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A la carga

La irresponsabilidad del PSOE

Alfredo Pérez Rubalcaba, durante la rueda de prensa en Ferraz, este 26 de mayo.

En momentos de crisis, los partidos socialdemócratas tienen que persuadir al electorado de que pueden proteger a la gente y hacer reformas que permitan salir del agujero. Si esa persuasión falla, las personas más golpeadas por el paro, la pérdida de ingresos y el deterioro de los servicios sociales, así como todos aquellos que se indignan por la injusticia de la situación, buscarán soluciones en otros lados: en la xenofobia, o en posiciones antisistema y maximalistas. Es una reacción comprensible que se ha observado numerosas veces a lo largo de la historia.

Las elecciones europeas han demostrado que los socialdemócratas no han estado a la altura de las circunstancias en muchos países. Sus propuestas han perdido credibilidad. En Francia, el malestar económico ha llevado a la victoria al Frente Nacional, que propone la salida del euro. Si los socialistas franceses hubiesen adoptado una posición más crítica con la unión monetaria, el BCE y Alemania, quizá Marine Le Pen no habría obtenido tantos votos. En España, si el PSOE hubiera tenido una posición menos ingenua con Europa y más crítica con las políticas de austeridad, quizá Podemos no habría ganado tanto terreno.

La principal excepción es la de Italia, donde un líder progresista joven, que habla claro y que se atreve a aprobar reformas rompedoras que marcan una diferencia con los hábitos podridos de la política italiana, ha conseguido una victoria resonante.

En España, al frente del PSOE no teníamos a un Renzi, sino a un Andreotti. Alfredo Pérez Rubalcaba ha situado a su partido en el momento más bajo de su historia desde la muerte de Franco. El PSOE ha conseguido el apoyo del 10,2% del censo en las elecciones europeas. La credibilidad de lo que proponga el PSOE en estos momentos es mínima. El partido ha dilapidado su crédito político a gran velocidad. Su historia reciente es la de un fracaso sin paliativos.

Se han perdido varias oportunidades por el camino y parece que se van a seguir perdiendo en el futuro. Solo se corregirá el rumbo si se hace un diagnóstico adecuado de por qué ha salido todo mal desde 2011. No basta con que el secretario general afirme, como un niño pillado en falta, “toda la responsabilidad es mía, mía y mía”. De lo que se trata es de que los socialistas se expliquen a sí mismos por qué millones de ciudadanos les han retirado la confianza. Mientras no encuentren la respuesta, seguirán dando palos de ciego.

No ha habido explicación, pero se ha tomado una decisión en caliente, cuyas consecuencias no están claras. Rubalcaba, en un último intento por preservar una forma de hacer política que la sociedad ha rechazado sin contemplaciones, ha convocado un congreso extraordinario. ¿No habría sido mejor que dimitiera de una vez, después de sus magros resultados, y que el partido iniciara una fase de debate interno para identificar los fallos y ponerles remedio? Da la impresión de que esta solución de congreso extraordinario antes de primarias estaba cocinada de antemano y servirá, una vez más, para evitar que entre el aire fresco en ese partido anquilosado.

Las cosas empezaron a hacerse muy mal hace ahora tres años, cuando, mediante oscuras maniobras, se suspendieron las primarias y se puso de candidato a Rubalcaba. Fue la primera oportunidad perdida. Rubalcaba nunca encontró una voz propia y unos días jugaba a izquierdista, otros a víctima de las políticas zapateristas y otros a hombre de Estado que se ofrece para pactar las grandes decisiones con la derecha. La campaña electoral de 2011 fue una catástrofe, como catastróficos fueron los resultados electorales.

Luego vino el congreso de Sevilla. Un partido acongojado tomó la decisión más conservadora y eligió a Rubalcaba secretario general frente a Carme Chacón. Fue una mala decisión, como se ha comprobado a lo largo de estos dos años. Rubalcaba ha hecho una oposición errática y sin nervio. Y no ha sabido formular un proyecto. La conferencia política de noviembre de 2013 no parece haber funcionado como sus promotores esperaban. Los ciudadanos siguen viendo un PSOE desdibujado, sin capacidad para formular políticas alternativas a las de la derecha.

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La principal limitación de Rubalcaba es la formación de equipos. Debido a su desconfianza hacia todo aquel que no esté bajo su control, ha optado siempre por rodearse de gente sumisa y de una mediocridad rocosa. Desde su posición de poder en el PSOE, ha establecido una imposible coalición de vieja guardia y jóvenes burócratas. La ejecutiva actual del PSOE es probablemente la más gris de las últimas cuatro décadas. Estos últimos dos años no sólo no han servido para que el partido socialista se abriera a la sociedad, sino que han hecho aún más inexpugnable el búnker de Ferraz.

Esto no es un juicio arbitrario: los datos de encuesta y de grupos de discusión demuestran cuál es la imagen pública que tiene el PSOE en estos momentos. Pero no han querido hacer caso de la realidad. Ante encuestas desfavorables, han preferido desautorizarlas con tácticas rastreras. Y así les ha ido. A veces parece que confundían lo que estaba pasando en España con lo que contaba El País. Pero El País, me temo, anda tan perdido como el PSOE (el periódico no mencionó a Pablo Iglesias en sus páginas hasta el día de las elecciones).

Ojalá que en el PSOE se alcen voces críticas. La experiencia de Podemos nos indica que los ciudadanos progresistas están deseando apoyar a candidatos que hablen claro, que rompan con las componendas de la política española, que no estén hipotecados y que no sean parte del establishment. ¿Por qué no puede haber un líder así en la socialdemocracia?

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