Encerrada en el baño de la Sutton Eva Baroja

Hay que ver cómo gusta en este gremio tener en vilo al respetable. ¡Última hora! ¡Urgente! ¡Recientísimo suceso! El último rally lo ha pagado el papa, quien, finalmente, parece haberle sonsacado unos minutillos extra a san Pedro. Treinta y pico días de «ha pasado una noche tranquila y ha desayunado». Situación estable y crítica, empeoramiento controlado, leves mejorías y, chico, dale a la manivela. No digo que las complicaciones médicas del líder espiritual de mil millones de catoliquillos no tengan su interés, pero camarada, sosiega o acabaremos retransmitiendo su pulsioximetría en directo.
No sé si Ferreras (maestro indiscutible en el arte de la agonía informativa) habrá retransmitido las fatiguitas de su santidad. Tendré que revisarme la hemeroteca: no me gustaría perderme el prodigioso recuento leucocitario en el condado de Wichita. «Doménech, resultados; Pastor, un titular». El pactómetro, ¿se acuerdan? Qué hallazgo glorioso el frenesí parlamentario. Reconozco que no me entusiasman las coberturas electorales y que soy de esos sinsangre que ponen la radio cuando el escrutinio se está quedando frío. A estas alturas de la vida, mira, dámelo mascadito, que la épica es un pestiño. Nunca he sido capaz (ya me jode) de disfrutar del emocionante recuento de ese colegio tan decisivo ubicado en una pedanía de Albacete, pero sí me divierte (porque soy más malo que la quina) el donde dije digo de nuestros comentaristas más cualificados. Ay, a qué problemas nos conducen las ansias: las encuestas dicen que gana Kamala, ya decía yo que lo de Trump era imposible, uy, claro, cómo iba a ganar una mujer, a quién se le ocurre, excelente análisis, sube la música, técnico, que eso lo dirige Michael Bay.
Hozando en los archivos, encuentro un clip en la web del Programa de AR (¡ugh!), en el que Ana Rosa se emociona mientras charla (¡ella!) con una psicóloga del 112
Con la de angustias que tiene la vida, mira que echarle adrenalina. Un país en vilo, menudo espanto. Como casi todo, el mismo jueguecito puede producir monstruos. Mientras escribo, se me viene a la memoria aquel niño desdichado que se cayó a un pozo malagueño y al que intentaron rescatar los brigadistas asturianos de salvamento minero. La historia tenía mala pinta desde el comienzo, pero eso no impidió que Ana Rosa pidiese a los programadores de Mediaset que le despejasen la antena. «Yo de aquí no me pienso mover hasta que encontremos a Julen», dijo la señora, dando arranque a un especial que ríete tú de la jornada del 11S. «Telecinco ha tomado la decisión de modificar su parrilla habitual para ofrecer una doble entrega de “Especial rescate de Julen”». Para cuando lo encontraron, el niño llevaba muerto trece días. «El rescate […] dispara las audiencias de informativos y programas de televisión», titularon entonces en El Confidencial. La pieza la ilustra un pantallazo del telediario de Antena 3 con un pie de foto esclarecedor: «El rescate de Julen, en realidad aumentada». Hozando en los archivos, encuentro un clip en la web del Programa de AR (¡ugh!), en el que Ana Rosa se emociona mientras charla (¡ella!) con una psicóloga del 112. «Me ha roto el corazón». Al final de cuentas, doña Quintana –la Truman Capote de Usera– se destapa como la verdadera víctima de esta tragedia. Uno, que es malvadísimo, se imagina a esos mismitos guionistas fijando la escaleta la semana pasada: a ver si el papa no la diña, que otra semana de estertores nos viene fenomenal.
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