Caníbales
La espalda del candidato
Mi club del teatro es mucho más anárquico que El club de la lucha, pero quizá rompo las reglas al contarlo: somos un núcleo duro, admitimos invitados y, aunque nada nos gusta más que ir juntos al teatro, no somos posesivos: no hay “líneas rojas” ni reproches si nos desfogamos con extraños (por ejemplo, lo mejor de este año -40 años de paz- no lo hemos visto juntos; lo peor tampoco).
El sábado coincidimos todos y, antes de empezar la obra nos zambullimos (como siempre) en la política.
- Me han contado que Pablo Iglesias es bipolar. Por eso a veces es un soberbio insolente y otros días sonríe encantador.
- Su sonrisa es parte de su soberbia.
- Que no, que es enfermedad.
- Yo estoy arrepentido: no lo vuelvo a votar. Debería irme con Pedro, pero me interesa Albert.
- ¡Qué dices! Los modelos de estado y de “lo social” de Albert y Pablo son incompatibles.
- Por el modelo de estado voté a Pablo…- suspira melancólico.
- ¿Y de repente ya no crees en la sanidad pública?
- Que sólo digo que voy a profundizar…
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Eso era el sábado. El domingo el PSOE publicaba una carta de ruptura con Pablo, el PP se relamía y los escépticos acusaban a Pedro de obcecación (Lucía Méndez, con criterio, aquí). Pedro, según muchos, ha sufrido un largo ataque de distorsión de la realidad al peor estilo Jobs.
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- Al menos lo ha intentado...
- ¿Defiendes el “mestizaje ideológico”?
- No, joder, pero si Pablo no se hubiera empeñado en humillarlo igual teníamos gobierno del cambio…
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Suena el timbre. Entramos en la sala.
Luego, retomamos:
- Ya votamos, ya les hicimos un encargo diferente y matizado…
- ¡Y les importó una mierda!
- Crecerá la abstención. Los votos con matices no perdonan… Muchos se van a retirar desilusionados, mascullando eso tan fatalista de “al final todos son iguales”.
- En cambio, el voto del PP se mantendrá.
- Si fuera al PP… Esos votos van a Rajoy…
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Dicen que Jesús Gil, cuando quería reunir el Consejo de Administración, se encerraba en el cuarto de baño y se miraba al espejo. Estos candidatos hacen exactamente lo mismo cuando quieren mirarse a los ojos de los ciudadanos.
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- Yo no entiendo la soberbia ni la pereza: unos siguen chuleando, otros siguen sentados, esperando... ¡Han pasado cuatro meses!
- Ojalá en junio nos ahorren los debates, los carteles electorales, los mítines… Después de esto, ya sabemos quiénes son.
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Pero somos un club de teatro y nos indigna también el latiguillo mediático, que se acuse a los candidatos (todos hombres, por cierto) de “teatralizar” la política.
Mientras ellos negociaban (o fingían negociar) nosotros hemos ido a muchos espectáculos: en ninguno había hipocresía, soberbia o pereza. Hemos visto dramas, vodeviles, comedias y monólogos, pero en todos hemos encontrado alguna verdad: con matices, con imaginación, con talento y con un enorme esfuerzo... Y, desde luego, en ninguno hemos topado con un actor que diera la espalda a su público como estos candidatos a sus ciudadanos.
- Tú, columnista, escribe que, a esos candidatos, los estamos pagando. Que llegar a un acuerdo es su p*** trabajo.
Decencia
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- Da mucha vergüenza ajena.
A estas alturas, el club sólo espera que, si hay elecciones, volvamos todos, todos, todos, a votar: con nuestros reparos, nuestras manías, nuestras ilusiones, nuestros derechos, nuestras declaraciones de impuestos y de principios... Y que a la segunda lo entiendan: que es su trabajo, que sus jefes somos todos y que, como dirían en el Club de la Lucha, “tienen que pelear”.
P.D.: vimos Los vecinos de arriba, de Cesc Gay. Sala llena, carcajadas atronadoras.