Todo lo que el rey olvidó en su discurso (y queríamos oír) Marta Jaenes
"Colgar de los pies"
“Colgar de los pies” no es una forma de referirse al modo de acabar con la vida de una persona, sino el modo de exhibir su cuerpo sin vida. Cuando Santiago Abascal habla de “colgar de los pies” a Pedro Sánchez no se refiere a un acto violento puntual, sino que señala un camino de violencia que debe conducir hasta ese resultado.
Desear la muerte de alguien se expresa de múltiples formas coloquiales, como cuando se dice que “le van a pegar un tiro”, “lo van a ahorcar”, “le clavarán un cuchillo en el corazón”, “van a cortarle la cabeza”… pero no se dice que lo van a “colgar de los pies”; esta idea ya es una fase posterior.
“Colgar de los pies”, como apuntaba, significa exhibir el cadáver de la persona en cuestión, lo cual exige que se den una serie de circunstancias que permitan alcanzar ese final y darle sentido dentro de un determinado contexto.
Aunque pueda parecer una obviedad, lo primero que debe ocurrir con una persona para que después pueda ser “colgada de los pies”, es que sea asesinada. Pero no puede ser una muerte cualquiera si el resultado final que se busca es ese, de ahí que el líder de Vox haga referencia al “pueblo” y traslade la idea de que debe ser una situación tumultuaria en la que la responsabilidad de los hechos se traslade a la “gente anónima”, que en su proceder no sólo tiene que alcanzar el objetivo de dar muerte a la persona señalada, sino que, sobre todo, tiene que mostrar ante el resto de la sociedad que lo ha logrado a través de la exhibición de su cadáver. De ese modo se cumple con los “mandatos” de quienes desde las instituciones y la política utilizan las palabras como si no fueran parte de la realidad, y como si entre ellas y las conductas hubiera más o menos distancia, cuando en verdad sólo hay mayor o menor grado de voluntad para pasar de las ideas a los hechos.
Por eso las declaraciones de Abascal dibujan una trayectoria hasta el final referido de “colgar de los pies” al presidente del Gobierno para exhibirlo como trofeo político y social ante el pueblo “libertador”. Una idea que puede parecer un sinsentido, pero que está llena de coherencia, como demuestra el hecho de identificarlo previamente con un “dictador”, de utilizar la historia como argumento, y de hacer las declaraciones en la toma de posesión de un líder de ultraderecha como es Javier Milei.
El constante recurso a la violencia por parte de Vox demuestra que este partido ha hecho de ella un instrumento de acción política. Lo vemos en sus continuas referencias a ETA, en el negacionismo de la violencia de género, en la asociación entre los denominados MENAS y la violencia sexual o la delincuencia general, en la llamada a las manifestaciones cargadas de mensajes violentos y de violencia de género… unas protestas en las que no es nada casual que se realicen ante la sede del partido de quien debe terminar “colgado de los pies”. Y mientras que llega ese momento y nos despistamos con ese tipo de declaraciones, la violencia expresada de diferentes formas y a distintos niveles ya protagoniza la realidad y avanza por el camino señalado.
“Colgar de los pies” significa exhibir el cadáver de la persona en cuestión, lo cual exige que se den una serie de circunstancias que permitan alcanzar ese final y darle sentido dentro de un determinado contexto
La actitud tan tibia del PP, condenando con matices las palabras de Abascal al tiempo que responsabiliza a la “víctima” de hacer cosas que justifican los ataques contra ella, aunque no sea bajo el mismo mensaje, como hace ahora al decir en el mismo momento en que critica las palabras de Vox que Pedro Sánchez va a “levantar un muro entre las dos Españas”. Unas declaraciones completamente fuera de lugar por contextualizar la crítica a las palabras de Abascal, y por recuperar un leguaje “guerracivilista” inaceptable y muy preocupante, todo lo cual demuestra una falta de criterio y de responsabilidad política incompatible con su papel en la democracia como principal partido de la oposición.
El “sí pero no” de sus pactos con Vox (sí lo critico, pero no rompo), y el “no pero sí” de su respuesta ante las declaraciones de Abascal (no las comparto, pero la crítica es correcta), sólo indica que forma parte de la misma estrategia que hace de la violencia un instrumento de acción política, con el objeto de que el miedo y el odio dirijan las conductas y decisiones de aquella parte de la sociedad a la que hacen sentir amenazada sólo por avanzar y progresar.
Todo forma parte de la estrategia de “poli bueno, poli malo” que desarrollan los dos partidos, y revela algo más que complicidad. Yo te acuso de “derechita cobarde” y yo a ti de “derechita excesiva”, pero los dos avanzamos hacia el objetivo final de hacer de la democracia nuestro juguete exclusivo.
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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la Violencia de Género.
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