundidad. Por mucho que la música de fondo suene reaccionaria, sería demasiado fácil ver en la extrema derecha y en quienes ansían la caída de este Gobierno la mano que agita las revueltas; lo cual no significa que esa oposición ultraconservadora no utilice a favor de sus objetivos cualquier signo de malestar social.

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