Ya tenemos investidura, pero el dinosaurio sigue ahí, y está echado al monte. La ventaja, de momento, es que el hooliganismo de Pablo Casado y Santiago Abascal –y, en menor medida, de Inés Arrimadas– está en el Congreso, no en la calle, donde la ciudadanía vive la discrepancia con normalidad. Hay mucha más educación y tolerancia en los bares que en el hemiciclo del Congreso de los Diputados. Digo “hemiciclo” porque es el escenario donde personas que cobran un sueldo público por defender intereses generales se dedican a interpretar un papel de odiador que se diluye cuando se apagan las cámaras. No todos los políticos son iguales, tenemos a Aitor Esteban (portavoz del PNV) y a Joan Baldoví (Compromís), ambos ejemplos de lo que debe ser un diputado. No son los únicos con altura, pero son los que mantienen un tono y un fondo sobresaliente en cada intervención.
Sostiene el periodista Íñigo Domínguez, buen conocedor de Italia y con dos excelentes libros sobre la Mafia, que el Parlamento español se parece cada vez más al italiano con el problema de no tener italianos, expertos en el histrionismo, en moverse en el alambre y en jugar al borde del abismo para alcanzar acuerdos en el último momento. Nosotros no sabemos pactar porque nos falta cultura democrática, tolerancia histórica e inteligencia política. Y eso es un problema.
1) Es urgente que el rey Felipe VI llame a capítulo a Pablo Casado para exigirle que no vuelva a utilizar su nombre en vano, que le deje al margen de sus escandaleras. Unir la monarquía al tono apocalíptico del PP de estos días, y de estos meses (desde que perdió el poder tras la moción de censura), es el camino más corto para cargarse la institución. Lo que le faltaba al rey después de su mala actuación en Cataluña en 2017: parecer un extremista de derechas. Puede que el celo de Casado y de sus diputados no se deba a un exceso de amor a la corona, como el que proclaman, sino a un republicanismo latente. Les sucede a los franquistas que consideran que el rey hoy emérito traicionó el legado del dictador.
2) Es más urgente aún que Angela Merkel y Emmanuel Macron convoquen a todos los cargos públicos del PP, sean diputados, senadores, diputados autonómicos, alcaldes y concejales a cursos intensivos de democracia. Puede que no basten un par de semanas en verano. La canciller alemana podría encargarse de explicarles las ventajas de la desnazificación (franquismo en su caso) y de las ventajas del uso de los símbolos nacionales (bandera, himno, rey, selecciones deportivas cuando ganan títulos) en actos que representan a todos y jamás como un arma partidista arrojadiza. El presidente francés podría explicarles qué es el cordón sanitario, cómo se lidia con la extrema derecha y se enfoca la Memoria Histórica. Como profesores invitados tendrían a los primeros ministros de Holanda, Mark Rutte, y Austria, Sebastian Kurz. El primero se encargaría de completar la asignatura impartida por Macron con ejemplos prácticos en su país: cómo la compra de parte del discurso de la extrema derecha no ayuda a frenar a la extrema derecha. El joven Kurz les hablaría de las aplicaciones prácticas de la serie de televisión Borgen, y de por qué ha cambiado de socio de gobierno, de estar con la extrema derecha (no salió bien, como era de esperar) a pactar con los Verdes.
3) La Real Academia de la Lengua debería dictar unos cursos obligatorios –aquí podríamos llevar a todos los partidos– para explicar el significado de la palabra “compromiso”. El diccionario admite hasta siete acepciones que, en realidad, son dos: “obligación contraída” y “palabra dada”. Por una avería histórica, en la España en estado de crispación permanente se ve el compromiso como una componenda torticera que esconde algo inconfesable. Nos pasa como a los serbios en particular y a los balcánicos en general. A ellos tampoco les gusta. Quizá sea una rémora machista: el macho alfa nunca pacta, solo destruye al macho alfa rival. Por eso somos tan dados a la pelea, al insulto, a la negación del otro y a la guerra civil. Hemos perdido casi todo el siglo XIX y gran parte del XX.
4) En democracia, pactar significa reconocer la legitimidad del contrario, la posibilidad de que sus ideas y propuestas sean válidas, y útiles en la proporción pactada para mejorar la vida de la ciudadanía. Pactar es aceptarse, ceder y ponerse a trabajar por el bien común. Esta sería una materia troncal en los cursos dictados por Merkel y Macron. Una vez que aprendamos a pactar (PSOE y Podemos acaban de aprobar en la repesca de enero) sería bueno aprender que se pueden alcanzar pactos transversales que incluyan derecha e izquierda, sean de gobierno o para aprobar leyes concretas. No sería un disparate ponerse de acuerdo en mejorar la independencia del Poder Judicial. Aunque sea solo para no hacer el ridículo ante el tribunal de la UE, que es nuestro tribunal superior de Justicia aunque se cabree el siempre cabreado Federico Jiménez Losantos, o evitarnos el espectáculo de la Junta Electoral Central, que además de invadir competencias del Supremo parecía apostar por unas terceras elecciones.
5) No hay que ser un lince para intuir que nos espera una legislatura ruidosa y complicada, tal vez corta. Una presidida por el ¡váyase, señor Sánchez!, pese a que el que sobra es el jefe de la oposición, de ahí el título de esta columna. Si todos los apoyos del gobierno, los activos y los abstinentes, saben y asumen que estamos ante una oportunidad única de cambiar la música de la política, y que se necesitará tiempo y paciencia, el Gobierno durará. En el caso de Cataluña, un objetivo razonable sería en esta legislatura sentar las bases de un diálogo permanente que desinfle ánimos y repare afrentas. Si en nueve años se han roto muchos puentes, se necesitarán muchos más para repararlos.
