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Fútbol femenino y machismo

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Ha comenzado el Mundial de Fútbol femenino en Canadá organizado, cómo no, por la FIFA. Hace un par de años coincidí en una charla en Madrid con María Pazos, matemática y feminista de prestigio. La charla no salió bien del todo. Hablamos de fútbol y literatura acompañados de Santi Segurola, un referente en el periodismo deportivo en España. Pazos se quejó de que se hablara de fútbol femenino pero no de fútbol masculino. Lo consideró una discriminación además de asegurar que el mismo juego era machista. Santi y yo acabamos discutiendo con ella. El público, supongo, se divirtió.

Ha pasado el tiempo y he pensado mucho en lo que decía Pazos. En algunos de sus planteamientos no le faltaba razón. Decimos fútbol a secas para referirnos al de los hombres y al de las mujeres le añadimos la coletilla. Más que machismo es falta de costumbre y que el fútbol femenino comenzó mucho más tarde. Es desde hace un par de décadas un fenómeno con gran aceptación en EEUU, Alemania y Brasil, sobre todo, donde hay jugadoras extraordinarias. En España es muy fuerte el equipo femenino del Rayo Vallecano. Segurola sostenía que cuando arrastre más público y dinero logrará la equiparación y en ese momento habrá que hablar de fútbol masculino. Es una cuestión evolutiva. Este Mundial de Canadá no genera las mismas emociones que el último de Brasil, donde España, la de los chicos, salió trasquilada. Pero es cuestión de tiempo y de la televisión, que es el arma para popularizar cualquier disciplina. Ayudaría si apareciese un Messi. Segurola sostuvo en aquella charla que si apareciese un Messi mujer jugaría sin dudarlo con los hombres. La lucha de la mujer por entrar en los espacios absurdamente reservados para hombres, como el fútbol, no es nueva. Viene de lejos.

En Fórmula 1, que es un deporte en el que solo concurren hombres, se busca desde hace tiempo introducir mujeres. No hay nada en el físico que impida a una mujer conducir un coche como lo hace un hombre. Otra cosa es sobre la pista de atletismo donde se agrandan las diferencias de potencia y velocidad.

El machismo de trazo grueso es muy visible en la sociedad actual. No solo está en una publicidad sexista en la que las mujeres suelen aparecer en roles dependientes y casi siempre prisioneras de unos cánones de belleza poco reales. También está en la política y en el periodismo. Incluso en la FIFA, donde se sugirió recortar los pantalones de las jugadoras, como el voley playa, para añadir erotismo y morbo y atraer más publico.

Después están los micromachismos.

El machismo está en una forma autoritaria de ejercer el poder, aunque tenga un formato presuntamente democrático. Ese ejercicio aplastante, que en su mayoría ejerce el hombre de manera patrimonial, es lo que habría que modificar. Ese es el motor de la desigualdad y la violencia.

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Las mujeres que alcanzan el poder, sea en la empresa o en la política, lo logran porque suelen interpretar roles masculinos o no ponen en discusión la figura patriarcal establecida. De ahí salen las Margaret Thatcher, Golda Meier, Angela Merkel. En las elecciones municipales en España han triunfado tres mujeres, elevadas a símbolos de los nuevos tiempos: Manuela Carmena, Ada Colau y Mònica Oltra. Las tres representan un feminismo que discute ese modelo patriarcal. Esa es la radicalidad que tanto asusta al poder masculino.

La mujer se incorpora con gran esfuerzo y lucha personal a todos los ámbitos de la sociedad, quebrando el monopolio del hombre, que ahora debe compartir. El fenómeno del fútbol es interesante. No solo son las jugadoras, sino la presencia masiva de mujeres en los campos de juego. Son trazos que muestran un cambio más amplio y profundo. Lo malo es que muchas de esas mujeres incorporadas al fútbol se transforman en hinchas que copian la expresión zafia y machista de comportarse con insulto al árbitro y al contrario. Necesitamos una regeneración completa, también en los deportes.

La mujer de un juez y profesora de secundaria, a quien provoqué diciéndole que el problema no es solo “los vascos y las vascas”, me contó que un día en clase dijo: "Los niños, al recreo”. Y una niña le preguntó: ¿y las niñas, no?”. Tengo una amiga que dio una charla a militares españoles y la dio en femenino. Al terminar dijo, “perdonen que lo haya hecho así pero es que había una mujer entre ustedes y así sabrán cómo nos sentimos nosotras en situaciones similares. La mujer del juez también contó que cuando su hijo jugaba de pequeño con cochecitos de muñecas las amigas le decían, te va a salir gay; y ella replicaba, “es posible, pero ante todo está aprendiendo a ser un buen padre”.

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