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La cara de Juan Carlos I

Juan Carlos I siempre ha tenido una cara impresionante.

Una cara que todos los españoles y españolas hemos tenido presente durante décadas en nuestra vida cotidiana: en monedas, sellos, retratos oficiales en colegios, ministerios, instituciones…

Pero ahora esa cara omnipresente que nos miraba con orgullo y satisfacción a la hora de pagar un café, escribir una carta o entrar en una comisaría a denunciar un robo…se ha transformado en una cara más terrenal, más lasciva, más Borbónica y Torrentiana, valga la redundancia.

Unas fotografías, tomadas en el año 1994 de Sumajes besando a Bárbara Rey en la terraza del piso de la ex vedette, vuelven a poner en portada la cara de Juan Carlos I y vienen a confirmar, con imágenes, el chascarrillo que ha recorrido insistente y por lo bajini durante décadas nuestra ejemplar Transición.

La publicación de estas fotografías coincide con un nuevo viaje del rey demérito a Sanxenxo para defender el título del Bribón.

También coinciden con el anuncio de la próxima aparición de Reconciliación, un libro autobiográfico del monarca que se publicará el próximo año para reivindicar su legado porque, en sus propias palabras, tiene “la sensación de que están robando mi historia”.

Los límites del humor

Ha tenido que ser Privé, una revista de los Países Bajos, la que haya colocado en portada la cara, y qué cara, de los bajos instintos reales de nuestro ex monarca.

Unas fotografías y una portada que nunca se atrevieron a publicar nuestras revistas y periódicos, más empeñados en mantener la Pantomima Full del matrimonio real perfecto que los propios protagonistas.

Es la constatación de que el miembro más prominente de nuestro Estado tenía tendencia a escaparse a menudo de su bragueta amparado por la impunidad periodística, política e institucional.

De aquellos polvos, estos lodos. Literalmente.

Una cara real que, por cierto, nos ha salido muy cara.

Fuentes del CESID, el antiguo CNI, afirman que se compró el silencio de la ex vedette sobre su relación con el monarca por el “módico" precio de 500 millones de pesetas de la época. 

Igual que existe una casilla para la financiación de la Iglesia en la Declaración de la Renta, se podría haber añadido una casilla para sufragar entre todos los contribuyentes los escarceos de sus borbónicas majestades

Un sueldo bárbaro y pagado con nuestros impuestos, por supuesto. 

Sólo faltó que una Nochebuena, en su tradicional discurso a la nación, apareciera Juan Carlos I al más puro estilo Lola Flores parafraseando una de las frases míticas de la Faraona: 

“Yo a veces pienso, si una peseta diera cada español…”

Una modalidad de crowdfunding pasivo de todos los súbditos de esta monarquía parlamentaria a la que podríamos denominar en honor a la corona real: “Crownfunding”.

Pero ¿qué es el dinero cuando hablamos de proteger la virtud del adalid de la democracia en nuestro país? ¿Quién no estaría dispuesto a pagar una pequeña parte de su sueldo para mantener a nuestra amada monarquía en todo lo alto y sufragar los calentones reales a cambio de mantener el Régimen del 78?

¿Qué somos? ¿Franceses?

Igual que existe una casilla para la financiación de la Iglesia en la Declaración de la Renta, se podría haber añadido una casilla para sufragar entre todos los contribuyentes los escarceos de sus borbónicas majestades.

Hacer oficial lo que era oficioso, que pudiéramos, en un esfuerzo común, contribuir orgullosamente a sufragar las numerosas experiencias extramatrimoniales de nuestro líder supremo.

Coliving, poliamor, crowdfunding… Conceptos que nos parecen muy modernos pero que los Borbones, unos pioneros y unos adelantados a las modas y costumbres más innovadoras, ya introdujeron en España desde hace generaciones.

Unas modas que, gracias al impulso dado por nuestra monarquía, han pasado de la realeza al pueblo llano y se han vuelto mainstream en nuestra sociedad.

Igual estamos juzgando prematuramente a nuestro rey demérito y ha sido un adalid de la justicia social. 

Igual Juan Carlos I lo que quería era concienciarnos sobre un drama de nuestra sociedad y, ya consciente del drama del precio de la vivienda, lo que quería era compartir piso y gastos con Bárbara Rey para ayudarle a pagar unos gastos de alquiler muy por encima del precio de mercado. Un adelantado a su época.

Ya sabemos, gracias a divulgadores históricos como la imprescindible Nieves Concostrina, que la dinastía Borbónica siempre ha sido generosa para con sus súbditas y nunca ha tenido problema en compartir dormitorios con plebeyas en un acto de generosidad digno de alabanza. Gracias, Borbones.

Pero lo mejor es que el mismo día que salieron a la luz las fotos de su padre en “actitud cariñosa” con Bárbara Rey en su piso, uno de sus hijos legítimos y también su heredero, el rey Felipe VI, estaba presidiendo la celebración del solemne 50 aniversario del Teatro-Museo Dalí de Figueras.

Si Salvador Dalí levantara la cabeza estaría orgulloso de esta obra de arte del surrealismo español.

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