Las elecciones catalanas siempre condicionan la política nacional. O van acompasadas con el ejecutivo o son el mazo de la oposición. Ocurrió con Artur Mas, con Carles Puigdemont y ahora con más intensidad por cómo condiciona el futuro de Cataluña y el Gobierno estatal. Es el punto de inflexión a más de trece años de muchos errores, de puentes rotos, de la crisis constitucional y de convivencia más profunda desde 1978. Decir que Pedro Sánchez se la juega es demasiado simple. Se la juega Cataluña y el Govern que salga del 12-M tiene su peso propio. La noche del 12-M sabremos los resultados, pero no la gestión que se hará de ellos.
Aun así, gran parte de la estrategia de Sánchez se mide este domingo. Es el último partido, el match point definitivo. Dejar atrás el procés, oxigenar Cataluña, recuperar la vanguardia perdida de 2010 a hoy. En 2024 se han movido varias pantallas que ya damos por hecho y, sin embargo, lo cambian todo en la gestión del post 12-M. El independentismo ya no es plebiscitario, no condiciona el futuro gobierno catalán, la suma del 51% de voto independentista está lejos de repetirse, según sondeos. Por tanto, las alineaciones entre partidos no serán las mismas. La CUP ya no tiene ningún incentivo para apoyar a Junts, por ejemplo. Les genera problemas internos y no tiene ningún rédito.
Se han movido las prioridades, y los partidos. En las elecciones de 2021 se hizo un cordón sanitario al PSC y la legislatura ha terminado con Salvador Illa pactando dos presupuestos con ERC. En la lógica independentista, ERC y Junts se han ido enfrentando cada vez más, con un revisionismo cainita sobre quién tiene la culpa de la imposibilidad del 1-O. La ERC del Govern ha digerido el fracaso y ha pasado página, un camino que Junts sólo completará con la salida de Carles Puigdemont de la primera línea.
Esta campaña arrancó con un escenario previsible de dos opciones y se han terminado de dibujar a tres días de las urnas. O gobierno en torno a Junts o al PSC. La última semana el sudoku se reduce a Salvador Illa o Carles Puigdemont. Incluso una repetición electoral giraría sobre la misma suma.
Gran parte de la estrategia de Sánchez se mide este domingo. Es el último partido, el 'match point' definitivo. Dejar atrás el 'procés', oxigenar Cataluña, recuperar la vanguardia perdida de 2010 a hoy. El independentismo ya no es plebiscitario, no condiciona el futuro gobierno catalán
Esquerra puede ser quien más sufra. Y a la vez, quien decida el futuro de Cataluña. Hay una tentación en los republicanos y es pensar que están pagando la factura de la responsabilidad, la decisión de ser gobierno en España y en Cataluña. Pero es más bien el desgaste de esas decisiones lo que condiciona el voto. ERC adelantó las elecciones y ahora tendrá que atreverse a elegir. Una parte de su electorado tensiona hacia el independentismo, otra hacia un gobierno de izquierdas. Salir del túnel de la última década dependerá de cómo quiera interpretar sus votos.
La presencia de Pedro Sánchez en el cierre de campaña puede ser decisiva. En Cataluña Sánchez suma, es su bastión, donde más apoyo tiene, su apuesta más de fondo. Entra bien en el electorado progresista y compensa con un Salvador Illa moderado que quita votos a Junts por el lado convergente. Al mismo tiempo, Junts se está reinventando por la puerta de atrás. Si el PSC absorbe del voto de izquierdas y catalanista moderado, los de Puigdemont tienen voto independentista y también convergente. Dos modelos, dos opciones de futuro.
En cuanto al PP, Feijóo no gobierna por la crisis catalana, por un millón extra de votantes que dijo no a un gobierno del PP con Vox. Ahora viene de perder en el País Vasco y las encuestas catalanas no le favorecen. La ultraderecha entró en el parlamento vasco y en Cataluña deberían de conseguir al menos superarles. Si el PP no adelanta a Vox, será un desastre. De momento, el discurso de Génova en Cataluña ha sido irreconocible. La reivindicación del catalanismo puro nunca fue seña de identidad del PP. “Una catalana hasta la médula. Catalana triple porque es Dolors Montserrat Montserrat”, que decía Feijoo en el anuncio de la candidatura a las europeas, chocaba con el voto españolista y charnego. Y de la triple catalana, al réquiem por el centro derecha. Feijóo ha copiado el mensaje más burdo de Vox en una señal de máximo nerviosismo. La afirmación “la inmigración ilegal ocupa nuestros domicilios” no pasa una verificación, pero sobre todo, evidencia la falta de proyecto catalán de Feijóo allí donde Rajoy sufrió dos referendums, un procés, aplicó un 155… Lo más probable es que no sean relevantes para la gobernabilidad catalana. Pero si además quedan por detrás de Vox, su posible victoria en la subida de escaños será una derrota.
Se hacen cábalas sobre qué resultado le viene mejor al Gobierno. Sin duda, el triunfo de Salvador Illa. En la gobernabilidad, Sánchez lo tiene complicado sí o sí. Pero un buen resultado para el PSC le da fuerzas de cara a las europeas. Revalida su gran apuesta por la pacificación de la convivencia y la política. La verdadera política de fondo de Pedro Sánchez. Ganar las catalanas es el punto de cierre de partido. El resto del camino, pasa por conseguir unos presupuestos. Estamos en la legislatura del partido a partido. Y cuando todo se decide en corto, de poco sirve pensar a largo plazo.
Las elecciones catalanas siempre condicionan la política nacional. O van acompasadas con el ejecutivo o son el mazo de la oposición. Ocurrió con Artur Mas, con Carles Puigdemont y ahora con más intensidad por cómo condiciona el futuro de Cataluña y el Gobierno estatal. Es el punto de inflexión a más de trece años de muchos errores, de puentes rotos, de la crisis constitucional y de convivencia más profunda desde 1978. Decir que Pedro Sánchez se la juega es demasiado simple. Se la juega Cataluña y el Govern que salga del 12-M tiene su peso propio. La noche del 12-M sabremos los resultados, pero no la gestión que se hará de ellos.