Me tocó seguir el debate de investidura como comentarista en el plató de Al Rojo Vivo. Allí tienes una extraña percepción. Formas parte de un proceso comunicativo entre lo que muestran las cámaras de televisión y lo que llega a los espectadores. No tienes tiempo de valorar lo que está pasando. Para completar el desasosiego, se trata de un directo en el que nunca sabes cómo puede terminar. Con cierta perspectiva, se puede entender mejor la estrategia con la que los diferentes protagonistas del debate lo abordaron y establecer un balance de sus acciones.
1/ Los pobres votantes socialistas engañados. Los tres partidos de la derecha coincidieron en centrar su ataque en un supuesto fraude electoral por parte de Pedro Sánchez. Se trataba de mostrar máxima indignación por el hecho de que las decisiones tomadas por el PSOE (coalición con UP y pacto con ERC para su abstención) iban en contra de lo que había prometido en campaña y que, por tanto, se había engañado a los electores. La derecha denunciaba ante los votantes socialistas el atropello de que habían sido objeto. Dos detalles se obviaban. Por un lado, la pretensión de Pedro Sánchez de gobernar en solitario si obtenía una amplia victoria electoral no se vio corroborada en las urnas y, por tanto, no era posible llevarla a cabo. En segundo lugar, que la negativa de la derecha a facilitar con apenas 13 abstenciones la conformación de un gobierno progresista no dejaba otra opción que negociar con ERC.
2/ Acuerdo progresista contra el bloqueo. El PSOE defendió en la tribuna del parlamento que en realidad todo el discurso de la derecha era una simple estrategia de distracción. Según su tesis, la derecha sólo quería encubrir su auténtica intención mantenida desde la noche del 10 de noviembre, la de bloquear como fuera la conformación del nuevo gobierno después de haber perdido las elecciones. De paso, se perseguía un segundo objetivo. Si finalmente Pedro Sánchez conseguía los apoyos necesarios, se trataba de enturbiar al máximo ese proceso para iniciar así la legislatura con el gobierno deslegitimado de nacimiento.
3/ Pedro Sánchez, el único culpable. La derecha tiene claro que su prioridad es desgastar al recién designado presidente. Todo el trabajo de demolición parece centrarse en intentar desgastar a Pedro Sánchez, al que se acusa de todo tipo de inmoralidades que se pueden agrupar en su connivencia con estalinistas, terroristas y separatistas. Todo ello justificado en su desmedida ambición de poder. Cuanto más se centre la ofensiva, más eficaz será el daño que se cause. Si todos los cazadores dispararan a una misma pieza a la vez habría más posibilidades de abatirla.
4/ Pablo Iglesias, desde la retaguardia. La gran novedad del debate de investidura vino por la presentación pública del nuevo rol del líder de Unidas Podemos. La conocida capacidad oratoria de Iglesias sirvió por vez primera para sustentar a Pedro Sánchez, que, en esta ocasión, contó con un respaldo total de la formación morada. La fuerza de toda la izquierda levantada al unísono en apoyo del mismo proyecto político pudo contraponerse frente a una derecha firmemente unificada desde la famosa foto de Colón. Para restarle fuerza, es probable que Pablo Iglesias vuelva a ser ubicado de nuevo como centro de los ataques de la oposición. No tardará en suceder.
5/ El comino de la gobernabilidad en España. Seguramente, la frase de la portavoz de ERC aludiendo a que la gobernabilidad en España le importaba un comino fue una de las más absurdas del debate. Ha sido ERC quien ha optado porque el futuro de Cataluña vaya directamente vinculado al de la gobernabilidad en Madrid. Han decidido unilateralmente condicionarla para reforzar su posición en Cataluña. Han asumido que ahora la batalla política catalana sea aún más dependiente de la española. Para conseguirlo, han necesitado además la estrecha colaboración de PP, Vox y Ciudadanos, que han preferido que el gobierno de Sánchez dependa de los votos independentistas antes que plantearse evitarlo.
6/ Cada uno a lo suyo. El momento desde el punto de vista del diseño de las diferentes estrategias de los partidos es complicado. Nadie tiene una posición fácil y la de todos está directamente condicionada por la de los demás. Es decir, un lío. El PSOE va abocado a aprender a compartir el poder con UP y, a la vez, a buscar permanentemente acuerdos adaptados a la realidad de momentos muy diversos. La formación de Pablo Iglesias va a empezar a estar sometida a una presión tremenda, mayor de la que nunca haya conocido y eso que ha conocido auténticos infiernos. El PP tendrá que decidir si va a hacer algo más que compartir territorio con Vox. Da la sensación de que su prioridad es liderar la reunificación de la derecha desde la base de restarle sentido a la existencia de Vox. Tendrá por delante el reto de acercarse al electorado de centro que ha abandonado a Ciudadanos como alternativa. Inés Arrimadas se comporta como quien siente la brisa en el rostro a bordo de un descapotable en primavera. Ciudadanos no es que esté al borde del abismo, es que cayó al vacío el 10N. Si abre los ojos, verá que cae en picado y el suelo se aproxima. Debería pensar con urgencia en buscar una rama a la que sujetarse. Finalmente, Vox parece ser el único beneficiado del ambiente de trifulca que hemos vivido estos días. Si el territorio político se traslada a una ruidosa taberna, el vino se consume sin medida, la testosterona se extiende y se llega al momento de los cantos regionales, Vox habrá encontrado su paraíso.
Me tocó seguir el debate de investidura como comentarista en el plató de Al Rojo Vivo. Allí tienes una extraña percepción. Formas parte de un proceso comunicativo entre lo que muestran las cámaras de televisión y lo que llega a los espectadores. No tienes tiempo de valorar lo que está pasando. Para completar el desasosiego, se trata de un directo en el que nunca sabes cómo puede terminar. Con cierta perspectiva, se puede entender mejor la estrategia con la que los diferentes protagonistas del debate lo abordaron y establecer un balance de sus acciones.