Plaza Pública
Solo por ser mujer
El pasado 1 de diciembre el corazón de Europa despertaba conmocionado. Tugçe Albayrar, una chica alemana de origen turco, murió tras haber recibido un golpe en la cabeza. El atacante fue un hombre al que minutos antes ella había recriminado su agresiva actitud con otras dos jóvenes a las que no dudó en defender. Finalmente, tras pasar dos semanas en coma, Albayrar fallecía y con su muerte se desmoronaban los cimientos de una civilización levantada sobre el respeto al diferente y la libertad.
De nuevo, el corazón de aquella Europa libre que promulgaba la igualdad y la solidaridad muestra su rostro más amargo: la violencia de género existe y continúa matando a miles de mujeres en todo el mundo. Tugçe se ha convertido en una mártir en su país, un símbolo para acabar con este machismo que asesina.
“Alemania debería avergonzarse de esto”, ha sido el grito unánime de una sociedad que está cansada de la pasividad con la que las instituciones afrontan los crímenes machistas. Una voz que se eleva contra la violencia de género, que se ha convertido en una tendencia que va al alza en los últimos años y que ya han sufrido una de cada tres mujeres en Europa, según los datos de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA).
No solo se trata de ataques físicos: detrás de un ojo morado, una paliza o una agresión sexual, se acumulan horas infinitas de violencia verbal, menosprecio y dependencia emocional. Una batalla contra la que el Gobierno de España lleva involucrado desde el 28 de diciembre de 2004, cuando entró en vigor la Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género.
Diez años de trabajo diario en contra de una forma de pensamiento que eleva a unas personas sobre otras, una década de esfuerzo por visibilizar la violencia que existe dentro del hogar y la discriminación y los prejuicios a los que se tienen que enfrentar las mujeres, víctimas de violencia machista.
Diez años de lucha en los que se ha avanzado mucho pero que también han servido para evidenciar una realidad que aún parece lejos de difuminarse. En esta década, 757 mujeres han muerto a manos de sus parejas o exparejas en España; 45 solo en lo que llevamos de 2014, según los datos del Ministerio de Sanidad.
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Estas cifras varían atendiendo a los datos ofrecidos por Feminicidio.net, que elevan a 85 el número de mujeres fallecidas a manos de un hombre en este año, sin tener en cuenta si existe o ha existido una relación afectiva en algún momento. Sea como fuere, en ambas listas está implícito el machismo y el abuso de poder del varón y de fondo se percibe una cruda realidad resumida en que cada año mueren decenas de mujeres simplemente por el hecho de serlo y en que nos encontramos ante un feminicidio contra el que muchos aún no se atreven a luchar.
El desafío es la lucha contra la violencia de género. La educación en las aulas en materia de igualdad, la concienciación social, el desarrollo de tribunales y profesionales específicos para ayudar a las víctimas y la ampliación de una ley que deja entrever algunas lagunas, ya que excluye la violencia económica y sexual, son las principales formas de acabar con esta lacra. Las mujeres son las que reciben el primer golpe, pero es la indiferencia de una sociedad enferma la que las mata en silencio. Una vasta amenaza contra los Derechos Humanos que ningún país puede permitirse ignorar.