Cuando murió Ángel González, hace ahora 10 años, Joan Margarit escribió el poema “Orden”, incluido después en su libro Misteriosamente feliz (2008). Se trata de la meditación de un hombre mayor que se ha acostumbrado a convivir en un mundo en el que ya habitan más muertos que vivos. Después de cumplir 70 años, las pérdidas iluminan una intimidad, son las lámparas de una habitación usada por las huellas del amor y del espanto. La experiencia de la vida y la memoria enseñan a buscar un orden en el que sobrevivir, un lugar limpio y bien iluminado. Para el poeta catalán, eso significan los libros de Ángel González.poeta catalán
Joan recuerda un cuento breve de Hemingway titulado así: “Un lugar limpio y bien iluminado”. La escena trascurre en un café en el que dos camareros hablan mientras esperan a que un anciano acabe de tomarse su última copa de coñac. El camarero joven tiene prisa, quiere cerrar para irse a su casa en donde le espera una mujer. El camarero mayor pide paciencia y habla de la tristeza rara del cliente. Aunque le sobra el dinero, es un borracho infeliz, hasta el punto de haber intentado suicidarse. En el último momento, una sobrina cortó la cuerda de la que colgaba.
No se saben muy bien los motivos de su desolación íntima, pero acude todas las noches a pedir copas de coñac; apura los tiempos y resiste silencioso, encerrado en su sordera, como el bebedor molesto y tardío que impide cerrar. Conviene vigilarlo, porque a veces está tan ebrio que olvida pagar la cuenta. Hay mucha gente anónima con desolaciones secretas. El camarero mayor, que sabe por experiencia propia de qué va la historia, esa historia particular y multitudinaria, intenta mantener abierto el café para las soledades que conviven con la pérdida. Necesitan un lugar limpio y bien iluminado en el que refugiarse.
El camarero mayor forma parte de los personajes que no quieren irse a la cama en un cuarto frío. Reza el padre nuestro de la nada. Nada nuestra que estás en la Nada, Nada sea tu nombre, Nada tu reino, Nada tu voluntad, así en la Nada como en la Nada… De ahí que comprenda la importancia de mantener abierto un lugar en el que sea posible un orden hospitalario.
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Tiene razón Joan: así es la poesía de Ángel González, un lugar limpio y bien iluminado. Los amigos recuerdan con frecuencia su espíritu trasnochador, sus diálogos con el último whisky y la luz incierta del amanecer, el modo en el que saludaba a las tentaciones propias y ajenas. Pero el costumbrismo alcohólico tiene poca importancia, si no es para recordar que, en un tiempo hostil, clerical, falto de libertad, propicio a la culpa y al odio, el tiempo de la dictadura franquista, la amistad y las copas nocturnas se convirtieron en espacios de complicidad con la vida y con una alegría reconquistada. Lugares propicios para hacer el amor.
Quizá por eso su poesía se convirtió en un lugar limpio y bien iluminado. La palabra que ahora vive en sus libros es lúcida, no se engaña con falsas ilusiones, conoce de cerca la derrota y el fracaso, ha perdido una guerra y ha sufrido por amor. Al mismo tiempo es limpia, y no sólo porque se negó a convertir la estética en una mascarada para ocultar el vacío o la realidad, sino porque del dolor, la ironía y la inteligencia surgió siempre una vitalidad desesperada, una complicidad inagotable con el hecho de existir, una verdad capaz de darle consistencia a palabras tan gastadas como justicia, solidaridad y libertad. Más de una vez me dio su tarjeta de crédito para que fuese al cajero del banco a sacar dinero. La contraseña era 3139, los años del inicio y el fin del la Segunda República Española, ese país machadiano del que fue heredera su poesía.
El título de su segundo libro es hoy una consigna para los que no quieren renunciar a su conciencia y mantienen una mirada democrática sobre la barbarie del mundo: Sin esperanza, con convencimiento. Todo gran poeta hace su poesía particular, pero habla en nombre de la Poesía. Con un libro de Ángel en la mano, siento hoy que la Poesía, toda la Poesía, palabra sobre palabra, es eso: un lugar limpio y bien iluminado.
Cuando murió Ángel González, hace ahora 10 años, Joan Margarit escribió el poema “Orden”, incluido después en su libro Misteriosamente feliz (2008). Se trata de la meditación de un hombre mayor que se ha acostumbrado a convivir en un mundo en el que ya habitan más muertos que vivos. Después de cumplir 70 años, las pérdidas iluminan una intimidad, son las lámparas de una habitación usada por las huellas del amor y del espanto. La experiencia de la vida y la memoria enseñan a buscar un orden en el que sobrevivir, un lugar limpio y bien iluminado. Para el poeta catalán, eso significan los libros de Ángel González.poeta catalán