Cuando un líder desoye a sus votantes

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Una interesante derivada de las estrategias políticas tiene que ver con la conexión entre los líderes y sus electores. ¿Quién suele seguir a quién? ¿Los dirigentes de los partidos deben secundar la opinión de sus electores o, por el contrario, éstos deben reforzar las posiciones de aquéllos a quienes han elegido? Lo habitual es que exista una coincidencia mayoritaria de los votantes con las posiciones que marcan los partidos a los que apoyan. Lo normal es que opinemos lo que dicen los líderes en los que confiamos. Nos guste o no reconocerlo, las encuestas que puedan realizarse así lo corroboran casi siempre. Sin embargo, esta semana hemos visto quebrarse, por una vez, esta rutinaria costumbre.

El Instituto Invymark realizó los días previos a la votación del miércoles un sondeo para el Barómetro de LaSexta. Sorprendentemente, contra la norma habitual, aparecía una pregunta clave en la que se apreciaba un posicionamiento de los electores diferente a la postura marcada por los partidos a los que votan. Se preguntaba sobre el apoyo o el rechazo a la intención de Pedro Sánchez de ampliar el estado de alarma en España. Este fue el resultado:

Como puede verse, había práctica unanimidad entre los seguidores del actual gobierno. Tanto entre los que se confiesan votantes del PSOE como de Unidas Podemos se mantenía la convicción (por encima del 93%) de que era sensato ampliar el estado de alarma quince días más. En el caso de Ciudadanos, el porcentaje de quienes respaldaban la propuesta de Pedro Sánchez era indiscutible (82,6%). Quizá lo más sorprendente es que entre los seguidores del PP, había también una clara mayoría (57% frente a 40,7%) que defiendía mantener el estado de alarma, pese a su disconformidad ideológica con el actual gobierno. Incluso, hasta en Vox existía una división en dos bloques (47,6% frente a 52,4%) entre quienes secundaban la medida o la rechazaban.

Llevado al terreno práctico, podemos afirmar que PSOE, UP y Ciudadanos han tomado una postura acorde con los deseos de sus votantes. No ha sido así, de forma clara, en el caso del PP. Pablo Casado y su equipo han decidido tomar una postura contraria a lo deseado por la mayor parte de sus votantes. No cabe duda de que los líderes populares conocían este estado de opinión y aun así mantuvieron su rechazo frontal a todo lo que promoviera Pedro Sánchez. La estrategia de confrontación total y en todos los frentes puede llevar a encrucijadas como la de tener que elegir entre un plan predefinido o la opinión de tus seguidores.

Por el contrario, Inés Arrimadas ha aprovechado la oportunidad para dar un visible giro a su estrategia. Ciudadanos parecía condenado a quedar sepultado en el fondo del espacio conservador por el mayor peso de PP y de Vox. No tenía hueco en la derecha y tampoco en el centro, mientras compartiera coaliciones de gobierno sostenidas por la ultraderecha. El paulatino descenso de sus expectativas electorales le dejaba muy pocas alternativas, que se movían entre la inevitable tendencia a la desaparición o a ser finalmente canibalizado por el PP. De repente se le abrió una oportunidad que ha sabido aprovechar.

Salir del desolador lugar en el que habitaba era muy complicado. No podía apoyar ideológicamente a un gobierno socialista coaligado con su tradicional bestia negra, Podemos. Tampoco podía coincidir en ningún tipo de acuerdo compartido con el independentismo catalán. Finalmente, parecía destinado a servir siempre de bastón de apoyo de PP y Vox. Era imposible encontrar una situación astral que resolviera tantos condicionantes. Y, sin embargo, el miércoles se produjo. Arrimadas pudo explicar, sin caer en contradicción alguna, que apoyaba la extensión del estado de alarma al no tratarse de una cuestión ideológica, sino que afectaba a la salud de todos los españoles. El tradicional juego del chantaje planteado por ERC, dispuesto como siempre a condicionar la política española aprovechando su capacidad de inclinar hacia un lado u otro cualquier votación parlamentaria, quedó desarticulado gracias a la intervención de Ciudadanos. Finalmente, la decisión del PP de irse a la abstención, y la de Vox de quedarse en el no, dejaban al partido naranja un camino expedito para conseguir reubicarse, por primera vez en mucho tiempo, en el lugar decisorio del equilibrio político español.

Nadie sabe qué puede ocurrir en las próximas semanas. Habrá que esperar a ver la evolución de las encuestas para comprobar qué efecto ha podido producir lo ocurrido el miércoles. Si Ciudadanos nota un síntoma de mejora de sus posiciones o, al menos, no observa castigo alguno por parte de sus votantes, parecería lógico que Inés Arrimadas se planteara mantenerse en la misma senda. Pedro Sánchez tiene como reto inmediato intentar mantener una línea de colaboración con ella. Las próximas paradas en el camino serán una posible nueva ampliación del estado de alarma dentro de quince días y las negociaciones respecto a los llamados pactos de reconstrucción. Otra opción de los actuales dirigentes de Ciudadanos es hacer como los del PP: desoír a tus votantes y tomar la decisión que te plazca digan lo que digan.

Una interesante derivada de las estrategias políticas tiene que ver con la conexión entre los líderes y sus electores. ¿Quién suele seguir a quién? ¿Los dirigentes de los partidos deben secundar la opinión de sus electores o, por el contrario, éstos deben reforzar las posiciones de aquéllos a quienes han elegido? Lo habitual es que exista una coincidencia mayoritaria de los votantes con las posiciones que marcan los partidos a los que apoyan. Lo normal es que opinemos lo que dicen los líderes en los que confiamos. Nos guste o no reconocerlo, las encuestas que puedan realizarse así lo corroboran casi siempre. Sin embargo, esta semana hemos visto quebrarse, por una vez, esta rutinaria costumbre.

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