Todo lo que no sea dimitir

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Se puede no tener autoridad pero es recomendable tener criterio y mantenerlo. Lo primero se  recibe desde fuera, lo segundo es una decisión personal e intransferible. Los cambios de postura de Alberto Núñez Feijóo sobre las responsabilidades de la dana, por contradictorias, sólo pueden responder a la instrumentalización política del desastre. Ahora que Carlos Mazón ha admitido errores, sale en su defensa. Más allá de lo criticable, lo incomprensible es saber a quién se dirige el PP nacional y quién va a comprar a estas alturas una versión que culpa al Gobierno y salva a Carlos Mazón. Estuvo “donde tenía que estar”, dice Feijóo, cuando toda España sabe que precisamente estuvo donde no debía. Ignoró las alertas de la Aemet los días anteriores y la mañana del fatídico martes 29 de octubre, culpa a la Confederación Hidrográfica que no mide el agua en barrancos –se supone que no llevan agua–; y erró en lo fundamental, la falta de prevención y alertar a la población. La larga comida y la eterna sobremesa son el símbolo de esa incompetencia. Por eso, la comparecencia del president en las Corts valencianas es difícil que reconforte si no es con una salida en directo o en diferido. 

La destrucción de la dana no podía evitarse, pero sí todo lo demás. Recapitulemos qué ha ocurrido entre ayer y hoy, en la segunda dana del mes. La Comunidad Valenciana solo ha necesitado la alerta roja de la Aemet para tomar medidas y Andalucía y Cataluña, con Málaga y Tarragona en el foco, no han tenido que pedir ayuda al Gobierno o esperar a que dirijan desde La Moncloa los servicios de protección para prevenir a los ciudadanos o mandar a la gente a casa. El presidente andaluz Juanma Moreno Bonilla lo ha sintetizado bien: “Si hiciese falta la colaboración del Ejército no tardaríamos ni un minuto en solicitarlo”. No como otros, le ha faltado decir

El ‘relato’ –como lo llama el PP– está perdido para Feijóo porque se han impuesto los hechos, la cronología y la cadena de errores. Por eso es incomprensible que quiera asumirlo. De las declaraciones de Borja Sémper de este lunes, “Más allá de la valoración que tengamos de Ribera, creemos que ahora no toca”, a la conspiración en Bruselas contra la vicepresidenta. 

Feijóo quiere capitalizar lo imposible. No hubo un problema competencial, fue de incompetencia. No falla la administración pública, fallan sus dirigentes

Feijóo ha liderado la estrategia para desbancar a Teresa Ribera como comisaria y se apunta, por extensión, otro fracaso. Es casi imposible que consiga desmontar el gobierno de comisarios de la presidenta Úrsula Von der Leyen, del que Ribera es escudera, número dos y asume vicepresidencia y macrocartera de clima y competencia. Feijóo, el moderado, prefiere conspirar con Manfred Weber, defensor de los pactos con la ultraderecha, a alinearse con la actual presidenta de la Comisión Europea. Si la estrategia de Feijóo tuviera éxito, daría una segunda oportunidad a los ultras que se quedaron fuera de la terna. Mover a la socialista Ribera lo movería todo. Generaría inestabilidad en una Comisión tensa con la llegada de Donald Trump y con necesidad de ponerse a funcionar cuanto antes. Además, sacaría de la vicepresidencia a una de las políticas más reconocidas en su sector. “Poco competente” para Feijóo y la única española en la lista de TIME de las cien líderes climáticas más influyentes del mundo. Ribera es una política reconocida en Bruselas, se sabe mover en la administración norteamericana y la de China, ambos clave en las negociaciones comerciales. No hay ningún movimiento en Europa contra Ribera más allá del que intenta mover Feijóo. Y si lo consiguiera, sería una mala noticia para su colega del PP, la presidenta Úrsula Von Der Leyen, para la Comisión, para los proeuropeos y para España. 

Feijóo quiere capitalizar lo imposible. No hubo un problema competencial, fue de incompetencia. No falla la administración pública, fallan sus dirigentes. Habrá que revisar cuanto antes la coordinación de los organismos que alertan sobre fenómenos meteorológicos, reforzar los mecanismos de prevención, las garantías jurídicas para que los trabajadores no se vean forzados a acudir al trabajo en medio de una tormenta. Y para ello, toda comparecencia es necesaria. Pero exculpar a Carlos Mazón a estas alturas es asumir innecesariamente una cadena de negligencias indiscutibles. Feijóo elige dos fracasos, la defensa de Mazón y tumbar a Ribera. Un oportunismo que, lejos de reforzar, retrata.

Se puede no tener autoridad pero es recomendable tener criterio y mantenerlo. Lo primero se  recibe desde fuera, lo segundo es una decisión personal e intransferible. Los cambios de postura de Alberto Núñez Feijóo sobre las responsabilidades de la dana, por contradictorias, sólo pueden responder a la instrumentalización política del desastre. Ahora que Carlos Mazón ha admitido errores, sale en su defensa. Más allá de lo criticable, lo incomprensible es saber a quién se dirige el PP nacional y quién va a comprar a estas alturas una versión que culpa al Gobierno y salva a Carlos Mazón. Estuvo “donde tenía que estar”, dice Feijóo, cuando toda España sabe que precisamente estuvo donde no debía. Ignoró las alertas de la Aemet los días anteriores y la mañana del fatídico martes 29 de octubre, culpa a la Confederación Hidrográfica que no mide el agua en barrancos –se supone que no llevan agua–; y erró en lo fundamental, la falta de prevención y alertar a la población. La larga comida y la eterna sobremesa son el símbolo de esa incompetencia. Por eso, la comparecencia del president en las Corts valencianas es difícil que reconforte si no es con una salida en directo o en diferido. 

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