Desde la tramoya
¿Cómo eres de populista? Test de autoevaluación
Mide tu grado de populismo respondiendo si estás de acuerdo o no con las siguientes propuestas. Y luego, para ver tu grado de conocimiento del populismo de las fuerzas políticas de la izquierda, señala qué partido –PSOE, Izquierda Unida o Podemos– ha formulado cada una de las propuestas:
1. Eliminar los paraísos fiscales de Europa.
2. Imponer una tasa del 0,05 sobre las transacciones financieras internacionales.
3. Denegar beneficios fiscales a quien opere en paraísos.
4. Terminar con las listas cerradas en las elecciones.
5. Someter a la Ley de Transparencia a la Casa Real y a la Iglesia Católica.
6. Prohibir a las empresas que donen dinero a los partidos.
7. Impedir que un político reciba más de un sueldo aunque desempeñe diversos trabajos.
8. Crear un banco público.
9. Prohibir que en ninguna circunstancia se corte a un ciudadano o ciudadana el agua, o la luz o la calefacción durante el invierno.
10. Eliminar por completo la religión del horario lectivo en la escuela pública.
11. Garantizar un 50 por ciento de mujeres en las listas electorales.
12. Impedir por ley la desigualdad salarial entre hombres y mujeres.
13. Facilitar servicios de maternidad asistida a las mujeres lesbianas a cuenta de la Seguridad Social.
14. Proteger por ley los derechos de los ciudadanos ante los grandes bancos, las empresas de energía o de telefonía.
15. Obligar a los bancos a que pongan al menos la mitad de las casas que tienen al servicio de la comunidad.
16. Garantizar una tarifa social para navegar por internet.
Primer resultado del test: ¿Cómo eres de populista?
Digamos que si has respondido que estás de acuerdo en diez o más de las propuestas eres un populista irredento o una populista irredenta. Populista en su sentido más peyorativo. Porque, ¿de verdad crees que España puede acabar con las prácticas fiscales de Andorra o Luxemburgo? ¿No comprendes que si prohíbes a las empresas que donen dinero a los partidos se buscarán maneras más opacas de actuar, y seguirán pagando igual? ¿O no ves que si obligas a pagar igual es probable que el empresario no contrate a la mujer sino al hombre?
Segundo resultado del test: ¿Quién propone esas medidas de tono, efectivamente, tan populista?
Todas podrían ser firmadas con seguridad por las tres fuerzas políticas más relevantes de la izquierda, pero son cada una de ellas parte de las 130 medidas del PSOE en su Conferencia Política.
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Si muchos de nosotros estamos de acuerdo con las medidas que he transcrito, sabiendo que son de máximos y aún con todas las objeciones que pudieran formularse, y si un partido de gobierno como el PSOE las está planteando, quizá el populismo no sea tan malo. De hecho, en sus orígenes y su desarrollo el populismo no es malo.
Hay un populismo clásico, positivo, que estos días está triunfando con distintos nombres en algunas partes del mundo. En Estados Unidos, la demócrata Liz Warren sigue siendo la invitada preferida del Partido Demócrata, y hace en cada conferencia las delicias del personal con su "populismo progresista". Hace unos días desgranaba su credo en once puntos que han causado furor (gracias también al uso casi religioso de la anáfora y la llamada a la lucha, porque por lo demás las ideas son viejas conocidas). "Creemos que Wall Street necesita normas más fuertes y obligaciones más duras, y vamos a luchar por ello. Creemos en la ciencia y eso significa que tenemos la responsabilidad de cuidar nuestra Tierra. Y lucharemos por ello. Creemos que Internet no debe estar al servicio de las grandes corporaciones y eso significa neutralidad de la red. Y lucharemos por ello. Creemos que nadie debe trabajar a tiempo completo y vivir en la pobreza. Eso significa elevar el salario mínimo. Y lucharemos por ello...." Y así, por cada "creemos", un aplauso: creemos que los empleados de los restaurantes de comida rápida tienen derecho a protestar, creemos que los estudiantes tienen derecho a estudiar sin que les arruinen las deudas, creemos en un retiro digno tras una vida de trabajo, etc. etc.
La senadora de Massachusets y profesora de Harvard (dos lugares que son la antípoda del populismo), y otros líderes de la izquierda estadounidense lideran esa corriente que, sin ningún complejo, se autodenomina "nuevo populismo". Recientemente, una de las organizaciones más fuertes de la esfera de Obama (Campaign for America's Future), ha celebrado una jornada sobre ese nuevo populismo, y hay incluso un medio de cierta influencia llamado The Progressive Populist.
El asunto es que, curiosamente, Hillary Clinton, que la gente sitúa en posiciones más centristas o moderadas, podría suscribir sobre el papel cada una de las ideas del nuevo populismo. Sucede de manera parecida aquí en España. Como hemos visto, la agenda del PSOE tiene unos contenidos nítidamente populistas, que podría suscribir al 90 por cien Podemos, como el PSOE podría firmar el 90 por cien del programa de sus nuevos competidores.
¿Qué pasa entonces para que si lo dice Warren o Podemos sea populista, tanto en el sentido peyorativo como en el positivo, y si lo dice Hillary o el PSOE resulte increíble? El quid de la cuestión es evidente: credibilidad con respecto a la relación con los poderosos, particularmente con los grandes poderes económicos.
Como he escrito en un artículo previo hace un par de años, el relato más sustancioso de la izquierda es el de "la gente frente a los poderosos". Quien mejor ha situado el problema ha sido Podemos: "el pueblo frente a la casta", "los de abajo luchando contra los de arriba". Por eso acierta cuando aplica el truco de decir que la cosa no es izquierda o derecha sino "arriba o abajo". Acierta porque sabe que con esa afirmación mata dos pájaros de un tiro: seduce a la gente de izquierdas, pero además llama a millones que no necesariamente se identifican con la izquierda tradicional, pero sí con "la gente", "el pueblo" o "los de abajo".
También acierta el PSOE cuando quiere ser "ese partido de izquierda que atrae al centro". Ambos partidos están buscando un lugar de inmensa rentabilidad electoral, que en Podemos llama "abajo", y el PSOE "el centro". Ninguno despreciaría a los varios cientos de miles de votantes de la izquierda más clásica, que pelean también con Izquierda Unida, pero su verdadero granero está en el espacio de la mayoría de la gente corriente que se indigna con el compadreo lamentable de los políticos con los poderes económicos. Con las puertas giratorias, los beneficios fiscales, los paraísos, las prebendas y la hipocresía de quien dice una cosa y luego hace la contraria bajo cuerda. Aunque la salida de la crisis va a relajar mucho esa tensión, va a ser ahí donde los partidos - también el Partido Popular (bonito nombre a estos efectos, por cierto) - se jueguen la credibilidad y los votos.
Ese es el problema de Hillary y el del PSOE. Que pueden proponer lo mismo que Liz Warren o que Podemos o IU, pero entonces alguien hace al proponente la pregunta crucial, la que define su credibilidad: "Sí, vale, está bien lo que dices. Pero, realmente, ¿tú de qué lado estás? ¿Del lado de las grandes empresas, los grandes bancos, el gran dinero, o del lado de la gente?". Llámame populista, pero ahí está la cuestión.