Defensa iberoamericana

Fidel Gómez Rosa

La Comunidad Iberoamericana de Naciones viene celebrando cumbres de Jefes de Estado y de Gobierno desde su creación en la década de los años noventa merced a una iniciativa de la diplomacia española apoyada de manera entusiasta por México. La primera cumbre se celebró en la ciudad mexicana de Guadalajara en noviembre de 1991 y la última ha tenido lugar en Cartagena de Indias el pasado mes de octubre. Las cumbres fueron anuales hasta 2014, en que las repetidas ausencias de mandatarios, observadas en las últimas ediciones, habían mostrado el agotamiento de la fórmula y determinaron la necesidad de transformar estas reuniones de máximo nivel en bianuales con el objetivo de conservar la alianza.

El repaso de las sucesivas declaraciones que contienen las resoluciones acordadas en estos veinticinco años de cumbres muestra un cierto desarrollo de Iberoamérica en muy diversos campos como la educación, la economía, la cultura, el desarrollo sostenible o la innovación tecnológica, concretados en sus correspondientes programas y acciones de cooperación. En cambio, la concertación en materia de Paz, Seguridad y Defensa (PSD) sigue siendo un ámbito tácitamente excluído de la agenda de las cumbres a pesar de su trascendencia estratégica, al ser asunto central tanto para superar los recelos fronterizos como para avanzar decididamente en una identidad común iberoamericana. La recuperación y puesta en práctica del iberismo, con la integración de los tres Estados de la península ibérica (España, Portugal, Andorra), contribuiría también decisivamente a este objetivo.

En América Latina el ámbito de la seguridad y defensa ha estado subordinado históricamente a la estrategia diseñada en Washington, marcada, en las últimas tres décadas, por cierto desentendimiento tras la desaparición del peligro de influencia comunista en la región y la implicación de la superpotencia en la llamada “guerra global contra el terrorismo internacional”. Sin embargo, las tensiones y los factores desencadenantes de una fuerte inestabilidad en el subcontinente no han dejado de aumentar en estos años. El deterioro de las condiciones de vida, el impacto del negocio de la droga, los residuales focos de insurgencia, los desplazamientos masivos de la población, el aumento muy significativo de la inseguridad en las ciudades, la insuficiencia de suministros, la consolidación de la corrupción institucional, las profundas desigualdades sociales, la insolidaridad de las minorías nacionales acaudaladas, el ascenso del liderazgo político mesiánico, y cuantas otras circunstancias generadoras de inseguridad e inestabilidad puedan citarse. Una situación tan explosiva como la descrita requiere, además de medidas urgentes de desarrollo regional, un modelo propio de seguridad.

Iberoamérica, como comunidad de naciones con sólidas afinidades históricas, puede servir como marco institucional óptimo para consolidar un espacio común de PSD de una manera similar a como ya lo está haciendo en otros ámbitos políticos, económicos y sociales. España y Portugal, por su relevancia histórica en América, tienen una especial responsabilidad en liderar el proceso de integración, consiguiendo la implicación, por el beneficio mutuo, de todos los estados de la Comunidad Iberoamericana, particularmente de los grandes países: Brasil, México, Argentina, Chile, Colombia, Perú y Venezuela.

En comparación con otras comunidades históricas –como la británica "commonwealth" o la francesa "francophonie"– la región iberoamericana presenta ventajas considerables: continuidad geográfica en América y península Ibérica, cohesión lingüística y cultural hispano-lusa, y un mayor equilibrio entre los Estados miembros. La cooperación de Defensa iberoamericana debe trascender las relaciones bilaterales y situarse en un marco colectivo que permita una asociación política y de seguridad entre ambos espacios para desarrollar una agenda común que facilite una posición estratégica de la región en la comunidad internacional. La integración institucional de PSD permitiría también una interlocución colectiva única con los Estados Unidos, China, la Unión Europea y las Naciones Unidas.

