La coincidencia ha querido hacernos disfrutar del triunfo de la selección española ante Francia al tiempo que se aborda el drama de la reubicación de los menores en Canarias. Cualquiera de los niños y niñas en las islas podría ser Lamine Yamal, hijo de un marroquí y una guineana criado en un barrio humilde de Mataró de código postal terminado en 304, el gesto de celebración y reivindicación de Yamal. Y podría ser Nico Williams, después de que sus padres entraran en España de manera irregular. No son menores no acompañados, pero podrían haberlo sido. Nico Williams ha recordado cómo sufrió su madre andando descalza por el desierto, cómo se “partió el lomo” y su padre fue a Londres para alimentarlos. La gesta de Nico Williams, de 21 años, conoce el efecto del racismo. “Nadie viene a robar a nadie. Mi madre es una luchadora. Mi padre ha luchado como el que más. Venimos a tener un pan, un techo, un mejor futuro”. Y enfrente de esta gesta, un debate muy lejos de estar a la altura.
Vox no es capaz de mirar de frente a los jugadores de la Eurocopa. Porque además de antipatriotas, son racistas. El escuadrón político de la xenofobia lleva una semana enarbolando políticas migratorias de ilegal aplicación en España, fuera del marco del Pacto Migratorio Europeo. Su único fin es agitar la confrontación de la sociedad española contra el que ha llegado de fuera. Convertir al migrante en objetivo a batir y ampliar la base electoral desde ahí. Muy en la línea de la armada “protegiendo la frontera” de los cayucos, lo que convierte al que llega en “enemigo”.
El PP ha utilizado dos lenguajes. La “solidaridad” de Alberto Núñez Feijóo con el reparto territorial de los migrantes y los subtítulos de Miguel Tellado mandando al Ejército
El PP ha utilizado dos lenguajes. La “solidaridad” de Alberto Núñez Feijóo con el reparto territorial de los migrantes y los subtítulos de Miguel Tellado mandando al Ejército. Se ha agitado la “avalancha”, “alarma” e “ilegales” al tiempo que no hay ninguna concreción de qué significa y en qué se traduce la solidaridad. El presidente de Canarias, Fernando Clavijo, ha pedido una solución estructural. Un SOS de solidaridad a las comunidades autónomas permanente en el tiempo. Para esto, la reforma de la Ley de Extranjería es imprescindible. Y el PP podría tumbarla. Una solidaridad de boquilla porque los números de hoy son irrisorios y las comunidades que más menores acogerán no pasan de 30. El PP y Vox han tensionado el debate desde hace una semana por 347 niños cuando hay unos 6.000 menores esperando en Canarias. Y todo, dando la espalda a una respuesta que solo puede aterrizar en un pacto de Estado.
La ley es imprescindible para organizar los criterios de distribución, condiciones y un sistema de protección eficaz. Y es contradictorio criticar a Junts por no querer recibir menores en Cataluña y a la vez no aprobar una ley por encima de las tentaciones y supremacías territoriales. Una norma que escape a las presiones propias del ADN de Vox; las de Junts en su competición con la extrema derecha de Alianza Catalana; o la de Madrid en la confrontación de Ayuso con Feijóo y el Gobierno.
Ha hecho bien el PP en plantarse a los ultras. Primero, es un órdago que los de Santiago Abascal no cumplirán (las comunidades donde gobiernan ya gestionan a menores no acompañados) y porque los populares tampoco pueden quedarse atrapados en Vox en política migratoria. Hace una semana Abascal decidió salirse del marco español y europeo. Se ha empotrado en el grupo del autócrata Viktor Orbán el mismo día que el primer ministro húngaro visitaba en Moscú a Vladimir Putin. El PP puede presumir de haberse plantado en el debate migratorio, pero con las últimas decisiones de Vox y los ultras, la única alternativa coherente es romper. Y si la solución Canaria queda en esos 347 menores será muy difícil de justificar que estamos hablando de unas migajas de solidaridad o de estar a la altura de una respuesta política y humanitaria.
La coincidencia ha querido hacernos disfrutar del triunfo de la selección española ante Francia al tiempo que se aborda el drama de la reubicación de los menores en Canarias. Cualquiera de los niños y niñas en las islas podría ser Lamine Yamal, hijo de un marroquí y una guineana criado en un barrio humilde de Mataró de código postal terminado en 304, el gesto de celebración y reivindicación de Yamal. Y podría ser Nico Williams, después de que sus padres entraran en España de manera irregular. No son menores no acompañados, pero podrían haberlo sido. Nico Williams ha recordado cómo sufrió su madre andando descalza por el desierto, cómo se “partió el lomo” y su padre fue a Londres para alimentarlos. La gesta de Nico Williams, de 21 años, conoce el efecto del racismo. “Nadie viene a robar a nadie. Mi madre es una luchadora. Mi padre ha luchado como el que más. Venimos a tener un pan, un techo, un mejor futuro”. Y enfrente de esta gesta, un debate muy lejos de estar a la altura.