Moción de gobernabilidad Pilar Velasco
El héroe está en nosotros
Llevo muchos días dándole vueltas a las desgracias que estamos viviendo. Unas sobrevenidas por el mal uso que hacemos de la naturaleza. Otras por ambición, ansia de beneficios y pugna por el poder. Demasiadas, en fin, propiciadas por la mediocridad, mendacidad y odio entre unos y otros, con un resultado final sumamente desalentador y oscuro. Parece que nos empeñamos, siguiendo una estrategia suicida, en introducirnos en la espiral de despropósitos que se prodigan en los días corrientes. Los disparos llegan de todos lados, hasta el punto de que uno no sabe dónde guarecerse ante la que se avecina.
Sigue vivo el desastre humanitario local en Valencia con una reconstrucción lenta pero continua, con una solidaridad cierta, al menos esto es real, y con una contrapartida negativa política que llama la atención. Hay datos que avalan la inutilidad de determinados políticos para continuar en la prestación del servicio al que están obligados. ¿Qué tendrá el poder que muy pocos quieren dejarlo cuando hacerlo es lo más honesto y responsable? Las componendas políticas de unos, tratando de salvar su responsabilidad –como le ocurre al presidente valenciano señor Mazón–, son groseras y esperpénticas. Sencillamente, hay pruebas más que suficientes de que no estuvo a la altura que su responsabilidad exigía, y, por ende, debe marcharse y dedicarse a ayudar a pie de obra como castigo o por convicción. Sin embargo, resulta deprimente verlo como alma en pena de radio en radio, de esquina en esquina mendigando comprensión y apoyo a la vez que lanza mierda contra los demás y se esconde por miedo a que le escrachen.
O, sin ir más lejos, la actitud del Partido Popular, empecinado en acabar con la carrera política de Teresa Ribera en Europa que es, cuando menos, poco patriota y, por demás, inicua para los intereses comunitarios y españoles.
Credibilidad de la justicia
Nos faltaba el escándalo judicial anunciado en el caso que afecta al exministro de Transportes y diputado señor Ábalos. Declaración de colaboración expansiva y extraña, puesta en libertad meteórica del interesado señor Aldama en diferente asunto en el que, por cierto, no ha prestado colaboración alguna. Hay que añadir la publicación inmediata del documento audiovisual de la declaración inducida y dosificada por el letrado, lo que quiebra el principio que cualquier juez de instrucción y fiscal investigador deben respetar: tener la confesión completa y contrastada que impida que, una vez en libertad, el “pentiti” (arrepentido/colaborador) pueda hacer lo que más le convenga a su defensa. Todo ello pone en tela de juicio la credibilidad de la justicia. No digo que no pueda haber responsabilidades en esa investigación, pero el daño que se infiere con este proceder sin garantías a esa propia justicia es irreparable.
¿Qué decir del caso que afecta al Fiscal General? Se ha elevado a los altares a la UCO como si fuera la mano armada e infalible de un caso que no tiene contenido penal. Aseverar el “papel preeminente” del investigado es una afirmación gratuita que no les corresponde. Solo tienen que exponer los hechos y los hallazgos, pues la valoración es del juez.
En todo este escenario, echo de menos la prudencia, la reserva, la protección de los derechos de los investigados. Me aterra la cremación en la plaza pública a modo de ajusticiamiento político-mediático-judicial de quienes están sometidos a un proceso penal y de quienes no lo están y son condenados en juicios paralelos gratuitos y perversos. Frente a tales “procesos” es sumamente difícil defenderse sin incurrir en los mismos vicios que se observan en la acción del arrepentido, esparciendo suciedad a diestro y siniestro.
