Diario de campaña
El ‘establishment’ se protege de los votantes
Me pilla el chupinazo de la campaña del 24-M entre dos lecturas: la de un ensayo lúcido y provocador, que se titula El Establishment, de Owen Jones, y la del nuevo barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que pronostica resultados electorales autonómicos, municipales y generales. No son malas herramientas para iniciar estos apuntes diarios con los que uno sólo pretende azuzar algún debate o reflexión compartida desde hoy hasta la jornada electoral del penúltimo domingo de este mes.
Owen Jones da voz en las primeras páginas de su libro (otro best-seller asegurado, como su anterior Chavs: la demonización de la clase obrera) a un tipo llamado Paul Staines, un miembro del equipo de asesores de Margaret Thatcher que pasado el tiempo se ha convertido en autor del blog político más seguido en Gran Bretaña, 'Guido Fawkes'. Proclama Staines (orgulloso y sin ningún pudor): “el capital siempre encuentra formas de protegerse de los votantes”.
Ese pulso puede condicionar las cosas también aquí en este año electoral del que aún no sabemos si terminará en cambio, en recambio, en más de lo mismo o en un cóctel cuyo sabor final tardará en asentarse, como mínimo, lo que dura una legislatura, y no “dos peces de hielo…” Depende, sobre todo, del éxito que tenga el establishment en la protección de sus intereses, que mayormente asoman bajo denominaciones como “la estabilidad”, “el sentido común” y otras cosas parecidas. (En su vídeo de campaña, el PP ofrece incluso una "revolución sin pancartas... que aspira a cambiarlo todo para que lo que de verdad importa a la gente nunca cambie"). No puede sonar más a El Gatopardo.
Todo pasa por los pactos
Lo que concluye la encuesta del CIS hecha pública este jueves abunda en lo que dibujan otros sondeos de institutos demoscópicos privados: en términos de renovación o mantenimiento del poder político no conoceremos los resultados del 24-M hasta días o semanas después, porque dependerá de los pactos posteriores. Y lo mismo podría ocurrir con las elecciones generales del próximo otoño-invierno. “¡O no!” (que diría Mariano Rajoy en uno de esos ataques suyos de convicción).
El caso es que vivimos tiempos “líquidos”, fugaces, de incertidumbre o volátiles, poco importa el nombre (aunque sirva para denominar una corriente filosófica o una marca de refrescos).
Los vaticinios demoscópicos dibujaban hace sólo unos meses un escenario de caída del bipartidismo y un ascenso de Podemos que se describía como “imparable” en los grandes titulares. Entre el barómetro del CIS de enero y el de abril, Podemos pierde 7 puntos de apoyo y lo que aparenta ser “imparable” es el crecimiento de Ciudadanos. El sondeo sobre elecciones generales está realizado antes de la detención de Rodrigo Rato y del “paso atrás” de Juan Carlos Monedero, lo cual aporta aún más incertidumbre a esta foto instantánea, que por lo demás refleja un empate entre PP y PSOE, mientras resiste débilmente Izquierda Unida y se desploma UPyD hasta el riesgo de desaparición.
Si nos fijamos en el sondeo referido a las trece autonomías que abren las urnas el próximo 24-M y a siete grandes ciudades encuestadas, el CIS diagnostica un castañazo del PP, cuya férrea mayoría absoluta en Madrid y Valencia quedaría pendiente del apoyo de Ciudadanos, y el PSOE volvería a ser segunda fuerza, aunque en Madrid capital esa posición se la disputa Ahora Madrid. El PSOE tiene posibilidades de recuperar (con pactos) Extremadura y Castilla-La Mancha, y la ciudad de Barcelona podría ser gobernada por la plataforma que pilota Ada Colau.
Hasta ahí el trazo grueso. Porque si escarbamos en detalles, aparecen contradicciones evidentes, como el hecho de que la inmensa mayoría de la gente considera un desastre la situación económica, por mucho que Rajoy insista en presumir de recuperación como madre de su discurso para las batallas electorales de 2015. O como el dato de rechazo que suscitan el PP o el propio Rajoy. Si se atiende a la continuada tendencia sobre simpatía, o sobre preocupación por la corrupción, difícilmente se explicaría el apoyo que aún cosechan Esperanza Aguirre en Madrid o Rita Barberá en Valencia.
avisos contundentes
Sólo la osadía permitiría lanzar un pronóstico para el 24-M cuando en once autonomías el porcentaje de indecisos supera el 35% del censo electoral. Seguramente asistimos a la cita más incierta de cuantas hasta ahora ha celebrado la democracia desde 1977. Y no hace falta que lo diga el CIS. En este punto hay que volver a Owen Jones y preguntarse qué fórmulas puede escoger el establishment para “protegerse de los votantes”, por muy duro que suene en democracia. No se trata sólo de los discursos del miedo o de las insistentes proclamas empresariales en favor de la “imprescindible estabilidad política”, que obviamente sólo garantizan a su juicio los partidos más defensores de lo privado que de lo público. Basta repasar en los últimos quince días las coincidencias editoriales entre las principales cabeceras periodísticas, desde ABC a El País. Este último ha advertido reiteradamente a Rajoy que el PP debería abstenerse en Andalucía porque “no hacerlo equivaldría a disparar contra sus propios intereses, puesto que llegará el tiempo en que el PP necesite en muchas instancias de la ayuda de otros si quiere mantener parte del poder institucional que se arriesga a perder en las urnas.” El domingo pasado, el diario que preside Juan Luis Cebrián abroncaba directamente a la dirección del PSOE por descartar pactos autonómicos o municipales con el PP. Lo hacía casi con la misma rotundidad con la que viene resaltando las virtudes de las propuestas económicas y el “cambio sensato” que plantea Ciudadanos. El impresionante despegue de Albert Rivera ofrece al establishment una posibilidad menos traumática que una gran coalición PP-PSOE a la alemana. Entre el 24-M y las generales, Rivera va a tener que hacer equilibrismos para desgastarse lo mínimo.
Pero admiten los expertos más reputados que se están produciendo cambios sociológicos de fondo. Narciso Michavila (que hace las encuestas para ABC) afirmaba este mismo jueves que se percibe más volatilidad y menos fidelidad en los dos grandes bloques de la derecha y la izquierda. “Y en España, como en otras democracias, hay más oferta electoral, más medios de información, más indecisión”, añadía en declaraciones a la SER.
Hasta el 24-M hay margen para que fluyan argumentos que pueden influir en el voto, y quizás se escuchen voces que consigan además remover emociones o reforzar principios ideológicos o éticos. Por si acaso, el capital, aquí como en la Gran Bretaña, protege sus intereses privados, y si el CIS pronostica un escenario de cuatro grandes partidos, hará lo posible por garantizar esos intereses vía pactos. Autonómicos, municipales o generales. Cada cosa a su tiempo.
Los tribunales han paralizado en parte la privatización de la sanidad, pero el intento de privatizar la política sólo se puede frenar en las urnas. (Asunto capital que merecerá otros apuntes).