En un país en el que la boda del alcalde de Madrid se retransmite en directo por una televisión pública el problema es que se fiche al famoso presentador David Broncano para hacer un programa en RTVE. “¡Lo hacen para acabar con Pablo Motos!”, dicen algunos tertulianos iracundos desde el propio programa del conocido presentador. “¡Se podría gastar ese dinero en sanidad!”, exclaman otros profesionales de la demagogia en profundos análisis de 280 caracteres en Twitter. Y al final es lo de siempre: un alarmismo prefabricado que encaja a la perfección con las obsesiones políticas de quienes lo enuncian. El problema es que si el fichaje de Broncano por parte de la televisión pública se hace durante un gobierno de izquierdas, para algunos el programa será una prolongación en vídeo del mismísimo manifiesto comunista para adoctrinar a las inocentes mentes jóvenes de nuestro país. Todo esto sin que haya empezado el programa y todavía falten meses para el comienzo de ese nuevo espacio de entretenimiento.
Yo no tengo bolas mágicas de cristal y por eso no sé si Broncano y su equipo harán o no un buen trabajo en Televisión Española. Solo sé que sí hicieron un buen trabajo en Movistar y situaron La Resistencia como un programa de entretenimiento de referencia en España durante los últimos seis años. Un programa en el que, por cierto, la política ha estado del todo ausente. De hecho es que ni siquiera tenían invitados políticos en activo. Es decir, que, comparado con El Hormiguero, donde sí hay una mesa política en la que a diario se atiza con severidad al Gobierno de España, La Resistencia es un programa radicalmente blanco y moderado políticamente.
Y desde aquí me gustaría tranquilizar a Pablo Motos y su entorno. Pueden respirar con tranquilidad. El Hormiguero lleva 20 años siendo líder de audiencia en la televisión generalista. No creo que sea inteligente el pensar que la aparición de Broncano en RTVE equivale a una automática y fatal declaración de guerra entre los dos programas. Quien está seguro de su dominio no tiene miedo de que entren competidores. De hecho lo debería agradecer para así revitalizar un entorno televisivo que lleva un buen tiempo anquilosado. Aunque sí es cierto que es tentador establecer esa rivalidad porque genera un relato bastante jugoso para la derecha y también para el propio programa de las hormigas. “¡El Aparato Sanchista contra un programa libre!”. Lástima que sea un relato que solo pueda persuadir a esos que ya andan convencidos de que en España vivimos en una dictadura porque los españoles votaron distinto a lo que a ellos les habría gustado.
Si queremos jugar a comparar cifras podemos acordarnos del programa de Carlos Herrera que costaba 330.000 euros por emisión (cuando el de Broncano costará unos 88.000 euros)
Y finalmente llegan los argumentos del dinero. El acuerdo al que el Consejo de Administración de RTVE ha llegado con La Resistencia supone un contrato de dos temporadas con un presupuesto de 14 millones de euros para cada una, es decir, 28 millones en total. Y ahí empieza la polémica de la comparación tramposa. De hecho la ha inaugurado el propio Alberto Núñez Feijóo en el Congreso diciendo: “Entre el programa que quiere llevar a las noches de TVE, más los pinganillos que han traído a este Parlamento, se financiaba la ley ELA y sobraba dinero”. Un ejercicio maravilloso de demagogia cutre a la que todos podemos jugar. Porque una búsqueda rápida nos permite saber que en España el gasto público que se dedica a festejos taurinos es de 42 millones de euros, que le regalamos 320 millones de euros a la Iglesia con cada campaña de la renta o que en la Comunidad de Madrid las rebajas fiscales a las 20.000 personas más ricas ya superan los 1.000 millones de euros de pérdidas en recaudación de impuestos. ¿Queremos más gasto público en sanidad? Sin ningún problema, saquémoslo de estos tres ejemplos rápidos que acabo de explicar. O mejor incluso, no juguemos a este juego ridículo de hacer competir gastos como si no fuesen todos compatibles. Es más, si queremos jugar a comparar cifras podemos acordarnos del programa de Carlos Herrera que costaba 330.000 euros por emisión (cuando el de Broncano costará unos 88.000 euros) o el de Masterchef que cuesta 650.000 euros por emisión (en el que hace no mucho apareció alegremente el vicepresidente de Vox de Castilla y León como invitado especial, curioso el control de la malvada dictadura sanchista). Otra cosa muy distinta es la crítica completamente comprensible de quienes desde lo público están en contra de este fichaje porque supone la externalización a productoras privadas de un servicio público que podría asumir perfectamente la misma corporación si hubiese esa voluntad.
En fin, esto no se trata de defender con uñas y dientes que el fichaje de Broncano es el revulsivo que necesitaba la televisión pública. Eso no lo sabemos ni lo podremos saber hasta que empiece. Esto se trata de evitar que descendamos por la pendiente de la histeria belicosa del politiquerío cutre en el que estamos instalados para intentar ensuciar el buen nombre de un joven presentador solamente porque cuadra con su agenda política de oposición al Gobierno.
En un país en el que la boda del alcalde de Madrid se retransmite en directo por una televisión pública el problema es que se fiche al famoso presentador David Broncano para hacer un programa en RTVE. “¡Lo hacen para acabar con Pablo Motos!”, dicen algunos tertulianos iracundos desde el propio programa del conocido presentador. “¡Se podría gastar ese dinero en sanidad!”, exclaman otros profesionales de la demagogia en profundos análisis de 280 caracteres en Twitter. Y al final es lo de siempre: un alarmismo prefabricado que encaja a la perfección con las obsesiones políticas de quienes lo enuncian. El problema es que si el fichaje de Broncano por parte de la televisión pública se hace durante un gobierno de izquierdas, para algunos el programa será una prolongación en vídeo del mismísimo manifiesto comunista para adoctrinar a las inocentes mentes jóvenes de nuestro país. Todo esto sin que haya empezado el programa y todavía falten meses para el comienzo de ese nuevo espacio de entretenimiento.