Segunda vuelta
Por qué hay que desmentir a Celia Villalobos
Una sociedad avanzada entiende qué significa la violencia de género. Sobre esa comprensión se articulan los pactos de Estado y las herramientas para hacer frente a la amplia paleta de agresiones contra las mujeres, a las medidas para no sumar más víctimas y esquelas. Un avance lento y doloroso, minado por teorías negacionistas, falsos debates, ataques directos y bulos cuya única finalidad es negar la existencia de la violencia machista. Digo esta obviedad, esto en lo que ya convenimos, porque en los días más duros sale a relucir todo lo que nos falta para saber que hablamos, cuanto menos, desde el mismo sitio.
Tres días después de la aparición del cuerpo de la niña Olivia, en el programa La Hora de La 1, el granito de arena desde el ente público, decía su directora, Mónica López, pasaba por analizar los fallos del sistema y qué narices está pasando. Lo hacía acompañada de las expertas y colaboradoras Ana Bernal-Triviño y la psicóloga Marta de Prado. Ambas explicaron por qué el cuerpo de la pequeña fue arrojado donde jamás pudiera encontrarse, qué mecanismos operan en un tipo como Tomás Gimeno para controlar a la víctima matando a sus hijas. Qué ocurre cuando las mujeres denuncian, cuando no hay psicólogos al otro lado, ni casas de acogida, cuando los informes de menores tardan años.
En la mesa, Celia Villalobos recogió el primer turno de palabra. Me preocupan dos cosas, dijo. La muerte de las niñas y la de otra menor asesinada por su madre "para fastidiar al padre". En 2019, 12 mujeres hicieron eso y 5 hombres. A mí eso me preocupa muchísimo. Me duele el futuro de esta madre, pero me duele que convirtamos a los hombres en el enemigo de las mujeres. Literal.
En pocos segundos se cita una estadística que no existe como tal, unos datos falsos sin fuente y una suerte de aviso: denunciar la violencia vicaria perjudica la imagen de los hombres. Una equiparación que convierte la brutalidad contra Beatriz en la causa de una supuesta lucha contra ellos que ni existe ni, salvo en Vox, nadie alude. Las redes, como era de esperar, reaccionaron con ira.
Por más que busco una justificación, me sigue dejando helada por el contexto. Olivia apareció en el fondo del mar metida en una bolsa, la menor Rocío Caíz descuartizada, la periodista Alicia Rodríguez sin vida atropellada, una mujer octogenaria ha muerto a martillazos. Así hasta 20 mujeres en poco más de cinco, todas ellas confirmadas por la Delegación del Gobierno. No es México, es España. No es un feminicidio ajeno, es el propio.
Celia Villalobos ha sido una de las mujeres más influyentes del PP, alcaldesa pionera en Málaga, desobediente contra el aborto, defensora de las parejas de hecho y el matrimonio homosexual en un partido que quiso ilegalizarlo. Una mujer que, por más que se discrepe, ha levantado su biografía política en tiempos de hombres.
También es una voz que disfruta de innumerables espacios públicos para ser escuchada. Por eso no concibo su mensaje de fondo. Celia Villalobos no es consciente del daño que hace que una figura pública utilice datos falsos. Y si lo es, tenemos la obligación de desmentirlos por todos los canales posibles. De no aceptar que aquellas personas que se han sentado en las instituciones los difundan. De exigir rigor en un debate con vidas de por medio. Y de pedirle algo de generosidad y capacidad de reconocimiento con las expertas más jóvenes que han tomado el relevo.
Llevamos dos semanas con un minuto de silencio detrás de otro para tener que explicar conceptos superados. Es probable que la cita falsa responda a un negacionismo de fondo. Los bulos no son inocuos, sirven para atacar los acuerdos sobre violencia machista. Para Celia Villalobos "las mujeres no son víctimas". Pero ha costado 1.098 asesinadas desde 2003 convenir que las matan por ser mujeres. Que acaban con sus hijos para hacerles el mayor de los daños. Que el machismo es estructural y precisamente por eso se necesitan recursos e instituciones. Más educación y mejor justicia.
Decía también Celia Villalobos: "Yo he salvado a muchas mujeres y ¿sabes qué pasaba? Que muchas denunciaban y al final volvían porque no tenían un medio para mantener a sus hijos". Así es, se ha acompañado a las mujeres hasta la mitad del camino. Antes y ahora. Si vuelven con su maltratador por falta de medios, son las instituciones las que fallan. No es un camino fácil. Además de las víctimas mortales, los últimos datos de mayo cifran en 63.596 casos activos de un registro de 638.809 mujeres que en este momento no tienen protección pero puede reactivarse en cualquier momento. Y cuando el CIS pregunta a la gente por su principal preocupación, solo el 0,3% responde la violencia contra las mujeres.
Ha costado tanto llegar a unos mínimos que si el PP va a dejarse arrastrar por Vox que no sea en esto. Que mantengan al menos la unidad de la pancarta, con todos a un lado, sujetándola, y Vox al otro. Si este país tiene que elegir uno de los consensos pendientes, entre la crisis de Estado, la territorial, el poder judicial, la televisión pública, los indultos… si hay que optar por un solo acuerdo, que sea la violencia contra las mujeres. La que deja más víctimas, repartidas por todo el país y de todas las clases. Porque afecta al cien por cien de todas.
Necesitamos espacios públicos, cuantos más mejor, para informar, sensibilizar, conocer los complejos y brutales mecanismos estructurales que abonan la violencia de género. Necesitamos muchas expertas como Ana Bernal-Triviño. Y necesitamos que las Celias Villalobos no se descuelguen ahora de donde un día estuvieron. Que abracen su eslabón a los siguientes. Que escuchen, coño, que diría con espontaneidad la propia Celia. Si no lo hacen, tendrán que entender que las mujeres y profesionales que ahora se dejan las horas y la piel, en lugar de reconocer su feminismo denuncien su discurso como parte del problema.