Fue Jean Marie Le Pen el que dijo, haciendo alusión a la diversidad étnica de la selección de fútbol francesa que se alzó con el Mundial en 1998, que quizá se había exagerado la proporción de jugadores de color dentro del equipo. El padre de la líder de la extrema derecha y fundador del partido hoy convertido en Agrupación Nacional soñaba con una Francia blanca y nacionalista. Muy a su pesar, la imagen que tenía enfrente era la de un país diverso y multicultural, hijo de la inmigración.
Veintiséis años después de sus declaraciones, Kylian Mbappé, capitán de la selección gala, mostraba en una rueda de prensa este domingo su rechazo a la ultraderecha y hacía un llamamiento a la ciudadanía, sobre todo a los jóvenes, para acudir a las urnas e impedir así que los ultras consigan gobernar, como pronostican todos los sondeos. Horas más tarde, otros 200 deportistas firmaban un manifiesto en el que advertían del peligro que supone la extrema derecha para una sociedad democrática, tolerante y digna.
Un posicionamiento político al que, este mismo martes, contestaba Jordan Bardella, candidato a primer ministro del AN, acusando al jugador de clasista. ”Me molesta un poco que esos deportistas que ganan mucho dinero den lecciones a gente que gana 1.400 o 1.500 euros y no llegan a fin de mes”. No conviene olvidar que, a pesar de que hoy es multimillonario y su actitud no siempre ha sido modélica, Mbappé es hijo de migrantes y creció en Bondy, uno de los suburbios más pobres de París. Tiene legiones de seguidores y su voz es un potente altavoz, sobre todo para los adolescentes que ven en él un espejo en el que mirarse. Parece evidente que lo inapropiado sería no usar su influencia para hacer un alegato a favor de los derechos humanos.
Es con esa extrema derecha que hoy critica las palabras de Mbappé con la que Éric Ciotti, líder de los conservadores —el equivalente al PP en España— quiso formar una alianza para las legislativas. Una decisión que suponía romper con el cordón sanitario que históricamente Francia ha tenido con los ultras. Tal fue el rechazo del resto del partido que, sin que les temblara el pulso, trataron de destituirlo. Qué lejos suena ese mensaje desde España. Sobre todo si tenemos en cuenta que el PP no dudó en pactar con Vox en cinco comunidades autónomas y más de 140 municipios para asegurarse la gobernanza a pesar de que ello suponía un tijeretazo a derechos y libertades para mujeres, personas migrantes, el colectivo LGTBI o cuestiones de memoria democrática.
"¿Por qué ese miedo a posicionarse? Es una cuestión de convivencia, de respeto y diversidad. Valores que la ultraderecha pisotea con sus mensajes negacionistas, antifeministas y antiinmigración
También suena lejano el pronunciamiento político de los atletas franceses. Preguntado por las palabras de Mbappé, Unai Simón, portero de la selección española, afirmó: “Yo soy futbolista, los temas políticos hay que dejárselos a otros”. Indudablemente, es una decisión personal, pero ¿por qué ese miedo a posicionarse? Es una cuestión de convivencia, de respeto y de diversidad. Valores que la ultraderecha pisotea con sus mensajes negacionistas, antifeministas y antiinmigración.
Tampoco se mojaron los deportistas cuando, delante de millones de espectadores, el entonces presidente de la Federación de Fútbol, Luis Rubiales, dio un beso no consentido a la jugadora Jennifer Hermoso durante la celebración de la victoria en el Mundial de Sudáfrica. El silencio fue tan atronador como vergonzoso. Tan solo un par de jugadores alzaron su voz para denunciar lo que se juzgará como una posible agresión sexual.
Si a nadie le sorprende que en el fútbol, y muchos otros deportes, hablemos de machismo, lgtbifobia y racismo —hace tan sólo unos días conocimos la primera sentencia condenatoria por llamar 'mono' al jugador Vinicius— hay algo que como sociedad no debemos estar haciendo bien para que a los atletas les cueste tanto salir del armario con estos temas. Y aquí es necesario hacer una distinción de género: ocurre, sobre todo, en el deporte de hombres, en el que los roles de género perpetúan una masculinidad tóxica y conservadora, como ha denunciado en alguna ocasión el jugador Héctor Bellerín.
En su declaración, Mbappé animó a los jóvenes franceses a votar porque, aseguró, estamos en un momento crucial. No hay duda: lo están allí, pero la amenaza la sufrimos todos y todas.
Fue Jean Marie Le Pen el que dijo, haciendo alusión a la diversidad étnica de la selección de fútbol francesa que se alzó con el Mundial en 1998, que quizá se había exagerado la proporción de jugadores de color dentro del equipo. El padre de la líder de la extrema derecha y fundador del partido hoy convertido en Agrupación Nacional soñaba con una Francia blanca y nacionalista. Muy a su pesar, la imagen que tenía enfrente era la de un país diverso y multicultural, hijo de la inmigración.