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Muros sin Fronteras

Las urnas y el casino

Lo que le ha pasado a Matteo Renzi en Italia con su referendo fallido le va a suceder a Manuel Valls en las presidenciales de Francia. Han traicionado tanto su presunto ideario que ya no sabe quiénes son ni qué defienden, más allá de mantenerse en el poder sin importar el precio. “Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”, dicen que dijo Groucho Marx. Al menos, él tenía gracia.

La bandera del ajuste cotizará alto en los mercados que viven de exprimir el tuétano de la gente y de los países, pero la ciudadanía occidental exprimida está harta del juego y ante la ausencia de una alternativa ilusionante se ha echado al monte.

Austria eligió presidente a un ecologista (Alexander Van del Bellen) en lugar del candidato de la extrema derecha (Nobert Hoffer). Es la excepción en un alud que empezó a formarse en la crisis de 2008, un hundimiento que se ha llevado por delante millones de puestos de trabajo y unos cuantos derechos, y que dejó al descubierto la gula de los actores principales y el mecanismo del engaño.

Se despreciaron y combatieron vías de indignación ciudadana como el 15-M, Occupy Wall Street y otras similares, que eran expresiones pacíficas y muy democráticas del rechazo ciudadano a las élites corruptas que habían dejado de suministrar soluciones a los problemas colectivos ya que, en muchos casos, ellas mismas son el problema para la supervivencia de lo que entendemos por democracia.

La derecha tradicional y la socialdemocracia aplicaron las mismas recetas basadas en el padecimiento de la mayoría. La diferencia entre derecha e izquierda quedó en los matices, en el tono. Este es uno de los mecanismos que ha quedado al descubierto, que el impulsor de las recetas de ajuste no son los gobiernos elegidos en las urnas sino supra-estructuras como la Unión Europea (esta UE, no la original ni la necesaria), los mercados, los inversores. Exigen menos Estado, más privatizaciones y cambiar derechos de todos por el negocio de unos pocos.

Lo ocurrido en el caso de José Manuel Durão Barroso, pensionista de lujo de la UE que ficha por Goldman Sachs International, es parte de esa estructura de engaño. Las puertas giratorias son un premio al trabajo bien hecho, no el realizado para los ciudadanos o para la UE sino para las empresas contratantes.

El Brexit y la victoria de Donald Trump, el referendo de Italia, lo que pueda suceder en las elecciones de Holanda, Francia y Alemania previstas en 2017, son muestras de un problema que nadie quiso ver y que arranca de lejos. Detrás de estas expresiones bulle en muchos casos una xenofobia que se esconde en eslóganes en apariencia nimios: Britain first, America first. Britain first, America firstOdiar al Otro es una forma de echarse al monte.

Se habla de una especie de Internacional Populista convertida en cajón de sastre para atacar sin matices a todos los enemigos del llamado orden establecido, que no es otra cosa que la perpetuación de las normas que permiten el saqueo. El sistema amenazado se defiende como un calamar, en vez de tinta difunde miedo. Muchos medios de comunicación difunden ese miedo por obediencia, frivolidad o ignorancia. El temor esencial es perder el control del casino.

Mezclan churras con merinas: Donald Trump, Marine Le Pen, Matteo Salvini (Lega Norte), que son representantes claros de la extrema derecha, con Beppe Grillo (MoVimento 5 Stelle), Alexis Tsipras (Syriza) y Pablo Iglesias (Podemos), que serían ejemplos de una nueva izquierda poscomunista que ocupa la autopista dejada por excomunistas y socialdemócratas reconvertidos en liberales.

A esos dos grupos se une Vladimir Putin, que juega otra partida, la global.

Este tótum revolútum es una argucia que busca generar confusión. Se trata de un simplismo que no explica la realidad, solo ayuda a abrir la puerta al caballo de Troya del neofascismo. No están fallando las urnas, ni los ciudadanos, solo falla el sistema.

Esta mezcolanza ventajista obvia la existencia de populismos dentro del sistema, como serían los de Renzi y Valls, que no están logrando frenar la marejada porque llegan tarde y de manera oportunista al nuevo discurso. En el caso de España serían Susana Díaz y Esperanza Aguirre, entre otros.

Se habla mucho de la posverdad. De eso escribí hace tres números en TintaLibre impulsado por un artículo de la revista The Economist. Decía que los políticos en general nunca han estado demasiado comprometidos con la verdad.

El problema es que un número cada vez más elevado de medios de comunicación ha renunciado a la verdad y es la verdad el centro de este negocio: la búsqueda honesta de los hechos comprobados. Quizá de ahí proceda parte de la crisis que afecta al sector. La ciudadanía también parece inmersa en esta era de la posverdad. Compra sin cuestionamiento el discurso falso de un político, y el de su medio. Lo que importa es reforzar el prejuicio propio, no informarse para emitir un juicio mejor y actuar en consecuencia.

Esta era de la posverdad es también una era de la posdemocracia. Es una clave que permite entender mejor qué está pasando y, sobre todo, por qué está pasando.

FIN

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