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… La luz en un agujero negro

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El calendario gregoriano se encarga de dividirnos la vida en años, años que comienzan cada 1 de enero. Estos años duran siempre 365 días –salvo los bisiestos, que vienen con un día de regalo, cual oferta hotelera–. Pero nosotros no percibimos la cifra siempre del mismo modo: hay años tan ligeros que parecen días y otros tan duros que nos pesan como siglos.

Existe otro calendario más personal, aquel en el que cada individuo fragmenta su propia vida. Y las porciones de tarta anual van marcadas por nuestra fecha de nacimiento. Cumplimos un nuevo año cada vez que soplamos las velas y ese gesto tan extendido en buena parte del mundo –cuyo origen algunos estudiosos sitúan en Alemania, allá por el siglo XVIII y otros mucho más atrás, en la Grecia clásica– siempre está ligado a la luz, pero a mí se me antoja que es una preciosa metáfora de que, cumplas los que cumplas, todavía tienes aire para apagar pequeños fuegos, para celebrar que respiras.

En esta necesidad humana de organizar, ordenar, clasificar y buscar referencias que nos orienten, no nos cansamos de crear almanaques: el calendario escolar divide la vida en “cursos”, el calendario de productividad en “temporadas”, el calendario deportivo divide la vida en “ligas” y el calendario político en “legislaturas”...

Entre todos los calendarios que existen yo soy MUY FAN del calendario del currito. Cada año comienza justo cuando el trabajador vuelve de vacaciones y concluye justo cuando dice: “ahí os quedáis, jefes, compis, que yo me piro”.

Sea para ese descanso, casi ofensivo, de una semanita o por un periodo decente, de esos de un mes, el derecho a parar y a poner en marcha esa otra parte reposada de la vida –tan vida o más que la del esfuerzo– tiene un encanto y una trascendencia especial. Qué clase de cyborg sería el humano sin ratos perdidos sesteando debajo de una parra…

Hace días leí una noticia científica que me iluminó el día. No es extraño que eso me suceda, están tan de moda el oscurantismo, el terraplanismo y la cerrazón… que cada noticia relacionada con la claridad de la ciencia me provoca un gustirrinín casi orgásmico.

Pero es que… esta en concreto… tiene una carga energética como para generar miles de megavatios de felicidad en modo filosófico y GRATIS:

“Por primera vez se detecta luz detrás de un agujero negro”.

Manuel, personaje histórico

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Queridos lectores, esta es mi última columna de la temporada. Llega el fin de un año en este calendario amable que comparto con ustedes y que divide nuestra vida en común en encuentros semanales.

Y hoy podría dedicarles una canción, pero prefiero hacer lo propio con esa noticia astrofísica. Con permiso de Einstein, la convierto en deseo para ustedes, para mí, para todos, porque lo necesitamos mucho: ¡que se detecte luz por fin detrás de este agujero negro!

Feliz verano, nos encontramos en septiembre si ustedes quieren…

El calendario gregoriano se encarga de dividirnos la vida en años, años que comienzan cada 1 de enero. Estos años duran siempre 365 días –salvo los bisiestos, que vienen con un día de regalo, cual oferta hotelera–. Pero nosotros no percibimos la cifra siempre del mismo modo: hay años tan ligeros que parecen días y otros tan duros que nos pesan como siglos.

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