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Caníbales

¿Sueñan las madres con hijos eléctricos?

Este año el cine se ha volcado en padres e hijos que sufren. No hay familia sin dolor. Julieta, Un monstruo viene a verme, La próxima piel, Manchester by the sea

En Lion, Sue Brierley (interpretada por Nicole Kidman) le dice a Saroo, su hijo adoptado, que ella nunca quiso tener hijos: “Tuve una visión cuando era pequeña, un niño de piel oscura. No es que no pudiera tener hijos biológicos, es que nunca quise hacerlo. Quería ser la madre de dos niños que ya existieran, que me necesitaran”.

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Lion cuenta una historia realLion.

Un niño de cinco años, analfabeto porque su madre no puede llevarlo a la escuela, se pierde de tren en tren y acaba a 1.500 kilómetros de su casa. Incapaz de decir quién es y de dónde viene. Perdido en todos los sentidos. Un año después, lo adopta una pareja australiana. Veinte años más tarde, pone a Google Maps a trabajar con sus recuerdos

La suma de tecnología y memoria le dan un resultado exacto: el barrio en que nació, el barrio en el que, quizá, todavía esté su madre biológica.

“¡Corre! Ve a buscarla”, le dice su madre adoptiva. “Estoy deseando que vea el hombre tan maravilloso en que te has convertido”.

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Las madres.

Las madres que lo fuimos voluntariamente pero no demasiado conscientes. Las madres que somos, sobre todo, personas y que no creemos en la maternidad redentora ni en el arrepentimiento como forma de vida.

Esas madres leímos Sapiens, confirmamos nuestra fe en la ficción y el laicismo, y compramos Homo Deus pensando que Harari nos iluminaría el futuro y sin imaginar que nos dejaría insomnes y aterradas.

Aterradas por haber traído niños a un mundo que… Que igual no los necesita.

Harari habla de seres humanos más que prescindibles en un futuro cercano. Y así se lo cuenta a Iñaki Gabilondo, aquí, en Cuando yo no esté. Dice Harari que los robots harán casi todo el trabajo y que muchos seres humanos (los que no hayan mejorado gracias a la tecnología y la inteligencia artificial) serán inútiles. Dice que la técnica y la neurología se habrán asociado para entender qué teclas biológicas manipular y conseguir que el ser humano esté contento, concentrado, productivo… Dice que el individuo, si es que ha existido alguna vez, desaparecerá porque no habrá nada esencial (¿el alma? ¿Qué alma?) que nos diferencie a unos de otros.

Nada que nos enamore o que nos repela, que haga que tu sonrisa se despierte justo al ver a esa persona, y sólo a esa.

Dice Harari que en treinta años, todos robots o inútiles.

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Las madres lloramos por esos hijos que hemos tenido tarde y abandonaremos demasiado pronto en un mundo que no entendemos nosotras y que, por lo que dice Harari, ellos tampoco van a entender.

Las calles, otra vez

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Mientras tanto, hombres y mujeres de todo el mundo exploran desesperados otras formas de tener hijos y los gobiernos, funcionarios y parlamentos se las acotan ("no podéis ser dos madres porque no nos consta la inseminación artificial", "la maternidad subrogada convierte a las mujeres en vasijas"...).

¿Tener hijos por qué? Yo siempre he pensado que es por una necesidad de querer. Querer bien, querer con certeza, querer del todo. Que lo cumplamos es completamente diferente. Que queramos a un robot es completamente factible.

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