¿Por qué molesta al machismo que bajen las cifras de la violencia de género? Miguel Lorente Acosta
2025, el año en el que el destino nos alcanza
En estos últimos quince años hemos visto demasiadas cosas ajenas a lo esperable, a lo convencional, a lo pautado. Hemos visto cómo se desarrolló una brutal crisis económica que valió como coartada para recortar nuestros derechos, también cómo la extrema derecha avanzó posiciones y llegó a gobernar en unos cuantos países de importancia. Vimos la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el ascenso del yihadismo en el mundo árabe y la consolidación de China como potencia internacional.
Fuimos víctimas de la pandemia, observamos el asalto al Capitolio y una nueva guerra en suelo europeo. En estos últimos meses hemos contemplado absortos cómo Israel perpetraba un genocido contra Gaza sin que nadie lo pudiera, o quisiera, detener. Hay crisis de ciclo largo y la que comenzó en 2008 por la inabarcable avaricia del mundo financiero ha ido tomando diferentes formas, golpeando estructuras lejanas como las ondas sísmicas de un terremoto. Todo está conectado.
Por todo esto, por habernos acostumbrado a que lo extraordinario se acabe adueñando de lo normal, que Trump se prepare para volver a la Casa Blanca a partir del próximo 20 de enero parece tan sólo un acontecimiento más en la larga cadena de lo convulso. Nada más lejos de la realidad. El segundo mandato de Trump, hombre excesivo, delincuente probado, agente naranja, abre un nuevo escenario o, mejor dicho, eclosiona definitivamente lo que se ha incubado este tiempo atrás.
En primer lugar porque Trump ya viene con la lección aprendida y lo primero que pondrá en marcha será su proceso habilitante contra la administración estadounidense. Uno que expulse todos los elementos no afines bajo la coartada de la eficiencia y vaya, sin prisa pero sin demora, eliminando los equilibrios, controles y contrapesos que todo sistema democrático dice tener. La manera en que ha devorado a su partido, sustituyéndolo por su propio movimiento, es una hoja de ruta a repetir.
En segundo lugar porque Trump ha dejado de ser la excepción para convertirse en la regla. El mandatario no está sólo. Tras él se esconde una compleja red donde se encuentran desde la Heritage Foundation hasta la élite tecnológica, desde las sectas pentecostales hasta el sector de las criptomonedas. Un conglomerado contradictorio y difícil de manejar, pero con el objetivo de llevar a cabo una involución que elimine el mundo surgido tras el fin, en 1945, de la Segunda Guerra Mundial.
En tercer lugar porque Trump, y lo que representa, ha dejado atrás su primera etapa disruptiva para pasar a su etapa expansiva y aceleracionista. Que antes de comenzar oficialmente su andadura, el mandatario ya haya hablado de anexionarse Groenlandia, absorber Canadá e intervenir en México y el Caribe, nos debería dar una pista de la magnitud de sus deseos. Que además planee una deportación masiva o el incremento de aranceles en un 60% nos informa de la reconfiguración de un imperio por la vía directa.
Trump sólo tendrá cuatro años para llevar sus planes adelante o, al menos, eso es lo que marca la Constitución estadounidense hasta el momento. Su vicepresidente, J.D. Vance, un inversor de capital riesgo, un charlatán hábil, un ultraconservador declarado, le fue impuesto en junio por los millonarios de Silicon Valley en una cena con cubierto de cinco ceros. Su principal valedor, Peter Thiel, ya declaró que, como en los años de Weimar, “la democracia está exhausta, por lo que hay que empezar a pensar más allá” de los límites actuales.
Probaremos, por fin, lo que es volar hacia territorio desconocido donde cualquier cosa puede suceder. No es una predicción, es la constatación de que no se puede jugar indefinidamente con fuego y pretender no quemarse
Thiel, alemán de nacimiento, comparte con Elon Musk haber fundado Paypal en 1998 y haber pasado su infancia en la Sudáfrica del apartheid. Los dos llaman libertarianismo a lo que no es más que una restauración reaccionaria del salvajismo de clase del siglo XIX. Uno es infinitamente más conocido que el otro, pero ambos tienen dinero, influencia y herramientas para condicionar no sólo el debate público sino para modificar el clima social de manera efectiva: veremos qué sucede en las elecciones germanas de febrero.
Es poco usual dedicar el primer artículo del año a algo que sucederá más allá de nuestras fronteras, lo es menos si ese algo tiene una importancia enorme para lo que pase dentro de ellas. La Unión Europea afronta unos meses cruciales para decidir cómo tratar con un actor que sobre el papel es un aliado, pero que en la práctica no tendrá reparos en condicionar por medios declarados, pero también soterrados, todo lo que suceda en Europa, incluido nuestro país.
Si los últimos quince años de nuestra vida han sido como ir a bordo de una montaña rusa desvencijada, en la que en cada curva y en cada pendiente, la vagoneta parecía estar a punto de salirse de los carriles, este nuevo año será el fin de esa sensación. Probaremos, por fin, lo que es volar hacia territorio desconocido donde cualquier cosa puede suceder. No es una predicción, es la constatación de que no se puede jugar indefinidamente con fuego y pretender no quemarse. Feliz 2025, el año en que el destino nos alcanza.
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