Y el mundo ardiendo
Mientras tanto, el mundo está ardiendo con las guerras de Ucrania y Oriente Próximo; con la emisión de órdenes de detención contra el primer ministro israelí Netanyahu por crímenes de guerra y lesa humanidad en Gaza, cuestionadas por los propios países miembros del Estatuto de Roma, que, paladinamente, afirman que no cumplirán las decisiones de la Corte Penal Internacional de la que son signatarios, a la vez que sí lo harán con las emitidas contra Putin. Con el lanzamiento de misiles supersónicos de Rusia en Ucrania, misiles norteamericanos, ingleses y franceses de esta contra Rusia; con Donald Trump preparando al ejército contra los migrantes; con la extrema derecha expandiéndose progresivamente en el mundo; con las hambrunas, la pobreza de dos terceras partes de la humanidad y un minúsculo grupo selecto y privilegiado de fortunas hundiendo a aquel sector un poco más en el abismo de la desesperanza. Y siempre el ser humano como actor principal destructor.
Como se ve, en este planeta las personas sufren, mueren, son humilladas, maltratadas, convertidas en poco menos que objetos o mal necesario para la fabricación de productos de consumo o, peor aún, como imprescindibles consumidores para el retorno (quizás nunca se fue), de un capitalismo salvaje y destructor de toda posibilidad de un mundo más solidario, sostenible y justo. Frente a ello, apenas nos perturbamos y permitimos que crezca el negacionismo y que nos domine el más puro fascismo con los ropajes de la xenofobia, la mentira y la manipulación.
El héroe se encuentra en aquellos que creemos que aún hay tiempo para hacer frente a las decisiones del fascismo; para levantarnos y decir basta; para salir a las calles y tomarlas; para erradicar de la connivencia expresa o tácita los elementos nocivos que corrompen toda posibilidad de avance
¿Hasta cuándo vamos a esperar?
Si el objeto final de la política es la felicidad, y el bienestar de los ciudadanos es su objetivo, ¿por qué estamos permitiendo que aquella sea el exponente de lo contrario? Me resulta insoportable el nivel de manipulación que aceptamos y la sumisión ante los discursos de odio reiterados; la entronización de los bulos y la mentira, apenas sin pestañear; la debilidad de los mecanismos de contención de tales falsedades; la exclusiva atención por lo inmediato y el nivel de superficialidad de los análisis. En definitiva, vivimos una especie de nirvana perverso en el que nos resulta más cómodo dejarnos engañar por elementos nocivos que buscan un modelo de convivencia supremacista y racista, cada vez menos oculto, a pesar de ser conscientes de su falsedad y de que, en definitiva, los únicos que saldremos perdiendo somos nosotros.
En este contexto de mediocridad política y social consentida, asistimos al aquelarre del sufrimiento y la tensión por una supervivencia desesperada carente de cualquier esperanza de vida digna. Nuestra acción sobre la tierra está ya provocando los males que nos anunciaban los científicos hace tiempo. Los gobiernos preocupados por no enfrentarse a quienes sacan beneficios del planeta agotando sus recursos, o que directamente les han designado, no oponen la suficiente resistencia. El ejemplo lo hemos tenido en la Cop 29 en Azerbaiyán y en la reunión del G20 en Brasil. Lo peligroso es que el discurso enloquecido del presidente argentino Milei basado en una visión mesiánica que pretende acabar con todo lo que se desvíe de sus planteamientos, o la postura de Donald Trump potenciando sin medida el extractivismo de combustibles fósiles, se están extendiendo como mancha de aceite, sin percatarnos de que sus efectos nos conducen irremediablemente hacia la extinción.
Acabamos de sufrir una dana mortal, una muestra de la indignación del clima, de los ríos, de la orografía ante una acción continuada en contra por nuestra parte. En España se ha construido y se sigue construyendo por encima de la ley urbanística, con demasiada flexibilidad por parte de muchos consistorios aceptando los deseos de promotores urbanísticos a los que se les da una higa construir en un cauce que antes o después podrá inundarse, porque las aguas tienen memoria y saben cuál es su camino. El experto arquitecto, urbanista y buen amigo, Santiago Téllez sintetizaba la situación en una entrevista publicada en la revista GEO hace ya un par de años: “Inflación de legislación, escaso control de la ocupación del territorio y medios insuficientes”. Esos factores preparan el drama.