No se ocultan las dificultades existentes para desarrollar el proyecto de vincular regiones con muy diversos grados de desarrollo y con distintos procesos de concertación política en marcha. La vinculación entre ambas zonas presenta de entrada la dificultad institucional de que en América Latina no exista un interlocutor único similar a la Unión Europea, sino un espacio comprensivo de realidades diversas, con pocos elementos de coordinación entre los distintos países y un insuficiente grado de institucionalización. Sin embargo, la voluntad política y la afinidad cultural existentes de hecho entre ambos continentes pueden superar todos los obstáculos que se interpongan para ir creando un espacio colectivo sólido. España debería tomar la iniciativa declarando a Iberoamérica como una de sus prioridades de política exterior –la recuperación con dedicación exclusiva de la Secretaría de Estado para Iberoamérica sería una buena señal– superando así la retórica de las declaraciones vacías de contenido y el marco de las meras relaciones bilaterales entre Estados.

En América Latina no existe un marco único de integración regional, sino distintos procesos subregionales de creación de espacios económicos: Comunidad Andina (CAN), Comunidad del Caribe (CARICOM), Mercado Común del Sur (MERCASUR), Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR). Los mecanismos de integración política y social acordados en los diferentes Tratados se encuentran insuficientemente desarrollados. En materia de PSD, a parte de los órganos establecidos en el seno de la OEA –cuya eficacia ha sido nula cuando ha llegado el momento de su aplicación, caso de la guerra de las Malvinas o las crisis en Centroamérica–, no existen organismos propios latinoamericanos. La participación de España y Portugal, como referentes históricos, podría contribuir a disminuir también los recelos mutuos de los países latinoamericanos.

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Los contactos realizados entre los países miembros de la Comunidad Iberoamericana de Naciones, desde la institucionalización de las cumbres de Jefes de Estado y de gobierno en 1991, no han cristalizado en una organización plena, aunque se cuenta ya con una Secretaría Iberoamericana permanente. Las iniciativas que en algún momento llegaron a plantearse, como la creación de una Fuerza Iberoamericana de Paz para participar en misiones internacionales bajo mandato de Naciones Unidas, no pasaron de la fase de proyecto. Existe, por tanto, un campo libre para que se lleguen a concretar instituciones y medidas en este ámbito.

La España del momento actual, por su importancia económica, influencia histórica y "puente natural" entre ambos continentes puede promover en América los principios fundadores de la Unión Europea en relación con los derechos humanos, la democracia, el buen gobierno, la transparencia y el Estado de Derecho. En una eventual carta iberoamericana se establecerían mecanismos de diálogo político para alcanzar un consejo de seguridad regional, encargado de discutir asuntos de interés general: mantenimiento de la Paz y seguridad internacionales; control de armamentos, desarme y no proliferación nuclear; cooperación militar y técnica en materia de personal y material; o desarrollo sostenible regional.

El objetivo de una integración iberoamericana de PSD, una vez acordada por el plenario de los jefes de Estado y de Gobierno, debería comenzar inmediatamente con acciones decididas en áreas concretas. Entre ellas, se pueden citar las siguientes: Formación de una Fuerza Iberoamericana para participar en misiones internacionales de acuerdo con los mandatos de la ONU; Constitución de misiones multinacionales de cooperación de Defensa en los países iberoamericanos donde se requiera realizar labores técnicas y docentes de apoyo a las respectivas Fuerzas Armadas; Equipos multidisciplinares de seguimiento y mediación en conflictos; Refuerzo de los intercambios de personal militar entre los países iberoamericanos mediante un programa regional intercontinental; Creación de estudios militares iberoamericanos con distintas sedes en Europa y América; y Proceso de armonización de sistemas de armas y control de armamento en la región.

La Comunidad Iberoamericana de Naciones viene celebrando cumbres de Jefes de Estado y de Gobierno desde su creación en la década de los años noventa merced a una iniciativa de la diplomacia española apoyada de manera entusiasta por México. La primera cumbre se celebró en la ciudad mexicana de Guadalajara en noviembre de 1991 y la última ha tenido lugar en Cartagena de Indias el pasado mes de octubre. Las cumbres fueron anuales hasta 2014, en que las repetidas ausencias de mandatarios, observadas en las últimas ediciones, habían mostrado el agotamiento de la fórmula y determinaron la necesidad de transformar estas reuniones de máximo nivel en bianuales con el objetivo de conservar la alianza.

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