Los reyes más horteras

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A un servidor a ateo no le gana nadie. Pero con unos 15 años ya me quité de anticlerical; lo hice formando parte de un grupo terrorista llamado G.A.M.E. (“Grupo anti-monjes escolares”), cuya única acción fue hacer una pintada en la pared del cole que decía “No a la opresión”. Los curas la borraron, buscaron sin éxito a los autores y ahí quedó la cosa.

Con el paso del tiempo, he sabido que todas las culturas, absolutamente todas, tienen una religión o cosa parecida. Que más o menos ocho de cada diez seres humanos creen en Dios, o similar. Que la religión al personal le aporta ciertas cosas que de otra manera le resultarían costosas de obtener: consuelo, identidad de grupo, anclaje moral, certezas ante lo incierto. Y así, manteniendo absolutamente intacta mi falta de fe en nada que no sea la materia, cada día soy más tolerante con cualquiera que profesa cualquier religión. Siempre, por supuesto, que mi prójimo no trate de imponerme la suya, ni hacerla prevalecer. De algún modo soy más respetuoso con la religión que los creyentes, porque yo respeto las creencias de cualquiera.

De manera que no tengo ningún prejuicio para poder decir que los tres reyes magos de Manuela Carmena, la alcaldesa de Madrid, son una horterada. No sólo por el adefesio de trajes que llevaban, el aspecto deslucido de sus barbas y lo escuálido de su porte, que incluía unas coronas como del Burger King. Eran una horterada porque los destinatarios de esos atuendos eran niños y niñas. Niños acostumbrados a ver a tres personajes míticos más o menos orondos, con barbas largas y tupidas, trajes de colores vivos y aspecto medieval. Eso es lo que quieren ver los niños. Innovar en una cosa como esa es una soberana tontuna.

Felicidades, cómo no, a la alcaldesa, por eliminar la zona vip que se repartían los meapilas del PP cada año, e incluso por eliminar los animales, que tampoco habría pasado nada por dejar que trotaran unos caballos de los de la Policía, por ejemplo…

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Pero tan hortera es pintarle la cara a un concejal con betún para que se haga pasar por Baltarsar, costumbre muy del PP, como ponerle a Melchor y a Gaspar una túnica como de Agatha Ruiz de la Prada.

Aquí somos todos muy progres, pero uno ya se va haciendo mayor como para aguantar las genialidades impostadas de quien quiere mostrar con símbolos ridículos que es más progre que nadie. Carmena tiene para muchos el crédito acumulado de ser una buena persona de intachable trayectoria. Pero debería en mi opinión cuidarse mucho de seguir haciendo cosas que lindan la chorrada. Si en lugar de ser ella quien abrió el patio cubierto del Ayuntamiento a unas cuantas decenas de indigentes por Nochebuena, las puertas las hubiera abierto Ana Botella, aún estaríamos todos ofendidos por su supuesta hipocresía de beata. Si la idea de enseñar a los niños a no tirar colillas se le hubiera ocurrido al PP diríamos que eso es privatizar un servicio público…

No sé… a mí me gusta esta Carmena nuestra, pero yo le pediría que mejor dejara de proponer y hacer tonterías que rayan lo esperpéntico, para que veamos que en Madrid, de verdad, hay un Ayuntamiento no sólo progresista, sino también eficaz y serio.

A un servidor a ateo no le gana nadie. Pero con unos 15 años ya me quité de anticlerical; lo hice formando parte de un grupo terrorista llamado G.A.M.E. (“Grupo anti-monjes escolares”), cuya única acción fue hacer una pintada en la pared del cole que decía “No a la opresión”. Los curas la borraron, buscaron sin éxito a los autores y ahí quedó la cosa.

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