6) Me gustan los artículos de Guillem Martínez en CTXT porque informan, divierten y van a la esencia del problema: la necesidad de la teatralidad permanente, del dramatismo shakesperiano para que el otro no te llame traidor. Existe una pugna por el liderato del independentismo entre ERC y JxC, o como se llame el cambiante instrumento al servicio de Carles Puigdemont. Hay varios Procés, o el mismo en distintas fases de aceptación de la realidad. Es posible que todos sepan que en octubre de 2017 no se declaró nada, que midieron mal sus fuerzas y que la independencia de Catalunya es imposible a corto y medio plazo. ERC sabe que es necesario pausar, desandar, acordar un nuevo escenario (un nuevo Estatuto y una nueva financiación) en espera de una mayoría cualificada para intentarlo otra vez. Si Escocia es el referente deben conseguir antes cerca de 100 de los 135 escaños y un cataclismo estructural como el Brexit. Aquí podría ser un gobierno de mayoría absoluta del trifachito. Mientras, lean a Ruíz-Domènec.
7) El siguiente paso serían las elecciones anticipadas en Cataluña, y que las gane ERC, no Puigdemont. Es decir, que a ambos lados del río haya constructores de puentes, no dinamiteros. La pugna entre ambos partidos condiciona por completo los lenguajes y los adjetivos. En eso, Guillem Martínez es de gran ayuda para que no nos tomemos todo al pie de la letra. Por ejemplo, cuando la diputada de ERC, Montse BassaBassa, le dice a Sánchez que le importa un comino la gobernabilidad de España no habla en serio, sino desde el dolor personal de una hermana presa. A ERC le importa esa gobernabilidad porque sabe, a diferencia de Puigdemont, que cuanto peor es peor. Un gobierno del trifachito español sería demoledor sin haber creado antes esa mayoría cualificada de la que hablaba en el punto anterior.
8) ETA dejó de matar hace ocho años y cuando mataba no hacía distingos de ideologías. Para el PP de Casado, ETA aún mata y solo a los del PP. Consuelo Ordóñez, presidenta del colectivo de Víctimas del Terrorismo le ha pedido cordura, “¿podrías dejar de utilizar a las víctimas del terrorismo y arrogarte su representación?”. Es hermana de Gregorio Ordóñez, destacada figura del PP, asesinado por ETA. Casado no suelta el tema favorito del PP porque cree que le da rédito electoral. Ya acusó en su día a Zapatero de ser etarra por negociar con la banda para lograr que dejara de matar. El PP de Mariano Rajoy enfrió la vía Nanclares, un espacio de encuentro entre asesinos y sus víctimas, un medio para construir la paz y pedir perdón mirándose a los ojos. Cataluña sustituyó a ETA como coco nacional con excelentes (modo ironía) resultados electorales en el País Vasco y Cataluña, territorios en los que el PP es irrelevante. Cuando ETA mataba decíamos que en democracia se puede defender todo, pero nunca matar. Se le pedía a ETA que dejara las armas y participara en las instituciones. Bildu es una coalición legal compuesta por personas de procedencia diversa dentro de la izquierda abertzale. Los hay muy críticos con ETA. Se ha producido más movimiento político y emocional en el mundo abertzale en favor de la paz y en el reconocimiento de las víctimas que en la cabeza de Pablo Casado y de Cayetana Álvarez de Toledo, estancados en 2010 o antes por interés partidista.
9) Será la legislatura de la crispación. El trifachito intentará bloquear la renovación del Poder Judicial, del Supremo y del Constitucional. No es una novedad. Recordemos que a Rodríguez Zapatero le acusaron de ser presidente sobre los muertos del 11-M, y de ser poco menos que el alentador intelectual de los atentados. Lo de felón, Pedro Sánchez, es casi un halago. Por cierto, las víctimas del 11-M, y las del franquismo, no están en la lista del PP. Si todos los actores tienen claro que el objetivo de la legislatura es sentar las bases de la siguiente vadearán el vendaval. Hará falta piel de elefante. Aitor Esteban se lo ha advertido a Casado: su estrategia de ser más extremista que Vox le llevará a ser fagocitado por Vox. Inés Arrimadas sigue en los zapatos de Rivera. Maneja un tono mejor, es más empática, pero mantiene el rumbo a la desaparición. No parece dispuesta a aprovechar el regalo del PP, que le ha dejado libre el carril de la derecha. Sería bueno que se apunte la primera a los cursos de estrategia política de Merkel y Macron. España necesita una derecha europea.
10) El equipo formado por Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Aitor Esteban y Gabriel Rufián es mejor que el de Pablo Casado, Santiago Abascal e Inés Arrimadas. Casado sobre todo tiene un problema, bueno, dos: carece de inteligencia política y está rodeado de una claque de mediocres. Ana Pastor, la diputada del PP, es una gigante a su lado. No es la única con valía dentro del PP, pero todos callan. Piden traidores en el PSOE, pero fulminan a los suyos. En eso todos son iguales: partidos convertidos en instrumentos de poder en los que prima la obediencia, la debida y la indebida. Feliz legislatura.