Muy fan de...
Muy fan de... los suegros de Granados y otros despistados patrios
Encuentran un maletín con 922.000 euros, cerrado con dos candados y escondido en un altillo, entre libros, en la casa de los suegros de Francisco Granados, que aseguran no haber visto jamás el artefacto. ¿Cómo se llama la película? Los padres de ella en la parra. Muy fan.
Yo, despistada por naturaleza, muy capaz de meter el mando a distancia en la nevera mientras tiro los cubiertos de la cena al contenedor naranja e introduzco una cáscara de plátano en el lavavajillas, lo entiendo perfectamente.
Las personas tenemos tantas cosas en la cabeza que a veces no nos concentramos en las acciones cotidianas ni nos fijamos en lo que tenemos delante de nuestras narices. Aunque sean 1.630 billetes de 500, 233 de 200 y 604 de 100 euros.
Recuerdo aquella escena sublime entre Chus Lampreave y Rossy de Palma en La flor de mi secreto de Almodóvar.
– ¿Dónde la has puesto? ¡Que lo guardas todo como una urraca!
– ¿Qué busca?
– ¡Los pimientos!
– ¡Ahí están los pimientos, en el rincón, que le van a morder!
– Si es lo que te he dicho, que no veo ni gota...
El mundo está lleno de despistados y nuestro país, por lo que vamos viendo, tiene un alto índice de víctimas del lapsus recurrente.
Quizás deberíamos sustituir el lema 'España, un país de contrastes' por 'España, un país de despistes'. Y la piel de toro, por un enorme rabo de pasa para que se lo coman los responsables de esos “descuidos” que nos salen a los ciudadanos por una pasta.
Estas faltas de atención tienen lugar en las mejores familias:
- Los suegros de Paco no vieron el maletín de millón.
- Ana Mato no vio el Jaguar que dormía en su garaje.
- La Infanta Cristina no vio los goles que le metía su marido a la Administración.
- Rita Barberá, el padre Abraham valenciano, no vio a sus pitufos pitufear.
- Chaves y Griñán no oyeron los “olés” ni las palmas de la juerga que se estaban corriendo algunos, en la Junta de Andalucía, con el dinero público.
- La perspicaz Maverick Aguirre no vio la polvareda de los malhechores que trotaban a sus anchas por los condados de la Comunidad de Madrid.
Hacerse el tonto es una estrategia utilizada a lo ancho y largo del planeta, aunque en unas sociedades se da con más frecuencia que en otras. En las nórdicas, por ejemplo, aseguran los expertos que este tipo de conducta camina hacia la extinción. Acabaremos eliminando de nuestro vocabulario la expresión "hacerse el sueco".
La táctica de hacerse “la rubia”, no es privativa del ser humano, los doctores Christine Drea y Kim Wallen de la Universidad de Atlanta, comprobaron cómo un grupo de macacos que habían superado con éxito todo tipo de pruebas de aprendizaje, ocultaban sus conocimientos cuando aparecía un mono de jerarquía superior. Utilizaban esta técnica de “simulación de ignorancia” para sobrevivir, no querían chocar con el líder.
Los humanos se hacen –nos hacemos– los tontos ante distintas situaciones con el móvil de la supervivencia como nuestros primos los macacos: evitar problemas con un superior, protegernos de los “listos”, no brillar en exceso por si algún inseguro decide escondernos detrás del telón... Incluso podemos decidir hacernos los estúpidos con la tierna intención de no eclipsar a otros, en un alarde de modestia que oculta intencionadamente nuestras virtudes para que nadie se sienta inferior a nuestro lado. Esta versión es bastante generosa y entrañable.
Pero la que suele escocernos es otra modalidad, la del escaqueo. Aquellos que se hacen los despistados con el fin de eludir toda responsabilidad y, si procede, encasquetar el marrón a otro.
Resulta cómico ver la cara del emoticono flipado en líderes y lideresas a los que siempre tuvimos por espabilados. Pero, claro, nos irrita, porque mientras ellos ponen la carita de “de bueno, soy tonto”, sentimos, con buen criterio, que nos lo están llamando a nosotros.
Y aquí seguimos, practicando el alucining a diario. Flipando en colores con los datos que se desprenden de la casuística de corruptelas. Para que no caigamos en la rutina, los casos se van turnando en el podio del protagonismo informativo.
Esta semana, por ejemplo, lo ha petado La Púnica con algunos datos vistosos del sumario que han salido a la luz:
- Regalos variados de los empresarios investigados. Algunos convencionales como relojes, plumas y tal... y otros más arriesgados, esas cabezas de toro disecadas, ¡ay!
- Decoración y amueblado de la casa de una amiga brasileña de Paquinho Granadosousa, pagado presuntamente con dinero procedente de la trama.
♪ “Você abusou”♪
- Y, por supuesto, el suegro de Granados y sus frases para enmarcar:
“No creí que mi hija y mi yerno fueran tan retorcidos como para esconder eso en nuestra casa”
(Lo mismito diría el rey emérito. Con Urdangarin y Granados podríamos crear la denominación de origen del yerno ibérico pata negra)
“Pasa tanta gente por ese dormitorio...”
La pandemia electoral
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(Por un momento pensé que no era el suegro de Paco el que hablaba, sino Rocco Sigfredi...)
Ahora, cuando bajan turbias las aguas del Canal de Isabel II, hemos sabido por La Razón que Granados vio la dimisión de la jefa desde su celda. No me extraña que Francisco alegre y olé no se la perdiera, fue un momentazo.
Aunque no has de sentirte acomplejado, Paco, tú también triunfaste clamorosamente en algunas de tus apariciones televisivas, sobre todo en aquellas en las que dabas lecciones de moral. Cómo olvidar aquel sábado de febrero en La Sexta Noche (2014): “Entiendo la indignación al ver cómo cuatro sinvergüenzas se llevan el dinero público a casa” de sus suegros, te faltó añadir.