La trampa de la lista más votada

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La abstención y la trampa de la lista más votada no es un debate que se pueda tener a dos semanas de ir a las urnas. Primero, porque condiciona el marco electoral señalando a un supuesto ganador de facto. Y porque el intento de Alberto Núñez Feijóo y Felipe González por remover esas aguas sólo responde a un remar a favor de la gobernabilidad del PP cuando no toca. Hay que insistir en una obviedad del propio debate: el partido que pretende pedir una concesión de este calibre debe, al menos, no insultar ni agraviar al otro.

Los sondeos —incluido el CIS, con un 10,9% de trasferencia de voto a las derechas, la cifra más alta de la serie— y los resultados del 28M arrojan un escenario de posible bloqueo o mayoría PP-Vox. Con la extrema derecha irrumpiendo con fuerza en España y Europa, es lógico que volvamos al asunto crucial del cordón sanitario. Aterrizado en la práctica del 23J, se traduce en la petición de abstención del PP al PSOE si Feijóo supera la barrera aproximada de los 155 escaños. El debate requiere de una altura política y madurez democrática muy alejada de como lo está planteando el PP, sumado a la falta de credibilidad tras pedir dejar gobernar a la lista más votada antes de las autonómicas. 

El PP ha gestionado los resultados del 28M utilizando la llave de Vox para formar gobiernos a una velocidad impensable. En menos de 40 días, ha pactado en 52 alcaldías donde el PSOE fue la lista más votada, ha cerrado alianzas de gobierno o de legislatura en 150 municipios, ha cedido la mesa de parlamentos autonómicos y hay gobiernos de coalición en Valencia, Extremadura y Castilla y León.  

Con los pactos exprés, el PP evidencia que no le preocupa Vox, sino la acumulación de poder, sin apenas reglas, ni matices. No se puede pactar con Abascal por toda España, celebrar el matrimonio ultra en Valencia y Extremadura, incidir en la falta de legitimidad de Pedro Sánchez, amenazar con socavar la autoridad del secretario general del PSOE llamando a los barones para doblarle el brazo y, con todo, echar la culpa al sanchismo de los pactos. La declaración de intenciones de Feijóo de “allá donde Vox sea necesario, gobernaremos con ellos” es la antítesis a dejarles fuera de la ecuación de gobierno, lo opuesto a generar confianza para conseguir apoyos bajo el aclamado interés general de España. 

2023 no es 2016. El PP no puede pretender arrastrar al PSOE a la crisis de entonces bajo la misma fórmula y una agresividad que supera con creces a Mariano Rajoy. El socialista Guillermo Fernández Vara, uno de los barones a quienes apela indirectamente el PP, ha llamado “indecencia” a esa llamada a la conciencia de los socialistas a favor de una futura abstención. El expresidente extremeño, pactista nato que ha dado juego a Podemos, PP y C’s en la anterior legislatura desde su sobrada mayoría absoluta, “no contempla en absoluto ese debate”. El razonamiento no tiene fisuras: “El PP no puede estar cerrando acuerdos para gobernar en sitios donde no ha ganado las elecciones y pedir al PSOE que sí lo haga”. Al pactar con la ultraderecha sin respetar la lista más votada, el PP perdió la oportunidad de hacer un gesto en Extremadura. Pudo ganar coherencia y dejar preparado el terreno pero eligió cerrar otro gobierno azul a costa de la credibilidad de María Guardiola y el mensaje explícito de preferir a Vox. 

2023 no es 2016. El PP no puede pretender arrastrar al PSOE a la crisis de entonces bajo la misma fórmula y una agresividad que supera con creces a Mariano Rajoy

El cambio de paradigma izquierda/derecha en futuros pactos o la posible petición de abstención del PP al PSOE es una conversación que tiene que abrir el Partido Popular y poner las condiciones adecuadas. Quien pide, debe trabajarlo. Y dar ejemplo. De momento, Extremadura ha sido la oportunidad perdida de Feijóo. Si la petición de ahora no fuera una excusa para justificar la alianza estructural PP-Vox a nivel nacional, el líder del PP debía haber dejado paso a Guillermo Fernández Vara. Hubiera sido un ejemplo y un guiño a esos barones socialistas a los que el PP dice apelar. 

El PP ignora que la ultraderecha ha mutado. Ya no es sólo el partido antiindependentista y religioso de sus orígenes. Y el contexto europeo para la nueva legislatura es tan complejo que tiene que despejar qué implicaría ese pacto en el gobierno de España. Señalar que hay extremismos en ambos lados del espectro ideológico es falso. Sumar son 15 formaciones de izquierdas y progresistas sin ambages. Vox es un partido hermano del húngaro Viktor Orbán, forma parte de la misma familia del polaco Ley y Justicia de Jarosław Kaczyński, ambos con los fondos congelados por su ofensiva contra los derechos LGTBI, de mujeres y de migrantes. 

La presidencia liderada por España tiene sobre la mesa una agenda verde y un pacto migratorio que se vería condicionado. Además, en Europa, el cordón sanitario sigue frenando la alianza entre la derecha liberal conservadora y la extrema derecha. “De momento”, como apunta el influyente Politico.eu. Y al tiempo que en España el PP ya ha roto ese cordón, hay un debate en el seno del Partido Popular Europeo sobre las alianzas con los ultras y acabar con décadas de pactos con los Socialistas y Demócratas de centroizquierda. Las consecuencias para los derechos y valores de la Unión son vitales. Incluso el líder del PPE, Manfred Weber, con posturas más duras que Úrsula von der Leyen, ha insistido: “Todos los socios del Partido Popular Europeo deben ser pro Estado de derecho”.

El PP, ajeno a su sitio en Europa, lanza dos mensajes. Si gana con un resultado ajustado, gobernará en coalición con la imposibilidad de tejer acuerdos con el resto de fuerzas parlamentarias y atado al extremismo de su socio. Si el resultado es bueno, el debate puede ser real. Pero el tiempo político ha cambiado para todos. Es probable que Feijóo no encuentre a esos barones. O que una petición de abstención tenga condiciones y contrapartidas. La ruptura del bipartidismo sumió a España en cuatro años de repeticiones electorales y bloqueos. La entrada de Vox tensiona ahora la democracia más de lo que hubiéramos imaginado y de lo que nos podemos permitir. La campaña electoral de los populares lo ignora. Ese debe ser el foco, no unos futuros barones inexistentes apoyando al PP. Si Feijóo pide una abstención en campaña, en la misma frase debe explicitar por qué y cuál es el peligro de Vox. De todos los partidos, es el único que no responde a esto. Esa responsabilidad es sólo suya, por más que la delegue.

La abstención y la trampa de la lista más votada no es un debate que se pueda tener a dos semanas de ir a las urnas. Primero, porque condiciona el marco electoral señalando a un supuesto ganador de facto. Y porque el intento de Alberto Núñez Feijóo y Felipe González por remover esas aguas sólo responde a un remar a favor de la gobernabilidad del PP cuando no toca. Hay que insistir en una obviedad del propio debate: el partido que pretende pedir una concesión de este calibre debe, al menos, no insultar ni agraviar al otro.

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