Plaza Pública

Paradojas en Marrakech

Estefanía Torres

La Cumbre del Clima de Marrakech no nos ha dejado buen sabor de boca. Tras los compromisos alcanzados el año pasado en París, las expectativas eran altas. El presidente francés, François Hollande la presentaba así días antes de su inicio: «La COP21 ha sido la conferencia de las decisiones. La COP22 en Marrakech será la de las soluciones». Pero no lo ha sido. Más bien, de ponerle un título, podríamos llamarla “la conferencia de las paradojas”.

Lejos de dar un paso adelante y concretar las medidas que iban a hacer posible lo acordado en París (conseguir que el aumento de la temperatura media a final de siglo no supere los 2ºC) lo que nos ha quedado es el miedo a que se den pasos atrás en la lucha contra el cambio climático. Quizás esta sea la paradoja que lo resume todo, pero hay más.

Paradoja número 1: El evento ya empezó con mal pie. El 7 de noviembre, Marruecos expulsó del país a la vicepresidenta del Parlamento Africano, la activista saharaui Suelma Beiruk, que viajaba a la cumbre con pasaporte diplomático. Desde Podemos protestamos por esta muestra de autoritarismo, pero el Gobierno marroquí no recibió ningún toque de atención. No sólo eso, sino que nos presentó sin pudor sus “proyectos estrella” de energías renovables en los territorios ocupados ilegalmente desde hace más de 40 años. Proyectos que explotan los recursos naturales de un pueblo cuya presencia en la cumbre estaba prohibida.

Paradoja número 2: El tercer día de cumbre, el mundo se despertaba con la noticia de la victoria de Donald Trump. La amenaza del nuevo presidente de EE.UU de romper el Acuerdo de París sobrevoló la COP22 hasta el último día de reuniones. Es cierto que, en teoría, Trump no puede desmarcarse del acuerdo hasta dentro de cuatros años. Sin embargo, la realidad es que ahora tenemos al frente del segundo país más contaminante del mundo a un multimillonario que niega y se burla del cambio climático.

Paradoja número 3: La actualidad volvió a sacudir la cumbre durante la segunda semana de reuniones. El ministro de Economía ruso era detenido con las manos en la masa, justo cuando cobraba un soborno de una petrolera. Este tipo de sucesos ilustran algo que ya sabíamos: de poco sirven las Cumbres mientras las instituciones sigan corrompidas por aquellos que gobiernan sin presentarse a las elecciones.

Paradoja número 4: La de Marrakech también iba a ser la cumbre de la triple A. Agricultura, Adaptación y África. La A de agricultura sigue mirándose desde un segundo plano. Los fondos para la A de adaptación siguen sin concretarse y la A de África continúa como la gran olvidada. Pero los países más industrializados siguen sin escuchar a los más desvalidos y pretenden que paguen igual que los que han contribuido más a la destrucción del planeta.

Respecto a nuestro país, hay tres estampas que ilustran la gran paradoja que encarna el PP en si mismo y que es capaz de exportar a Europa.

Una. ¿Qué hace Arias Cañete, el comisario de puertas abiertas a los lobbies energéticos, representando la posición de la UE en la lucha contra el cambio climático? El comisario europeo de Acción por el Clima y Energía se llenó la boca en Marrakech calificando la transición energética de “imparable”, sin embargo, el partido al que pertenece Cañete ni siquiera ratificó el Acuerdo de París a tiempo. Cañete es un político con intereses en la industria petrolera y lazos con los gigantes del ladrillo, está relacionado con escándalos de corrupción como Acuamed o los Panama Papers, y no le tiembla la voz al reconocer que más del 80% de sus reuniones en Europa son con lobbies del sector energético. Quizás por eso, en Marrakech, nadie se lo tomó muy en serio. La ausencia de la UE en las negociaciones importantes demuestra que Cañete no está a la altura del puesto que representa y de que debería dimitir.

Dos. La ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, aseguraba desde Marrakech que España no llegaba tarde a ningún sitio, que estábamos bien a cubierto bajo el paraguas de la UE y que habíamos cumplido perfectamente con los compromisos fijados en Kioto. Escuchándola, cualquiera diría que España es el único país de la UE que ha incrementado sus emisiones desde 2013.

Tres. Rajoy. Llegó, anunció a los medios una Ley Contra el Cambio Climático de la que nadie sabe nada. Se hizo una foto junto al Rey Mohammed VI y se marchó. No intervino en el pleno ni trajo ni un solo folio en el que se explicara en qué se va a concretar esa ley.

Estas son, en fin, las paradojas de Marrakech. Reflejo del mundo en que vivimos. Desde el Grupo europarlamentario de Podemos, una de las cuestiones en las que más venimos insistiendo es la necesidad de un cambio en el sistema agroalimentario mundial. ¿Por qué? Pues porque mientras el hambre que causa 40.000 muertes al día en el mundo, el 60% de los alimentos que producimos acaban desperdiciados en algún momento de la cadena de distribución. Dedicamos el 30% de toda la superficie productiva del planeta a producir alimentos que luego se tiran a la basura; y gastamos en ello el 30% de todo el consumo mundial de agua. Los desperdicios alimentarios implican la producción de 3.300 millones de toneladas equivalentes de CO2, y esto sitúa al desperdicio alimentario en el tercer lugar de los mayores productores mundiales de gases de efecto invernadero, solo por detrás de Estados Unidos y China.

Hace falta mucho más que una cumbre para luchar contra el cambio climático y mucho más que acuerdos de sumas y restas de emisiones. Necesitamos potenciar la agricultura ecológica y los circuitos cortos de comercialización. Y, sobre todo, hay que darle voz y protagonismo a la gente, no solo a las organizaciones que ya están en la calle y ya se están movilizando, sino a la ciudadanía en general y sobre todo a las agricultoras, a los pescadores... a quien nos proporciona los alimentos y cuyo papel en la mitigación del cambio climático es clave.

Los ecologistas exigen que la ley de cambio climático incluya un plan concreto de reducción de emisiones

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Hambre, pobreza y cambio climático deben combatirse conjuntamente.

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Estefanía Torres es eurodiputada de Podemos y miembro de la Comisión de Medio Ambiente de la Eurocámara.

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