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Pierden todos, gana Netanyahu

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Ha ganado Benjamin Netanyahu. Han perdido los palestinos, Barack Obama, la Unión Europea, las empresas demoscópicas y posiblemente Israel, instalado en un cortoplacismo peligroso, casi suicida. La mejor seguridad se alcanza con paz y progreso, no con las armas. Tener que ser siempre más fuerte que todos los demás juntos es una debilidad, un riesgo estratégico a largo plazo.

La campaña del miedo ha funcionado. La promesa de no permitir la solución de los dos Estados le ha garantizado el voto colono. Netanyahu ha llevado esta vez sus ataques contra los votantes palestinos de nacionalidad israelí, en teoría ciudadanos de pleno derecho, a los que acusó de estar comprados por una potencia extranjera para votar contra él. Después hay quejas cuando se habla de racismo o de apartheid.

No habrá en los próximos cuatro años negociaciones con los palestinos (en realidad nunca las hubo desde que Netanyahu regresó al poder en 2009). Un Estado palestino en Cisjordania y Gaza, una solución aceptada anteriormente por Israel y por Netanyahu, pasa al limbo. En los próximos cuatro años habrá más colonias en Cisjordania y en Jerusalén Este. El Gobierno israelí acelerará hacia la solución que busca desde hace tiempo: la anexión de gran parte de Cisjordania (las zonas grises en el mapa).

Aunque parece que pintan bastos hay buenas noticias en la aplastante e inesperada victoria del Likud: las cosas ya están claras, se termina de una vez la simulación en la que EEUU y la UE se han instalado desde 2009. Ya no habrá más doble lenguaje por parte de Israel: decir una cosa fuera para agradar y hacer la contraria dentro. Ya se puede disolver esa vergüenza llamada Cuarteto (ONU, EEUU, Rusia y Unión Europea) y despedir a su portavoz, Tony Blair. La victoria de Netanyahu sobre lo que se ha llamado con mucha generosidad periodística “centro-izquierda”, pues es la derecha moderada, pone fin a la obra de teatro, nos enfrenta a la realidad.

¿Cuál es esta realidad? Que las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que para otros países son obligatorias so pena de intervención militar o sanciones económicas internacionales, son papel mojado. Ya lo eran, pero ahora, el primer ministro de Israel lo ha proclamado: olvídense de la 242 y otras. No habrá retorno a la situación anterior a 1967. Olvídense también de la iniciativa de Ginebra, el último intento realista de por ambas partes de alcanzar un acuerdo que consistía en cambiarse territorios para permitir que alguno de los grandes asentamientos (colonias) en Cisjordania quedara en Israel. Esa iniciativa estaba dentro de la idea de los dos Estados. La cumbre de Annapolis, aún con George Bush en la presidencia, la consagró. De aquella cita salió el compromiso: crear el Estado palestino en 2008. Es fácil cargar las culpas de estos fracasos sobre Netanyahu, que tiene muchas, pero la actitud de EEUU y la UE ha sido cobarde.

Con Netanyahu cuatro años más en el poder se puede decir que el acuerdo nuclear con Irán, que al parecer está a punto de alcanzarse, será papel mojado. No creo que se atreva a atacar en solitario, pero hará lo imposible para que descarrile el plan. El acuerdo con Irán es, sobre todo, una pieza estratégica. EEUU y la UE creen que así impulsan a los moderados en Irán y facilitarán la apertura del régimen. Es cierto que los países que están a tiro de una posible bomba nuclear iraní son Israel y Arabia Saudí, que en esto y en otras cosas van de la mano.

Barack Obama, el presidente que menos ha disimulado su mala relación con Netanyahu, dejará la Casa Blanca en enero de 2017. El año próximo es electoral, ya saben, todo ese lío de caucus y primarias. Los demócratas depositan todas sus bazas en Hillary Clinton, una mujer que despierta pasiones y odios. Si les fallara por cualquier motivo quedarían huérfanos. Entre los republicanos aún no ha surgido un líder incontestable. Está Jeff Bush y poco más. No es insensato pensar que los republicanos ganarán, como ahora, las dos Cámaras del Congreso. Si también lograran la presidencia sería el ideal para Netanyahu y los sionistas revisionistas, a los que sigue y trata de aplicar sus principios.

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Decía que la victoria de Netanyahu clarifica el panorama, puede ser la palanca que impulse la campaña de boicot internacional conocida como BDS, y que preocupa seriamente en Israel. Puede obligar a que la UE, uno de los financiadores, tome una actitud más comprometida. Si no habrá dos Estados, significa que solo habrá uno, algo que muchos palestinos empiezan a ver como mejor solución.

¿Está en la cabeza de Netanyahu un solo Estado que asuma los 2,5 millones de palestinos de Cisjordania? ¿Un Estado que les dé la nacionalidad? ¿Un Estado que sume esos 2,5 millones a los 1.5 millones de palestinos con ciudadanía israelí y que representan al 20% de la población de Israel? ¿Un Estado democrático con cuatro millones de palestinos y siete millones de judíos? Es posible que estemos ante otra simulación y lo que se busque sean territorios sin palestinos.

La victoria de Netanyahu y el enterramiento de lo que estaba ya enterrado, la solución de los dos Estados, obliga a un aterrizaje brusco en la realidad, esa que viven desde 1948 cientos de miles de palestinos fustigados por Israel, los colonos y una Autoridad Nacional Palestina más interesada en cobrar subvenciones internacionales que en cambiar la suerte de su pueblo.

Ha ganado Benjamin Netanyahu. Han perdido los palestinos, Barack Obama, la Unión Europea, las empresas demoscópicas y posiblemente Israel, instalado en un cortoplacismo peligroso, casi suicida. La mejor seguridad se alcanza con paz y progreso, no con las armas. Tener que ser siempre más fuerte que todos los demás juntos es una debilidad, un riesgo estratégico a largo plazo.

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