El otro día, el mismo que Feijóo arremetió a gritos contra Sánchez en el Senado, recibí en mi casa la propaganda electoral del PP. Por una cara, una foto grande del líder del PP acompañando su mensaje, una prueba más de que para el PP lo de locales y autonómicas es sólo una parte de la ecuación electoral. Lo abrí por la noche, al llegar a casa, con el mal cuerpo de estar viviendo demasiado de cerca una campaña llena de fango y al margen de los problemas que tienen mis vecinos o yo mismo. Cuando vi el lema escogido por el PP, no pude evitar una sonrisa entre la tristeza y la resignación: “Entre todos”, decía en letras grandes. ¿Entre todos?
El problema, ahora, son los “pactos con EH Bildu”. No ha habido pactos de legislatura o de investidura (no votaron a favor), tampoco sobre nuevas transferencias de competencias reclamadas por la formación abertzale y, mucho menos, sobre asuntos relacionados con el terrorismo o los presos de ETA. Al parecer, recabar su apoyo para la legislación sobre vivienda, el tope al gas, los impuestos a la banca y a las energéticas, el aborto, la memoria democrática (donde está por ver cuál es la gran e imperdonable cesión) o los Presupuestos es hacer política “sobre las cenizas del atentado del Hipercor", como dijo Pedro Rollán.
Como escribe Cristina Monge en infoLibre, aunque la política es poder y su saldo deja ganadores y perdedores en lo material (y eso se puede medir en euros, en derechos, en indicadores de calidad de vida), el debate público ha sido secuestrado por el moralismo y las emociones. La retórica se inflama para conducir no a la confrontación de modelos sino para deshumanizar al contrario. Si sientes odio, ¿qué te importan los datos?
Da igual lo que pactes o dejes de pactar con EH Bildu. EH Bildu es el mal, es ETA siempre (sin matices), y si algún día has respirado el mismo aire, tú también. Es decir, el PSOE es el mal y, por lo tanto, lo llamaremos sanchismo. Lo mismo vale para Unidas Podemos (¡el comunismo es el mal! ¡Venezuela!), por supuesto para ERC y Junts per Catalunya, y hasta el PDeCAT (¡el independentismo es el mal!), Compromís o Más País (¡las marcas blancas del mal aunque no lo parezcan!) y, según convenga, hasta el PNV o Ciudadanos. A una parte de la derecha y al conjunto de sus dirigentes les sobra, porque son el mal por acción o asociación, más de media España. Es una curiosa manera es hacer “España entre todos”.
Feijóo estaba este martes agarrotado, muy cercano al grito, todo lo lejos del estilo presidencial y pausado del que presume pero en realidad carece en cuanto es sometido a un poco de presión. En este caso, la de Vox e Isabel Díaz Ayuso, que van por libre e ignoran la estrategia de Génova. "Mire, ¿usted toma a los españoles por idiotas, o qué?", llegó a vociferar frente a Sánchez.
Los griegos decían que los idiotas eran los que se despreocupaban de los asuntos de gobierno, y eso es justamente lo que el PP persigue fiándolo todo a EH Bildu
La palabra idiota proviene del grieto idiotes (idios, de uno mismo) y los helenos la aplicaban a los ciudadanos que se despreocupaban del Estado y de los asuntos de gobierno, dedicándose solo a los suyos más particulares.
La polémica de EH Bildu no da más de sí. Cualquier humano que se precie de serlo es capaz de discernir a la perfección dos planos. El primero, el del hecho en sí de la inclusión de los 44 candidatos que cumplieron condena en las listas. En la censura están de acuerdo desde Vox a Podemos, pasando por el PNV. Tanto es así que hasta EH Bildu ha anunciado que siete de ellos no tomarán posesión de su acta, en caso de que fuesen lo suficientemente votados. Si se tratase de eso, la polémica hubiera durado un par de días, pero no semana y media.
El segundo plano es el del fango, el de la utilización del hecho en sí, moldeándolo al antojo, sin escrúpulos ni matices, para que se convierta en un escándalo de un partido, el PSOE, que ni hizo las listas ni las comparte. Es más, Sánchez, líder del PSOE, echó en el Congreso un rapapolvo a la portavoz de EH Bildu reclamándole que esos candidatos pidan perdón y avancen en la reparación del dolor causado.
La estrategia sirve a varios objetivos y todos pasan por tratar como un idiota al electorado, también al del PP, al que se pretende movilizar, y al de Vox, al que se aspira a recuperar. El primer objetivo es desviar la atención sobre otros asuntos públicos en los que la derecha se ve menos fuerte, pero que sí protagonizan estas elecciones (economía, sanidad, educación, políticas sociales, residencias, vivienda, turismo, industria, sequía, medio ambiente, movilidad…).
El segundo es inventarse un pasado que no existe, de nuevo tratando a los ciudadanos como idiotas, de modo que no solo no se ocupen de los asuntos que hoy sí protagonizan sus preocupaciones (el terrorismo, por fortuna, ya no figura en esa lista) sino que se olviden o reconstruyan con mentiras un pasado contra el adversario político, con el que entonces había sintonía.
El PP es hoy más duro y aplica baremos más estrictos a una banda terrorista que no existe que los que imponía cuando ETA mataba a sus dirigentes. La ley de partidos que sirvió para ilegalizar a la antigua Batasuna, de 2002, cuando el PP tenía mayoría absoluta, sirvió en los peores años del terrorismo, pero ahora que no hay violencia resulta que es demasiado blanda. Entonces, Aznar les pedía que guardasen las pistolas y se presentasen a las elecciones, algo que algunos han tomado al pie de la letra y que es el origen de la polémica. El PP gobernaba cuando en 2015 se presentaron candidatos también con pasado terrorista, pero no hizo nada. El PP pactó con EH Bildu y Batasuna cuando quiso y dos de sus máximos dirigentes, Borja Sémper y Javier Maroto, que además son vascos, defendieron abiertamente construir un futuro junto a ellos.
Este viernes, Ayuso llegó a arremeter contra Consuelo Ordóñez al asegurar que las críticas contra el manoseo de ETA por parte del PP respondía a “problemas personales”. Recordemos: Consuelo Ordóñez es la hermana de un carismático y valiente dirigente del PP asesinado por ETA y presidenta de COVITE, el colectivo de víctimas que hizo la denuncia de la presencia de estos 44 candidatos en las listas en la que se apoya la derecha. Pero con Ayuso es o conmigo o contra mí, sin matices, y poco menos que le faltó llamarle filoterrorista. Tiempo al tiempo.
¿Cómo puede permitir un votante del PP que le traten como un idiota que prefiere embarcarse en una enorme ficción en vez de ocuparse de los asuntos en los que en realidad se la juega? Por el cariz de esta campaña, Feijóo parece decidido a que nadie se haga esa pregunta y que el embuste dure primero hasta el 28M y luego hasta las elecciones generales.
El otro día, el mismo que Feijóo arremetió a gritos contra Sánchez en el Senado, recibí en mi casa la propaganda electoral del PP. Por una cara, una foto grande del líder del PP acompañando su mensaje, una prueba más de que para el PP lo de locales y autonómicas es sólo una parte de la ecuación electoral. Lo abrí por la noche, al llegar a casa, con el mal cuerpo de estar viviendo demasiado de cerca una campaña llena de fango y al margen de los problemas que tienen mis vecinos o yo mismo. Cuando vi el lema escogido por el PP, no pude evitar una sonrisa entre la tristeza y la resignación: “Entre todos”, decía en letras grandes. ¿Entre todos?