De nuevo topamos por tanto con la inacción o la mala acción de la política hacia los temas importantes para la gente, llevados por la necesidad de quienes manejan los hilos de no perder sus puestos de control, aunque al final tal control sea inexistente y las responsabilidades se intenten diluir, bien sea con el paraguas de la burocracia, que eterniza las soluciones o, directamente, tirando balones fuera cuando llega lo inevitable, aun con flagrantes evidencias. Los más de dos centenares de muertos y los desaparecidos en Valencia hablan por sí solos.
Desprecio a la vida
El desprecio hacia la vida en la Tierra lo sufren a diario en sus carnes los más de 5.000 pueblos indígenas diferentes que, según datos de Amnistía internacional, suman 476 millones de personas, lo que supone aproximadamente un 6,2% de la población mundial. Su importancia es notable: Habitan en más de 90 países de todas las regiones y hablan más de 4.000 lenguas. De nuevo, el afán por obtener los beneficios económicos que atesoran sus territorios ancestrales proporciona vía libre a las grandes empresas, con determinados gobiernos como valedores, para expoliar y destrozar la vida en esas zonas.
De los cambios del clima y la dureza que se va adueñando del corazón de los hombres da fe otro colectivo vulnerable y desesperado: el de los migrantes, que son capaces de abrazar la ilegalidad y enfrentar la muerte en el océano, cruzando desiertos o arriesgándose en viajes salvajes de la mano de los traficantes, con tal de escapar de la guerra, del hambre o de un destino tenebroso en razón de sus ideas o de sus características personales. O sencillamente, buscando una vida mejor para los suyos. Hemos perdido la cuenta de aquellos que perdieron sus sueños en el Mediterráneo, y es que ya no sé si se les considera siquiera dignos de ser reflejados en las estadísticas.
¿Qué está pasando?
No solo son los casos de Putin, Milei, Netanyahu, Trump, sino otros ejemplos como los de Daniel Noboa que ha destruido Ecuador; Bukele, para quien los derechos y garantías no existen en El Salvador; la extrema derecha avanzando en Chile, Brasil, Colombia… En España un PP montaraz y un VOX que se crece, el avance de Chega en Portugal, de Meloni en Italia, de Le Pen en Francia, en Austria, Alemania, Holanda, Hungría, con un Steve Bannon marcando la doctrina fascista sin disfraz. Todos con sus peculiares variaciones unidos por la xenofobia y el odio a la inmigración. Temo que la izquierda, perdida en sus contradicciones y enfrentamientos, se quede fuera de la realidad progresista-humanista que necesita el mundo.
¿Qué nos está pasando? ¿Cómo afrontar esta sombra que intenta absorber nuestras buenas intenciones de solidaridad y apoyo mutuo? En un mundo ideal podríamos esperar la ayuda de algún héroe que torciera el curso de los ríos evitando el peligro para las poblaciones; que se enfrentaría a los poderosos amparando a los pueblos indígenas y devolviendo sus poderes a la selva; salvando a los niños en las guerras; combatiendo la injusticia allí donde los pobres se ven forzados a buscar otros horizontes.
En realidad, el héroe está muy próximo. Se encuentra en todos aquellos que creemos que aún hay tiempo para hacer frente a las decisiones del fascismo; para levantarnos y decir basta; para salir a las calles y tomarlas; para erradicar de la connivencia expresa o tácita los elementos nocivos que corrompen toda posibilidad de avance. Lo hemos hecho antes y lo podemos hacer ahora, basta con la capacidad de indignarnos y actuar y acompañar a todas aquellas personas que defienden al humillado y al perseguido. Sí, a ese ser justo, valiente y magnífico lo tenemos muy cerca. Está en cada uno de nosotros. Dejemos que haga su trabajo y, juntos, enfrentemos la maldad que se avecina.
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Baltasar Garzón es jurista y autor, entre otros libros, de 'Los disfraces del fascismo'.
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