Cuentos verdaderos

Leo Cuentos verdaderos (Alfaguara, 2024), un libro en el que Rosa Montero ha reunido algunos de sus reportajes o algunas de sus crónicas escritas en El País entre 1978 y 1988. Con vocación literaria, con la voluntad de cuidar un lenguaje propio y de organizar la estructura de su narración, la periodista nos cuenta el viaje de un papa, unos días de gira con Miguel Ríos, un atentado asesino en un despacho de abogados, las alegrías y pesares de los buscadores de fotos para la prensa del corazón o las torturas sufridas entre las paredes de una comisaría, con desaparición incluida del cuerpo roto. La escritora que siempre fue Rosa Montero se valía del protagonismo disciplinado de una mirada capaz de intuir las historias que se encarnan en los paisajes de la vida cotidiana. Una escena, un rostro o un objeto pueden ponerse a hablar con más sinceridad que muchos personajes entrevistados.

Se trata de un libro para todos los públicos, porque los lectores jóvenes tienen la oportunidad de conocer el país que salió de la dictadura franquista en los años 70. Y los más viejos nos sentimos invitados a recordar y comprobar, porque a veces se nos olvida, todo lo que una sociedad puede cambiar para bien en 40 años de democracia. En medio de la crispación política actual, cuando pensamos que España vive un tiempo difícil, conviene recordar aquellos años en los que el paro se multiplicaba día a día, el terrorismo llenaba de cadáveres las calles y los periódicos, el fascismo contaba con un ejército propio para desear golpes de Estado, la droga se metía por las venas de las familias y las fuerzas del orden público conservaban en cárceles y sótanos la costumbre franquista de usar el poder, dar palizas o corromperse en todo tipo de negocios oscuros. Recordar todo lo que ha cambiado este país sirve para revivir con alegría los caminos recorridos y para comprender que a veces exageramos en los diagnósticos de la mala situación actual. Pero, sobre todo, sirve para asumir la necesidad de defender con militancia cotidiana todo lo conseguido. 

Los viejos del lugar seguimos siendo útiles porque tenemos memoria. Los falsos patriotas, que se valen del olvido y la falta de memoria de muchos españoles, quieren devolvernos al infierno. Más que amor a España lo que practican es un deseo de manipulación. Poco amor a España tienen los que pretenden refundar una autoridad que ampare el odio, la mentira, las impunidades en los asesinatos y la corrupción en los diagnósticos médicos, el tráfico de joyas o los abusos empresariales en una gira de conciertos. Porque eso fue la España del patriotismo franquista y eso nos cuenta Rosa Montero. Son testimonios de mucho valor. El miedo hacía muy difícil la indagación en la verdad y las condiciones técnicas de la época convertían en toda una aventura no ya la búsqueda de esa verdad, sino el hallazgo de un teléfono desde el que poder dictar al periódico una información escrita a mano en un cuaderno de corresponsal fatigada.

En medio de la crispación política actual, cuando pensamos que España vive un tiempo difícil, conviene recordar aquellos años en los que el paro se multiplicaba día a día, el terrorismo llenaba de cadáveres las calles y los periódicos y el fascismo contaba con un ejército propio para desear golpes de Estado

Otra enseñanza de los Cuentos verdaderos es la necesidad de comprender que realidades diversas caben en una misma sociedad. Cada cual vive la historia según sus entendederas y su conciencia. Un país que se movía en busca de un tiempo distinto, y alteraba viejas estabilidades, permitía al mismo tiempo la voz del desencanto ante una realidad sin futuro ni fraternidad, la fraternidad de unos abogados laboralistas dispuestos a arriesgar su vida para construir una España con mejores condiciones de trabajo, el instinto asesino de los que no querían en sus himnos patrióticos la entrada de la justicia social, el derecho de una familia a exigir justicia, la decencia o la desvergüenza de un juez, las mentiras identificadas con armas de repetición y el trabajo de una periodista que quería saber la verdad, informar con sus palabras a quien estuviese dispuesto a escuchar.

La periodista Rosa Montero quiso contarnos la verdad, las tramas corruptas de la policía, las condiciones inhumanas de una cárcel, la intemperie de muchas vidas empeñadas en resistir con dignidad o la suerte desgraciada de un niño que a los 2 años fue considerado la reencarnación de un importante lama tibetano. ¡Cuántas reencarnaciones de iluminados persiguen hoy las redes sociales! Y es de agradecer que, tantos años después, haya decidido reunir y publicar sus crónicas y reportajes en Cuentos verdaderos. Siempre es bueno no olvidar, sentirse orgullosos con lo conseguido y defender con uñas y dientes la democracia. Mal favor hacen a la economía, la cultura y la convivencia española los que quieren liquidar el periodismo decente y devolvernos a una barbarie mediática autoritaria. Hay patriotismos que no son más que una versión ideológica del timo de la estampita.

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