Inútiles

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El Gran Wyoming

El debate que ha suscitado la propuesta de Miguel Arias Cañete para ocupar el puesto de comisario de Energía y Cambio Climático nos llena de congoja porque carga de razón a aquellos que hablan de la existencia de una casta política que ha derivado en una dinastía endogámica en la que la consanguinidad comienza a producir anomalías genéticas. Sólo así se explica que a través de sus discursos pretendan que cambiemos de opinión sobre las cosas, las personas, los credos, de la noche a la mañana. Nos empiezan a considerar autómatas programables a los que bastaría con actualizar el sistema operativo para que suscribieran el discurso que una mente privilegiada ha parido la noche anterior.

No, cuando Darwin enunció su teoría sobre el origen de las especies y su evolución a través de la selección natural, no dijo que estos cambios se produjeran de forma meteórica sino que ese proceso evolutivo lleva miles de años. No nos pueden exigir a los humanos mutaciones para las que no estamos concebidos, porque entramos en contradicciones que nos producen alteraciones del sueño, espasmos, dermatitis seborreica y demencia. También se han detectado casos aislados de ginecomastia.

La opinión que tengo de Cañete, del que por su aspecto de abuelito de Heidi nunca hubiera sospechado ninguna intención lesiva, me la he configurado a través de los datos que aportan los medios de comunicación, posteriormente amplificados por sus rivales políticos que le definían como un ser incompatible con la gestión pública por su pensamiento reaccionario, más acorde a una caverna política en desuso, sumado a sus actividades empresariales que resultaban incompatibles con el ejercicio de su ministerio sin incurrir en conflictos de intereses.

Ahora resulta que el principal partido de la oposición no tiene claro si debe votar en contra o abstenerse a la hora de decidir si ocupa el sillón de la comisaría de Energía y Cambio Climático. Los que hemos escuchado los gritos de esa oposición en defensa de Elena Valenciano, con la que el señor Cañete se dejó abofetear intelectualmente en público, delante de las cámaras, sin poder defenderse porque es un caballero español y, en su condición de tal entiende que a las señoras hay que concederles todo y no ponerlas en su sitio, a no ser que sean de uno, los que vivimos aquella salida en tromba descalificando al entonces rival en la elecciones europeas estamos perdidos. Ya teníamos claro que no era el candidato adecuado para ese puesto ni para ningún otro, ya que las virtudes que le adornan sólo le darían méritos para ser conferenciante de lujo en la FAES, ese mal llamado laboratorio de ideas que pagamos los españoles con nuestros impuestos y que no es otra cosa que el tarrito de las esencias patrias de aquella España rancia y delincuente de la que no despegamos ni con todo el petróleo de la ”Cañete´s Family” (Cómo nos impresiona escuchar hablar a un político español otro idioma, excepto en el caso de la “Aznar´s Family” que son muy graciosos).

Ahora resulta que los socialistas deben procurar, sin colaborar demasiado, el nombramiento de Cañete como comisario europeo, porque si no se puede ir al garete el de un colega suyo que se llama Moscovici y para el que ya habían pactado un sillón.

Resulta graciosa la interpretación que de este esperpéntico reparto de chollos que, por supuesto, también pagamos los que vivimos por encima de nuestras posibilidades, hace nada menos que “el Vicesecretario General de Estudios y Programas del PP y Vicepresidente del Grupo Popular Europeo”, toma cargo, colega, Esteban González Pons. Dice que puestos a poner pegas los conservadores tampoco deberían votar al candidato de los socialistas porque siendo ministro de Economía en Francia no cumplió con el objetivo del déficit y que por tanto no estaría capacitado para controlar los objetivos de Europa. Entonces, ¿por qué le vota?. ¡Coño, porque estaba pactado!: “Yo voto a tu inútil y tú votas a mi inútil”. Así es como definen los unos al candidato del otro.

El remate del señor Pons es toda una definición sintética y bastante exacta de la realidad, aunque matizable porque se presta a equívocos: “O ganamos todos o perdemos todos”.

El aspecto matizable es que ese “todos” se refiere exclusivamente a ellos, a los que ocupan los sillones. Nosotros, los ciudadanos, estamos excluidos de esa totalidad, perdemos siempre, porque gracias a lo poco que sabemos de los candidatos a comisarios, a través de las versiones que nos dan sus compañeros de hemiciclo, entendemos que no sirven para ello, que son inútiles, y que sólo en el apaño, en el amañamiento del reparto de cargos, acceden a esos puestos.

La cosa viene a ser algo así: “Ya sé que el mío es impresentable, pero el tuyo también, así que no empecemos a sacar trapos sucios porque no nos conviene”. Hay un par de argumentos más que definen la calidad política de los que nos gobiernan.

Cospedal y Margallo se lamentan de que a Cañete se le “estén poniendo zancadillas” y “metiendo chinas en los zapatos” de cara al nombramiento: “Son zancadillas que nunca el PP ha puesto cuando se trataba de nombrar a un comisario español”.

He ahí una razón de peso: ¿Cómo alguien en su sano juicio se opondría al nombramiento de Cañete como comisario de Energía y Cambio Climático sabiendo que es español? Un español será siempre más adecuado para el cargo porque sabe el truco para frenar el cambio climático: negarlo.

Ya lo hizo Aznar denunciando el “alarmismo climático” y afirmando que “la comunidad internacional debe prestar mayor atención a otros asuntos más preocupantes que el aumento en unos grados de la temperatura global". Señor Aznar: si la temperatura global sube “unos grados”, estaremos muy, muy jodidos; es probable que ya no tengamos que preocuparnos de otra cosa.

O el primo de Rajoy, científico y catedrático de física de la universidad de Sevilla, también español que, en su sano juicio, afirmaba: “he traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que hará mañana en Sevilla. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?"

Doña María Dolores de Cospedal tiene razón. No me he ido a buscar dos frikis para hacer demagogia sino a los putos amos de la españolidad para demostrar que en esto del cambio climático, los españoles tenemos un don, y Cañete es español.

Hay una razón que se impone, que todos esgrimen para llevar adelante esa votación que a todos conviene: “la Gobernabilidad”. Qué casualidad, ésa era la coartada a la que siempre se aferraba Jordi Pujol para que no metieran las narices en sus asuntos.

¿Si no son casta, por qué ejercen?

El debate que ha suscitado la propuesta de Miguel Arias Cañete para ocupar el puesto de comisario de Energía y Cambio Climático nos llena de congoja porque carga de razón a aquellos que hablan de la existencia de una casta política que ha derivado en una dinastía endogámica en la que la consanguinidad comienza a producir anomalías genéticas. Sólo así se explica que a través de sus discursos pretendan que cambiemos de opinión sobre las cosas, las personas, los credos, de la noche a la mañana. Nos empiezan a considerar autómatas programables a los que bastaría con actualizar el sistema operativo para que suscribieran el discurso que una mente privilegiada ha parido la noche anterior.

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